El Mercado de los Tiempos Robados.
El aire de 2137 olía a ozono y ambición, con un dejo de vainilla sintética que las máquinas esparcían para enmascarar el hedor a metal quemado. Clara y Samuel caminaron entre rascacielos cubiertos de pantallas que vendían paquetes de juventud y vacaciones en el Mesozoico. En el cielo, drones con forma de reloj de arena esparcían folletos que se incineraban al tocar el suelo: "Chronos Solutions: ¡Su pasado, nuestro negocio!". La gente usaba trajes luminiscentes que cambiaban de estilo según la década preferida: años 20 con flecos dorados, años 80 con hombreras neón, 2020 con mascarillas holográficas.
—Liora no solo controla el tiempo —susurró Samuel, evitando un charco de líquido plateado que burbujeaba con risas infantiles—. Lo ha destilado en adicción.
En una esquina, un hombre demacrado intercambiaba años de vida por una ampolla de felicidad de 1999. Su piel se desprendía en láminas cronodegradables mientras firmaba el contrato con sangre.
La Llave del Ocaso en la mano de Clara emitía pulsos hacia el edificio más alto: la Torre Eón, cuyo ápice perforaba nubes de datos cifrados. Antes de infiltrarse, una niña los abordó: Mara, híbrido de humano y medusa, con tentáculos de algas brillantes y ojos de pulpo que parpadeaban en frecuencias temporales.
—Madre no los espera en la Torre —advirtió Mara, mostrando una cicatriz en forma de espiral en la muñeca que coincidía con la de Clara—. Los espera en el Mercado Negro de Tiempo. Allí se juega el verdadero poder.
El mercado era un laberinto subterráneo bajo la ciudad, iluminado por linternas de cristal que contenían suspiros congelados. Los puestos ofrecían mercancías grotescas:
"Amores fallidos de los años 50, 99% de pureza (incluye cartas no enviadas)".
"Segundas oportunidades (no aplican para suicidas o políticos)".
"James Alden auténtico, ciclo 14, ligeramente usado. Garantía de nostalgia incluida".
Clara se detuvo frente a una jaula de titanio que contenía un James adolescente, desorientado y con uniforme escolar de 1985. Sus ojos brillaban con el pánico de quien acaba de saltar décadas.
—¿Cuánto por el espécimen? —preguntó el traficante, un hombre con piel de holograma que mostraba caras de clientes anteriores.
—No compro personas —Clara activó la Llave del Ocaso, liberando una onda de energía que desintegró la jaula y redujo al traficante a un montón de relojes rotos.
—¡Idiota! —Mara la arrastró a un callejón mientras guardias temporales con armaduras de espejos los perseguían—. Así no se lucha contra madre. Ella espera tu compasión.
En una alcantarilla inundada de líquido amniótico temporal, Mara reveló su origen entre jadeos:
—Nyx me creó en un laboratorio submarino, usando ADN de Liora y corales del ciclo 0. Soy un puente entre eras… y un fracaso. Madre quería un arma, pero yo… prefiero los libros. —Sacó un ejemplar enmohecido de Moby Dick, sus páginas escritas en código Morse—. Lo robé de la biblioteca prohibida.
Samuel hackeó un terminal abandonado en la pared, descifrando archivos encriptados:
—El lanzamiento del TimeStream es hoy. Un servicio que permitirá revivir cualquier momento… por un precio. —Mostró un anuncio holográfico donde Liora, vestida de luz sólida, ofrecía "la primera muerte de un ser querido, ahora con 50% de descuento".
El Bolsa Temporal era un coliseo de mármol y cables cuánticos, donde corredores gritaban ofertas en idiomas extintos. En el centro, Liora daba un discurso desde una plataforma flotante, su voz amplificada por altavoces de hueso de ballena:
—¡Hoy ofrecemos paquetes de inmortalidad! ¡Vivan eternamente… en fragmentos! ¡Experimenten su boda, su primer beso, su último aliento, una y otra vez!
Clara saltó al escenario, la Llave del Ocaso brillando como un faro en la oscuridad cronológica.
—Esto termina ahora, Liora.
—¿Termina? —Liora rió, multiplicándose en diez versiones de sí misma, cada una representando una década diferente—. Soy el tiempo mismo, madre. Y el tiempo… no tiene final.
La batalla fue un torbellino de realidades superpuestas:
Liora 1 (años 50) convocó un enjambre de Jameses de ciclos pasados, sus rostros desfigurados por el olvido, que atacaron a Clara con recuerdos afilados.
Liora 2 (años 90) desató una burbuja temporal donde Samuel envejecía décadas en segundos, su cabello cayendo en mechones blancos mientras luchaba por respirar.
Liora 3 (años 2020) creó un bucle infinito del peor recuerdo de Clara: su muerte en el ciclo 0, ahogándose en un mar de tinta mientras James ciclo 0 reía.
Mara intervino, extendiendo sus tentáculos para absorber el exceso de tiempo y lanzarlo como proyectiles contra las Lioras.
—¡Usa la Llave en el núcleo! —gritó, señalando una esfera de energía flotante que pulsaba como un corazón mecánico—. ¡Es su fuente de poder!
Clara saltó, esquivando cronobalas que borraban fragmentos de su pasado, y clavó la Llave en el núcleo. Una explosión de luz blanca borró el mercado, revelando un vacío atemporal donde los gritos de los comerciantes se extinguieron en ecos.
En la Torre Eón, el verdadero Liora observó la destrucción desde su oficina de cronocristal. En sus manos, un James ciclo 0 reconstruido dormía en un tanque de líquido amniótico temporal, conectado a una máquina que hilaba horas con su sangre.
—Despierta, amor —susurró, acariciando el vidrio—. Tu turno está cerca.
Clara y Samuel despertaron en un parque de 2137, ahora revertido a 2023 gracias a la Llave. El precio fue alto: Mara yacía convertida en estatua de coral, sus tentáculos sosteniendo el libro abierto en la página 404: «Error: Tiempo no encontrado». La Llave del Ocaso, rota en tres fragmentos, brillaba con mapas estelares.
—No fue suficiente —Clara tomó un fragmento que mostraba coordenadas hacia el Reloj Primordial—. Liora sigue ahí… y ahora tiene a James.
Editado: 11.03.2025