Le dieron una noche.
Solo una noche para prepararse para un ritual que podría revelar su condición de heredera o destruirla por completo.
Elara estaba descalza en los jardines detrás del Fuerte de Piedra Lunar, la fría piedra bajo sus pies la anclaba. Las estrellas sobre Eldoria estaban más cerca que nunca, y la luna se sentía... consciente. Como si la estuviera observando.
Kael permanecía detrás de ella, en silencio. No había hablado mucho desde la reunión del Consejo.
"¿Crees que sobreviviré?", preguntó en voz baja.
Su voz era baja. "Esa prueba no se trataba de supervivencia. Se trataba de aceptación. Esta es diferente".
Se giró hacia él. "¿Cómo?".
"A esta no le importa si el Consejo cree en ti", dijo. "Le importa si la sangre en tus venas coincide con el juramento sellado en piedra".
"¿Y si no?".
Kael sostuvo su mirada. "Entonces la piedra tomará lo que necesite".
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Al amanecer, la condujeron por una escalera de caracol, adentrándose en las raíces del Fuerte de Piedra Lunar. El aire se volvió denso, cargado de antigüedad y magia antigua. El pasillo terminaba en una enorme cámara circular tallada en obsidiana y cuarzo. En el centro yacía una losa de piedra, rodeada de runas brillantes.
La esperaba la Suma Sacerdotisa de Eldoria.
Era una mujer alta, de cabello color ceniza y ojos como mercurio líquido. No llevaba corona ni adornos, solo túnicas cosidas con hilos de luz estelar.
"Elara Piedra Lunar", dijo con voz resonante. "¿Estás preparada para demostrar tu linaje?"
Elara asintió con los puños apretados.
"Te acostarás sobre la Piedra de Sangre", dijo la sacerdotisa. "Leerá tu corazón, tus recuerdos, tu dolor. Si eres del linaje Sombra Lunar, liberará tu poder. Si no lo eres... intentará purgarte".
Kael dio un paso al frente. “Nadie ha sobrevivido a una reclamación falsa.”
La sacerdotisa lo miró. “Debe hacerlo sola.”
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Kael dudó, luego retrocedió lentamente hacia las sombras.
Elara subió los escalones y se tumbó en la piedra.
La losa estaba fría al principio. Luego se calentó, latiendo bajo ella como un latido.
Las runas a su alrededor se encendieron.
Entonces, la voz —antigua y sin género— resonó en su cabeza.
Sangre que canta, verdad que arde. ¿Eres hija del juramento o hija de la mentira?
"Soy Elara. Hija de Seris. De Alric. Del linaje Moonshade".
Entonces demuéstralo.
El mundo se desvaneció.
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Se encontraba en un campo en llamas.
Cuerpos. Humo. Gritos. Un bebé llorando.
Se giró y vio a su madre. Seris, radiante y feroz, con la sangre corriendo por su rostro, depositando a la niña que lloraba en los brazos de Kael.
"¡Llévenla!", gritó. "¡Escóndanla donde las estrellas no la encuentren!"
Kael se transformó en un lobo plateado, y el mundo se hizo añicos de nuevo.
Ahora estaba en el jardín de sus sueños. Flores negras. El lobo de ojos plateados.
Pero esta vez, vio claramente la figura sombría tras él.
Era ella.
Mayor. Más fuerte. Con una corona de hueso y llamas.
No estás lista para lo que viene.
Elara retrocedió un paso. "¿Quién eres?"
Su otro yo ladeó la cabeza. "Soy en lo que te convertirás si sobrevives".
Elara despertó con un grito.
La cámara quedó en silencio.
Todavía estaba viva.
Las runas a su alrededor parpadearon.
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Entonces, la marca en su hombro se encendió como un reguero de pólvora, y una columna de luz se disparó hacia el techo. La piedra se quebró bajo ella, pero no se rompió.
La sacerdotisa la miró maravillada.
"Confirmado", susurró. "Lleva la sangre antigua".
Kael se abalanzó sobre Elara, agarrándola mientras se ponía de pie con dificultad.
Se apoyó en él, temblando.
"La vi", dijo. "A mí. Pero no a mí. Una versión de mí con una corona de fuego".
Kael la miró a los ojos. "Ese es tu futuro, Elara. Ese es tu trono".
Elara apretó los puños. Ya no se sentía como una sombra.
Se sentía como una llama.