Las grietas del eclipse.
El faro restaurado era ahora un museo de lo imposible: fotos de James en cada década, uniformes médicos de distintas épocas, y cartas de amor selladas en cápsulas de cristal. Clara pasó sus primeros días como guardiana clasificando recuerdos que el tiempo había desenterrado. Pero algo seguía mal. Las noches olían a ozono, y en los espejos, su reflejo a veces parpadeaba mostrando a una anciana de cabello plateado.
La primera grieta apareció en la playa. Un arco de luz púrpura suspendido sobre la arena, a través del cual se veía un mercado de 1955. Un niño corrió hacia ella, gritando: "¡Señorita Velmont! ¡El hombre del reloj la busca!", antes de que la grieta se cerrara con un estallido sónico.
—Son ecos —Samuel explicó mientras inspeccionaban el sitio—. Cuando alteraste el pasado, algunos momentos quedaron… atascados. Como un disco rayado.
—¿Peligrosos?
—Si alguien entra, podría quedar atrapado en un bucle. O peor: traer algo aquí.
Esa noche, el faro recibió una visita inesperada: James, con 34 años y ropas modernas, cargando una maleta llena de cartas antiguas.
—Hola, guardiana —sonrió, mostrando una cicatriz en forma de espiral en su muñeca—. Parece que el tiempo nos dio otra oportunidad.
Clara lo abrazó, notando que su corazón latía al revés.
—¿Cómo estás aquí? Deberías tener 110 años.
—El James de este tiempo murió en 1999 —susurró—. Yo soy el de otro 1946. El que navegó hacia tus coordenadas.
Su historia era un rompecabezas de tiempos:
1946 original: Naufragio, muerte.
1946 alterado: Sobrevivió, pero el tiempo se fracturó en realidades paralelas.
1999: Murió salvando a Clara bebé, creando un bucle.
2023: Este James, de un pliegue donde ambos escaparon, cruzó al ver las grietas.
—Eres un refugiado temporal —Clara concluyó—. ¿Cuánto tenemos hasta que el guardián te encuentre?
—Horas, quizás minutos.
Decidieron sellar las grietas usando el faro como amplificador. Samuel operaba la lente, Clara dirigía la energía con su cicatriz, y James servía de ancla. Pero en la tercera grieta (un bosque de 1983 donde Eleanor vivía como ermitaña), algo salió mal.
Una criatura de sombras y engranajes emergió, lanzando un grito que heló la sangre:
"¡Traidores del tiempo! ¡Su amor es un virus que debe ser erradicado!".
Era el guardián, reconstruido con piezas de realidades rotas. Clara activó la lente, pero la criatura se multiplicó en tres:
Versión 1946: Hecha de hierro y cartas quemadas.
Versión 1989: Compuesta de huesos y lentes rotos.
Versión 2023: Una nebulosa de estática y voces distorsionadas.
James tomó la mano de Clara, y juntos activaron el anillo de esmeralda. Un campo de fuerza los envolvió, pero el guardián lo corroía con cada segundo.
—¡Usa las cartas! —gritó Samuel desde el panel de control—. ¡Son mapas de sus momentos débiles!
Clara leyó una al azar: "15/6/1972: Hoy soñé que morías en mis brazos…". El guardián de 1989 se desintegró al recordar.
—¡Son sus propios recuerdos! —entendió James—. ¡Encuentra los felices!
La batalla se convirtió en un duelo de memorias. Clara y James recitaban cartas de amor, mientras el guardián contraatacaba con tragedias:
El naufragio.
El incendio.
La muerte de Eleanor.
Hasta que Clara encontró la carta definitiva:
"2/11/2023: Hoy te conocí en el faro, y supe que cada ciclo valió la pena".
El guardián se desvaneció, sus fragmentos absorvidos por la lente. Pero el precio fue alto: Samuel envejeció décadas, y la cicatriz de Clara sangraba tiempo en lugar de sangre.
En la cúpula del faro, James reveló su plan final:
—Hay un lugar donde el tiempo no existe. Un jardín cuántico que encontré en 1977. Podemos…
—¿Escapar? No —Clara interrumpió—. Si nos vamos, las grietas consumirán el pueblo. Debo quedarme.
—Entonces yo también.
—Tienes que encontrar el jardín y traer semillas de estabilidad —le entregó el reloj de bolsillo—. Usa esto.
Al amanecer, James partió en una lancha hacia el horizonte. Clara observó hasta que su silueta se fundió con el sol. En la orilla, una niña de 8 años la abordó:
—¿Eres la guardiana? Tengo algo para ti —le entregó una carta sin abrir—. Un hombre me pagó un dólar para dártela hoy.
La nota era de James, escrita en 2001:
"Querida Clara:
Si lees esto, el jardín existe. He plantado crisantemos azules. Espero que florezcan para cuando llegues.
Siempre tuyo,
J."
Esa noche, una nueva grieta se abrió en el faro. Dentro, Clara vio un jardín celestial donde James (ahora de 60 años) regaba flores de luz. Él la vio y extendió la mano.
—¿Lista para sembrar eternidades?
Clara dudó. El pueblo necesitaba una guardiana. Pero el tiempo… el tiempo necesitaba un nuevo mito.
Con un suspiro, selló la grieta tras de sí.
Editado: 28.02.2025