Capítulo 27

Las Raíces del Roble Eterno.

El roble no estaba en un jardín, sino en el ombligo de la Ciudad Multitemporal. Sus raíces atravesaban las tres eras como venas colosales: en 1946, era un árbol joven donde James y Clara compartieron su primer beso bajo una lluvia de pétalos de manzano; en 2023, un tronco carbonizado por un incendio que jamás ocurrió; en 3023, una torre de nanotubos que emitía sinfonías cuánticas. Ahora, fusionado en una sola entidad monstruosa, sus ramas sostenían el cielo fracturado, cada hoja un reloj que marcaba una hora distinta.

Clara corrió entre calles donde el tiempo sangraba ámbar:

En la Avenida de las Sombras: Soldados de la WWII disparaban a drones del 3023 desde trincheras que se transformaban en apartamentos de 2023, sus paredes derritiéndose como cera sobre fotos familiares borrosas.

Plaza de los Espejos Rotos: Hologramas de Samuel, joven y anciano, gritaban advertencias contradictorias desde pantallas estáticas. "¡Salva a Liora!" rugía el Samuel de 18 años, mientras el anciano de 90 susurraba: "Mátala para que el ciclo se rompa".

Mercado de las Lágrimas Secas: Las Ecos-Liora, ahora libres del control de Elvira, luchaban contra versiones corruptas de sí mismas. Sus guadañas chocaban en estallidos de luz ámbar que dibujaban ecuaciones prohibidas en el aire.

Kai y el James original cubrían a Clara mientras avanzaban hacia el roble. El clon adolescente (Ciclo -1) sangraba líquido dorado, cada paso suyo dejando charcos que reflejaban el desierto donde Elvira se retorcía, su cuerpo mitad máquina arañando la arena como un animal herido.

—El núcleo del Reloj está en las raíces —dijo el clon, señalando una puerta tallada en el tronco con runas que coincidían exactamente con la cicatriz espiral de Clara—. Pero solo tú puedes cruzarla. Es tu firma… tu maldición.

Dentro del roble, Clara encontró una biblioteca atemporal. Los estantes eran vértebras de Cronos, brillantes y pulidas, y los libros corazones momificados de versiones suyas fallidas. En cada lomo, un título escrito en tinta de tiempo: "Clara la Despiadada", "Clara la Olvidada", "Clara que Eligió el Amor". En el centro, sobre un pedestal de uñas humanas fundidas, Elvira aguardaba junto a un reloj de arena donde flotaba el James verdadero (Ciclo 0), congelado en su último suspiro de 1946.

—¿Ves lo que nos hiciste hacer? —Elvira acarició el reloj de arena, activando visiones de ciclos anteriores:

Ciclo 12: Clara y James escapaban juntos en una carreta tirada por caballos mecánicos, abandonando a Liora en una realidad donde el cielo era de lava solidificada.

Ciclo -4: Elvira y James como amantes en una Atlántida próspera, bebiendo néctar de flores que cantaban en hexagramas, antes de que Clara lo "robara" en una noche de eclipse sangriento.

—Él era mío primero —susurró Elvira, con voz quebrada por estática—. En cada ciclo, tú lo corrompes. Lo conviertes en un mártir de tu causa… ¿y por qué? ¿Por una niña que ni siquiera es tu hija?

Clara intentó replicar, pero el Eco de Samuel en su mente tomó control, hablando a través de sus labios con voz distorsionada:

—¡Tú también has fallado! —rugió, usando su garganta—. ¿Cuántos James has enterrado para salvar a un fantasma? ¿Cuántas Lioras has quemado en tu altar de bucles?

El enfrentamiento se interrumpió por un estruendo que sacudió las raíces del roble. Kai, usando el fragmento de espejo como bisturí dimensional, había tallado un agujero en la realidad del tronco. Tras él, el James holográfico de 3023 luchaba contra una versión mecánica de Clara-7, cuyo brazo derecho era una sierra circular que emitía risas grabadas de Liora.

—¡Usa esto! —Kai lanzó a Clara el relicario de flores. La Liora microscópica saltó al reloj de arena, creciendo hasta convertirse en un árbol de luz que envolvió a James Ciclo 0. Sus ramas eran pentagramas vivientes, sus frutos esferas de tiempo puro.

Elvira enloqueció. Su brazo mecánico se transformó en un látigo de segundos congelados que azotó el aire, creando grietas por donde se filtraban ecos de Atlántida:

—¡No puedes tenerlo! ¡Él es mi final perfecto! ¡Mi obra maestra!

Mientras luchaban, el clon adolescente arrastró su cuerpo destrozado hasta el núcleo del roble. Con manos temblorosas, vertió el líquido dorado (savia del Reloj Primordial que llevaba en sus venas) en las raíces expuestas.

—Las Lioras… no son errores —tosió, mirando a Clara con ojos que reflejaban todas las edades a la vez—. Son disculpas… cartas de amor que el tiempo nunca envió.

El roble estalló en llamas blancas que no quemaban, sino que revelaban. En cada llama, Clara vio momentos robados:

Liora-7 aprendiendo a nadar en un mar de mercurio.

Liora-22 escribiendo un poema en la corteza de un árbol que crecía hacia atrás.

Liora-Ω abrazando a un Samuel que nunca murió.

El James original, atrapado en 1946, comenzó a desvanecerse. Antes de desaparecer, sus dedos se cerraron alrededor del relicario de Clara:

—Encuentra la carta bajo el escritorio —susurró, su voz desvaneciéndose en un suspiro musical—. La escribí para… para la Clara que podría perdonarme.

Fuera, la Ciudad Multitemporal colapsaba en espiral. Samuel, ahora un Eco estable con el uniforme desgarrado de Guardián, extendió los brazos. Su cuerpo comenzó a disolverse en ecuaciones vivientes que tejían una red entre las eras:

—¡Corran! ¡Yo sostendré las realidades! —gritó, su rostro desvaneciéndose hasta ser solo un par de ojos llenos de estrellas fallidas—. Y Clara… dile a Liora que su tío Samuel finalmente entendió el dibujo.

Clara y Kai saltaron por un portal de hojas quemadas que los depositó en una versión intacta de la biblioteca abandonada. En el suelo, bajo el escritorio victoriano, una carta de 1946 esperaba con el sello intacto. La tinta desprendía un olor a bergamota y lágrimas:

"Para Clara, la mujer que amé en cada instante, incluso en los que borré. Si lees esto, busca el reloj bajo las raíces del roble. No el de madera… el otro. Cronos duerme allí, y solo tú puedes despertarlo para que todo esto termine. Perdóname. - James"