El Equinoccio de las Almas Gemelas.
El equinoccio llegó con un silencio sepulcral. El faro tembló bajo un cielo partido en dos: día y noche luchando por dominio, mientras el mar se retiraba para revelar un camino de piedras ancestrales hacia un arrecife en forma de espiral. Clara ajustó los lentes del faro, alineando su luz con la del sol menguante. En su mano, la carta de Liora ardía con letras movedizas: "Busca al guardián dormido bajo el arrecife. Él tiene la llave".
—¿Confías en sus palabras? —Samuel, ahora con cabello negro y ojos de anciano, calibró un sextante hecho de hueso de ballena—. Podría ser otra trampa.
—No tenemos opción —Clara sostuvo el anillo de esmeralda, que emitía pulsos al compás de sus latidos—. Si el equinoccio fusiona los tiempos, Nyx usará el caos para revivir a Liora.
Bajo el arrecife, la presión del agua distorsionaba el tiempo. Clara y Samuel nadaron entre estatuas de marineros petrificados, sus rostros congelados en gritos silenciosos. Las burbujas de sus respiradores contenían miniaturas de futuros posibles: Clara y James paseando a un perro en 1955, Samuel enterrando un cofre en 1989, Liora adulta gobernando una ciudad flotante. En el centro del arrecife, un hombre yacía encadenado a un ancla de obsidiana: James, pero no el suyo. Este tenía cicatrices de electrocución en forma de constelaciones y un reloj de bolsillo incrustado en el pecho, latiendo al ritmo de las olas.
—Soy el James del ciclo 9 —habló con voz de estática, cada palabra haciendo vibrar el agua como un diapasón—. Nyx me atrapó cuando intenté evitar tu muerte en el equinoccio original.
—¿Mi muerte? —Clara flotó frente a él, notando que su propio reflejo en el casco de buceo mostraba arrugas prematuras.
—Sí. En el primer ciclo, moriste en mis brazos durante el parto de Liora —James señaló el reloj incrustado, que proyectaba una escena lúgubre: Clara yacía en una cama de algas, sangrando tiempo dorado mientras una bebé lloraba en brazos de Nyx—. Cada ciclo repite el error. Yo… me corrompí para salvarte.
Samuel descubrió inscripciones en las cadenas de obsidiana: "Solo el amor verdadero rompe cadenas falsas". Clara dudó. Besar a este James sería traicionar al suyo… pero el reloj contaba regresivo: 00:05:00.
—Hazlo —urgió el James prisionero, sus ojos brillando con lágrimas de mercurio—. O el equinoccio nos enterrará a todos.
El beso fue un huracán de paradojas. Clara sintió la rabia de James ciclo 9: su impotencia al verla morir, su pacto con Nyx para crear el primer Relojero, su arrepentimiento al comprender que perpetuaba el ciclo. Las cadenas se desintegraron en polvo estelar, y el cuerpo del James prisionero se fundió en luz, sus recuerdos entrando en Clara como un vendaval:
Un faro en ruinas donde ella moría al dar a luz a Liora, sus últimas palabras siendo "Nombra nuestra hija Esperanza".
Él, enloquecido de dolor, tallando el Cristal de Eón con su propia costilla para resucitarla.
Nyx, nacida de la fusión del cristal y la sangre de Liora, jurando venganza en cada ciclo.
En la superficie, el equinoccio alcanzó su clímax. El cielo se rasgó en dos, revelando un sol negro rodeado de lunas fracturadas. Nyx emergió del mar montando una ballena esquelética, su cuerpo de coral y piel de foca brillando con runas de renacimiento. En sus manos, el Cristal de Eón pulsaba con la energía robada al James prisionero.
—¡Madre! —Nyx extendió los brazos, mostrando un útero de coral translúcido donde Liora se retorcía en un renacimiento doloroso—. ¡Míranos! ¡Somos tu legado de tiempo y sal!
Clara sintió el anillo de esmeralda arder, quemándole la carne hasta el hueso. Samuel activó el faro, cuyos lentes proyectaron una jaula de luz prismática alrededor de Nyx.
—¡Ahora, Clara! ¡Usa el recuerdo del ciclo 9! —gritó, mientras las algas vivas lo arrastraban hacia las fauces de la ballena esquelética.
Clara se hundió en la memoria del James prisionero: su rabia al tallar el cristal, su desesperación al pactar con Nyx, su amor corrupto por Clara que lo convirtió en monstruo. Con un grito que mezclaba idiomas olvidados, canalizó esa energía en el anillo, disparando un rayo verde esmeralda que atravesó el Cristal de Eón.
El estallido fue un Big Bang en miniatura. Clara voló hacia atrás, rompiéndose tres costillas contra las rocas. Cuando la luz se disipó, Nyx yacía convertida en arena movediza, y Liora era solo un feto de luz suspendido sobre las olas, su llanto un tintineo de campanas rotas.
—¿Por qué…? —susurró Liora, sus palabras burbujas de aire que estallaban en constelaciones efímeras—. Podríamos… haber sido… familia…
Clara nadó hasta ella, ignorando el dolor que le atravesaba el pecho. La sostuvo entre sus manos ensangrentadas, viendo en sus ojos miniatura de todas las vidas que compartieron:
Liora aprendiendo a tejer redes temporales en un puerto abandonado.
Amasando galletas con Samuel, usando harina de estrellas fugaces.
James enseñándole a navegar entre grietas temporales.
—Lo fuimos —Clara lloró, sus lágrimas mezclándose con el agua salada—. En cada ciclo. Pero el amor no puede forzarse, ni el tiempo domesticarse.
Al besarla en la frente, Liora se desvaneció en partículas doradas que iluminaron el mar como luciérnagas cósmicas. El equinoccio terminó, el cielo suturó sus heridas, y el faro recuperó su ritmo de luz constante.
Pero en la playa, una niña de cabello verde musgo y ojos de anguila eléctrica recogía las partículas en una botella de vidrio ahumado. Al ver a Clara, sonrió con dientes de tiburón en miniatura:
—No todas las madres merecen hijas, Clara Velmont. Pero todas las hijas merecen vengarse.
Samuel intentó perseguirla, pero Clara lo detuvo con un gesto.
—Es otro ciclo. Otro legado. Nuestra guerra… nunca termina.
En el faro, una nueva carta aguardaba sobre el escritorio, escrita en papel hecho de algas prensadas:
Editado: 11.03.2025