En las calles del Reino del Sol...
-¡Maldita sea¡ !No nos dejan verlo, ni hablar con Katheryn! -exclamó Dorian, cruzado de brazos frente a una fuente.
-Tengo una idea -dijo Elian, con la mirada brillante-. Hay alguien que puede ayudarnos.
Dorian alzó una ceja, curioso.
-¿Ese alguien casualmente se llama Azel y te regaló un ramo de hierbas sospechosas?
Elián frunció el ceño.
-No empieces...
-Solo digo que si tiene la llave del palacio... me cae bien.
Cuando lo encontraron, Azel estaba frente a un espejo torcido, probándose capas como quien decide qué versión de sí mismo usar.
Al ver a Elian, sus ojos se encendieron.
-¡Volviste! Y trajiste... una copia!
-Soy Dorian -dijo el gemelo, cruzándose de brazos con una sonrisa de medio lado-. El original, el más guapo.
-Elian nunca dijo que tuviera una réplica tan... altiva. Encantador.
-¡Oye!
-Me gustan los gemelos. Doblan las posibilidades -susurró Azel con una mirada pícara.
Elian puso los ojos en blanco.
-¡Basta! Tenemos que entrar al palacio. ¿Tienes alguna idea?
Azel miró a ambos, divertido.
-¿Qué clase de ideas quieres? ¿Las legales o las emocionantes?
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Con capas, una carreta de vino, y un par de pasos maldados de Dorian que hicieron tropezar a un guardia, lograron entrar al palacio.
-¿Por qué yo tengo que ir vestido de doncella? -refunfuñó Dorian.
-Porque yo no me afeito las piernas por nadie -respondió Elian.
Azel reía como si estuviera en un festival de teatro.
-Ustedes dos son mi nueva comedia favorita.
Pero llegar al calabozo fue imposible. Demasiados guardias. Encantamientos. Puertas selladas con magia real.
Derrotados, salieron por donde habían entrado.
Dorian, dándoles espacio, se alejó unos pasos. Azel y Elian quedaron solos, bajo la sombra de una columna dorada.
-Gracias por intentarlo -dijo Elian.
-Gracias por confiar -susurró Azel, acercándose un paso más. Su voz bajó-. ¿Sabes? No me importa si no me dices que me extrañaste. Lo vi en tus ojos.
-No tienes idea de lo que vi yo en los tuyos -respondió Elian, bajando la guardia.
Azel sonrió. Levantó su mano, sin tocarlo aún, como si esperara permiso.
-¿Puedo?
Elian no respondió. Solo asintió, apenas. Azel rozó su mejilla con los dedos. Luego, sin aviso, lo besó muy cerca de la comisura de los labios. No fue casto, pero tampoco vulgar. Fue atrevido. Fue real.
-Te volveré a ver -dijo Azel, antes de alejarse.
Y Elian... sonrió como un idiota.