Rescate Final

El castillo del Reino del Fuego

Desde lejos, parecía una joya maldita. Torres negras como carbón antiguo, ventanas quebradas que sollozaban con el viento, y un cielo color rojo sangre lo envolvían como un mal recuerdo.

Leo detuvo su caballo justo ante las puertas.

-Esto... alguna vez fue hermoso -murmuró.

Azel lo miró de reojo.

-¿Cómo lo sabes?

-Escuché historias. Dicen que aquí las flores crecían ardiendo, que había música cada noche y dragones dormían en los tejados como gatos. Ahora...

Observó en silencio. No había ni un alma.

-Ahora solo quedan... escombros.

La magia negra impregnaba cada grieta. El fuego que cubría las paredes no quemaba, pero sus llamas susurraban nombres. Dolorosos. Lejanos.

Leo bajó la mirada. El collar brillaba débilmente, como si luchara por no apagarse.

-Está aquí... -susurró.

Azel, sin una pizca de burla, desenfundó su espada.

-O lo que queda de ella.

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El sonido de los goznes fue como el gemido de una criatura dormida. Un eco hueco los recibió. En los corredores, las sombras respiraban y el aire olía a ceniza y lágrimas.

Leo se estremeció. Una niebla espesa comenzó a cubrir el suelo.

Azel giró, pero ya era tarde: una visión atrapó a Leo.

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🧮 La ilusión: Leo

Aerlyss, en un trono negro. Radiante. Inalcanzable. Vestía como una reina, con ojos de oro fundido. Besaba a un hombre sin rostro. Leo no podía gritar, ni moverse. Su alma ardía.

Pero entonces recordó el primer beso. El que dolió. El que sanó. El que lo cambió todo.

-Eso... era real.

La visión se rompió como vidrio. Leo cayó de rodillas, respirando fuego.

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🧮 La ilusión: Azel

Cientos de espejos. Cientos de él. Todos lo juzgaban.

-Eres un chiste. Solo un chiste para él.
-Elian jamás te amará como tú amas. Porque tú... no eres suficiente.
-Y tú... te mueres por él.

Azel bajó la cabeza. Temblaba. Pero entonces escuchó la voz de Elian, burlona y dulce como siempre:

-Si regresas a salvo, tal vez te deje besar más que mi mejilla.

Azel rió. Con lágrimas en los ojos.

-Idiota... Mi chico favorito.

Y rompió el espejo con un puñetazo.

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En lo profundo del castillo, en una celda húmeda, Kiara se aferraba a las paredes con las pocas fuerzas que le quedaban. El ritual había comenzado. Las llamas oscuras que cubrían a su hija vibraban con energía maldita. La piel de Aerlyss palidecía más con cada minuto.

-Corazón... ígneo... -susurró.

Mandó una chispa de energía. Una última señal. Su alma tembló.

"Leo... amante del sol... ¿estás cerca?"

-¿Escuchaste algo? -preguntó Azel, notando su expresión.

Leo asintió.

-Mi nombre fue dicho junto a una palabra extraña...y sentí algo en mi pecho.

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En otra sala, sobre un altar, Kassandra extendió los brazos. Sus cabellos oscuros flotaban. El fuego la rodeaba. Sus ojos estaban en blanco.

En su mente, una niña azabache observaba a su hermana Kiara danzar entre flores ardientes. Todos la amaban.

-Hermana... ¿por qué tú siempre brillas?

Kiara la abrazaba. Pero la luz de Kiara era tan intensa... que su sombra se hacía interminable.

Kassandra se enamoró del Rey del Sol. Pero él... solo amaba a Kiara. Cuando su hermana desapareció, ella tomó el trono y arrasó todo.

-Si nadie me ama... entonces seré temida.

Ahora, con el cuerpo de Aerlyss bajo sus manos, murmuró:

-Que la belleza vuelva a mí. Que mi alma sea nueva. Que su cuerpo... me reciba.

La piedra solar en el pecho de Aerlyss titilaba. Su magia se escapaba.

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Leo y Azel descendieron por un pasadizo de lava encantada. Una puerta viviente, hecha de magma, se alzó ante ellos.

> "Solo el corazón ígneo puede abrirme."

Leo cerró los ojos. Pensó en Aerlyss. Riéndose. Herida. Amándolo. Esperándolo.

-¡No soy solo fuego... soy fuego por ella! -rugió.

Una oleada estalló desde su pecho. El collar brilló como un sol nuevo. La lava se abrió.
Y al otro lado... el infierno.

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⚔️ El combate final comienza

Azel y Leo entraron al gran salón. Monstruos de fuego brotaron del suelo. Réplicas deformadas de humanos hechos de ceniza viva.