011. Azel y Elian

Elian caminaba despreocupado por el sendero del mercado, con las mangas arremangadas, el cabello revuelto por el viento y una ramita entre los dientes, como si la vida fuera solo una canción atrevida que nadie se atrevía a cantar. Era hermoso, lo sabía, aunque no hacía alarde. Su piel dorada por el sol, su mandíbula marcada, y esos ojos risueños que decían "no me tomes en serio, pero por favor, mírame un rato más". Su gemelo Dorian era más alto pero él era mas encantador... a su manera salvajemente libre.

Entonces lo vio.

O mejor dicho... lo sintió.

A unos metros, entre puestos de frutas, había un joven. Alto. Espalda recta. Llevaba gorra con algunas mechas oscuras y sedosas a la vista, recogido en una cola improvisada. Piel clara, casi luminosa. Sus ropas eran sencillas, pero su porte y elegancia delataban que no era un simple plebeyo, ese chico no era del pueblo.

Elian frenó en seco.

El joven también lo miraba. No con timidez. Con hambre. Con determinación. Como si al fin hubiera encontrado el rostro que su alma buscaba entre miles.

-Oh no... -murmuró Elian, girándose apenas-. No. Seguro me está mirando porque... tengo una hoja en el cabello. O una arruga. O mala suerte.

Pero cuando el chico comenzó a caminar hacia él, Elian retrocedió con la torpeza de un gato que se ha metido en una cocina llena de ollas.

Entonces ocurrió lo más absurdo.

El muchacho giró bruscamente, casi teatral, y corrió hacia un puesto de flores.

-¿Qué... qué demonios está haciendo? -susurró Elian, mirando a su alrededor como si alguien más pudiera explicarle la escena.

El joven empezó a tomar flores al azar: una margarita, un ramo de lavanda mal cortado, una rama de algo que no era ni una flor, ni hoja, ni legal. Todo con la velocidad nerviosa de alguien improvisando una ofrenda antes de una cita algun los dios.

En segundos, tenía un "ramo" que parecía haber sobrevivido a una batalla entre huracanes y abejas.

Y volvió a él. Sonriendo. Sonriendo.

-Para ti -dijo, sin aliento, con los ojos brillando como si acabara de robarle el corazón al universo y viniera a ofrecérselo.

Elian parpadeó. Una vez. Dos.

-¿Perdón?

-No sé cómo explicar esto sin sonar como un loco... pero caminabas como si el mundo no te mereciera. Como si fueras un incendio disfrazado de muchacho. Y, no sé... me sentí afortunado de haberte encontrado.

-Vaya. -Elian alzó una ceja, sorprendido a pesar de sí mismo-. ¿Y tú siempre eres así de intenso o solo los lunes?

-Depende de la inspiración -respondió el muchacho, ladeando la cabeza-. Soy impulsivo. Lo advierto desde ya.

-Ajá... Bueno, gracias por este... ramo de vegetación confusa. ¿Te lo firmo o algo?

-Solo dime tu nombre.

-¿Qué clase de plan descarado es este? ¿Ni un hola y ya quieres mi nombre? -dojo Elián levantando una ceja.

-¿Te parezco descarado?

-Como un gato que se mete a una boda solo para probar el pastel.

-¿Y eso es un sí o un no?

-Es un "ni en sueños, príncipe improvisado".

-¿Dónde vives?

-¿Tú te oyes?

-¿Y si te digo que voy a soñar contigo esta noche?

-Entonces ten cuidado... que a veces los sueños se convierten en pesadillas.

El chico rió con encanto. Su risa era agua clara. Vibrante.

-Me llamo Azel. Por si en tus sueños necesitas gritar mi nombre.

-Qué confianza la tuya. ¿Nadie te dijo que soy un hueso duro de roer?

-Y a mí me encantan los huesos duros.

Elian abrió los ojos como platos.

-¡Wow! Estás realmente fuera de control.

Pero no lo detuvo. Solo extendió la mano lentamente y tomó el ramo.

-Voy a aceptar esto... no porque me guste. Sino porque sería un delito botar este crimen floral en público.

-Entonces ya gané algo: tu atención.

-Lástima que no tengas oportunidad.

Elian se dio media vuelta. Caminó y... sonrió. Un poco.

Y Azel... lo siguió con la mirada, encantado. Como quien ve pasar una estrella fugaz y aún tiene el deseo en los labios.

Definitivamente lo volvería a encontrar.