La herencia del silencio

Capítulo 8

El faro de las almas perdidas.

Las botellas se alineaban en la cueva del acantilado como un archivo de vidrio. Clara las tocó una por una, sintiendo el eco de James en cada mensaje: "1963: Hoy operé a una niña que se parece a ti…", "1988: Encontré tu foto en un libro de medicina…", "2005: Feliz 16º cumpleaños. Ojalá pudiera estar ahí". La última botella, fechada el día de su nacimiento (2/11/1989), contenía un reloj de bolsillo con una inscripción: "Para Clara, que unió mis tiempos".

Al darle cuerda, las manecillas giraron hacia atrás. La cicatriz en su pecho ardió, proyectando un holograma de coordenadas sobre la pared: 44° 13' N, 68° 56' W. El faro abandonado de Haven’s Point.

Al llegar, la estructura se alzaba como un gigante herido, su lente rota por décadas de abandono. Pero en la puerta, una placa nueva brillaba: "Construido en 1946, restaurado en 2023". Clara entró, encontrando escaleras que se retorcían en espiral infinita. En cada rellano, puertas marcaban años: 1946, 1977, 2023, 1999.

—¿Sigues perdida, Velmont? —una voz masculina resonó arriba.

Un hombre de unos 70 años bajó las escaleras, su rostro surcado por cicatrices en forma de relámpagos. Llevaba un uniforme de farero y una brújula idéntica a la de James.

—Soy Samuel, el guardián del faro. Y tú… eres la que ha roto el equilibrio —acercó una linterna a su cicatriz, que brilló con luz azul—. La Espiral te marcó. Eres una caminante ahora.

—¿Qué significa eso?

—Que puedes viajar sin el escritorio, pero cada paso te cuesta recuerdos —Samuel señaló las puertas—. Esas no son épocas, son momentos críticos. Elige mal, y quedarás atrapada en un bucle.

En la sala de control, mapas de navegación de distintas décadas cubrían las paredes. Samuel reveló su historia: había sido el primer oficial del Eternity, sobreviviente del naufragio gracias a James, quien lo empujó a un bote salvavidas.

—Tu amado médico no murió en 1946 —Samuel abrió un diario de bitácora—. Lo vi subir a un remolino de luz. El faro… lo llamó.

Clara notó que las páginas del diario estaban escritas en su propia letra.

—¿Por qué yo puedo alterar los eventos?

—Porque eres un ancla temporal. Naciste el día que James debió morir. Tu existencia es un error que él corrigió una y otra vez —Samuel le mostró una foto de 1989: un bebé (ella) en brazos de un James anciano—. Él te salvó de un incendio. Ese fue su último acto.

La cicatriz de Clara latía al unísono con el faro. En el nivel más alto, la lente rota emitía pulsos de luz que proyectaban escenas de vidas alternas:

James como médico en 1970, visitando su tumba infantil.

Eleanor como directora del faro, quemando cartas de amor.

Samuel joven, evitando que el Eternity zarpe.

Clara se colocó frente a la lente, cuyo cristal central tenía forma de espiral.

—¿Cómo detengo esto?

—Debes reencauzar el tiempo. Elige un momento donde el amor no fuera una maldición —Samuel le entregó el reloj de bolsillo, ahora abierto para revelar un mecanismo de espejos—. Apunta a tu corazón cuando la luz alcance su máximo.

El faro cobró vida. Las paredes transpiraban aceite negro, y las escaleras se retorcían como serpientes. Clara saltó a través de puertas, reviviendo momentos clave:

1946, muelle de Haven’s Point: James subiendo al Eternity con su carta en el bolsillo. Clara gritó, pero él no la oyó.

1989, incendio en la casa victoriana: Un James de 77 años rescatándola de su cuna, su rostro quemándose por el fuego.

2005, biblioteca: James observándola en secreto mientras ella soñaba con viajes en el tiempo.

En cada época, Clara intentó alterar eventos, pero las reglas eran claras: solo podía observar, no interactuar. Hasta que llegó a 1955, noche del accidente de Eleanor.

En el jardín secreto, Eleanor joven cavaba un hoyo para enterrar el anillo de esmeralda. Clara, visible ahora, la detuvo:

—¡No lo hagas! Este anillo es la llave.

—¿Quién eres? —Eleanor empuñó una pala—. ¿Otra ilusión de James?

—Soy Clara. Tu nieta.

El reloj de bolsillo brilló, proyectando imágenes de su vida futura. Eleanor cayó de rodillas.

—Lo siento… No sabía que él te encontraría.

—Ayúdame a salvarlo. Y a ti.

Juntas, reactivaron el jardín. Las flores bioluminiscentes dibujaron un mapa estelar en el cielo, señalando un punto en el Atlántico: la ubicación real del Eternity en 1946.

De vuelta al faro, Clara usó la lente para enviar una carta física al pasado:

"James: Ve a estas coordenadas. Sobrevivirás".

El faro estalló en luz blanca. Cuando Clara despertó, estaba en el muelle de 1946, vestida con ropas de la época. Frente a ella, el Eternity se preparaba para zarpar.

Corrió hacia James, que cargaba provisiones. Al tocarlo, ambos cayeron en un torbellino de memorias compartidas:

Él viéndola crecer a través de las cartas.

Ella visitando su tumba vacía cada 2 de noviembre.

Ambos escribiendo la misma frase en diarios separados: "El amor no muere, solo se transforma".

—Clara… ¿eres real? —James le acarició el rostro, llorando.

—Más que nunca. Pero debes escuchar —le entregó las coordenadas—. Navega aquí. La tormenta no te tocará.

—Si lo hago, ¿tú seguirás existiendo?

—No lo sé. Pero quiero que vivas.

James la besó, y por un segundo, el tiempo se detuvo. Luego, lo empujó hacia el barco.

El Eternity zarpó bajo un cielo despejado. Clara observó desde el muelle hasta que el barco se convirtió en un punto en el horizonte. Al volverse, el pueblo de 1946 se desvanecía, reemplazado por edificios modernos.

En su mano, el reloj de bolsillo marcaba 2 de noviembre de 2023. La cicatriz en su pecho había desaparecido.

En el faro, ahora restaurado, una placa conmemorativa decía: "En memoria del Dr. James Alden, héroe de dos tiempos". Dentro, una carta la esperaba:



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En el texto hay: misterio, viajeeneltiempo, aventura

Editado: 28.02.2025

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