La herencia del silencio

Capítulo 33

La Semilla en el Laberinto de Espejos.

La derrota de Elvira en la Torre del Tic-Tac fue una mentira útil. Mientras la coalición se refugiaba en las Catacumbas del Alba, un complejo de túneles donde el tiempo sangraba más lento, Clara estudió la página del Libro de las Horas Vacías. Las palabras "El Jardín del Origen solo florece con la semilla del primer sacrificio" brillaban con sangre seca. Al tocarlas, revivió el instante en que Liora-1498 murió abrasada por el meteorito: el primer sacrificio.

—No es un lugar físico —susurró la Dra. Talia, trazando ecuaciones en el aire con un lápiz óptico—. Es un evento… una herida en el tiempo que solo tú puedes abrir.

Para encontrar el Jardín, Clara usó su cicatriz como brújula. Al presionarla, la piel se abrió en un mapa holográfico de raíces doradas que señalaban tres pasos:

El Espejo que Muestra el Vacío: En las ruinas de la biblioteca donde todo comenzó.

El Puente de las Preguntas No Hechas: Un sendero entre realidades que exigía verdades ocultas.

El Último Umbral: Una puerta guardada por el Guardián del Primer Latido, una entidad que se alimentaba de mentiras piadosas.

Kai, con su brazo petrificado convertido en arma de obsidiana, insistió en acompañarla:

—Si caes, alguien debe recordar cómo reírse de tus errores.

Samuel se quedó atrás con los Ecos redimidos, cuya existencia dependía ahora de un reloj de arena invertido. Los Androides Liora, conectados a la canción del meteorito, escoltaron el grupo.

En la biblioteca abandonada, el escritorio victoriano había mutado. Sus cajones eran mandíbulas de madera, y en su superficie, un espejo líquido reflejaba no rostros, sino ausencias.

—Debes mostrarle lo que más temes —advirtió el James Holográfico, su voz distorsionada por estática—. Pero cuidado… Elvira vigila estos espejos.

Clara se miró. El reflejo mostró un futuro donde ella gobernaba las eras como tirana, con Liora y Kai convertidos en estatuas de tiempo. Detrás, Elvira aplaudía:

—¿Ves? Todos llevamos ese germen.

Para romper el hechizo, Clara debió admitir en voz alta:

—Tengo miedo de salvarlos más de lo que temo perderlos.

El espejo estalló, revelando un túnel de relojes derretidos que llevaba al Puente:"El Puente de las Preguntas No Hechas".

El puente era una serpiente de cristal suspendida sobre un abismo de ecos invertidos. Cada paso exigía responder preguntas talladas en el aire:

-¿Qué olvidó Kai al salvar tu vida

—Olvidó que Samuel le enseñó a nadar en un lago que ya no existe —respondió Clara, sintiendo cómo el puente absorbía el recuerdo.

¿Por qué el clon Ciclo -1 eligió morir?

—Porque amaba a Liora tanto como yo… y eso lo hizo real.

¿Qué le prometiste a James en 1946 que nunca cumpliste?

Clara vaciló. La respuesta («Prometí dejarlo ir») le quemó la lengua, pero al decirla, el puente los llevó al Último Umbral.

La puerta era un arco de costillas de ballena fosilizadas, custodiado por una criatura con cuerpo de niño y cabeza de reloj de arena. El Guardián habló en versos:

"Soy la verdad que enterraste bajo flores,

la deuda que pagarás con horas.

Para pasar, ofrece un dolor que no sanó…

o conviértete en lo que más temes yo".

Kai dio un paso adelante, pero Clara lo detuvo. Sacó del relicario la Liora microscópica, ahora una semilla de luz pulsante:

—Te doy mi primer dolor —dijo, colocando la semilla en las raíces de la puerta—. El día que elegí el tiempo sobre ella.

El Guardián devoró la semilla, y sus engranajes giraron hacia atrás. Con un gemido, reveló el Jardín del Origen: un campo de meteoritos florecidos donde cada roca era un ciclo fallido. En el centro, el Árbol del Primer Sacrificio crecía con raíces de cartas nunca enviadas.

Al tocar el árbol, Clara comprendió la verdad: el Jardín era una celda. Los pétalos de los meteoritos se cerraron alrededor del grupo, y Elvira emergió de un capullo de tiempo estancado:

—Gracias por traerme la semilla —susurró, absorbiendo la energía del árbol—. Ahora, verán el nacimiento del verdadero tiempo.

El suelo se abrió, liberando al Feto Temporal de la Torre del Tic-Tac, ahora gigante y hambriento. Su cordón umbilical de luz se enroscó en Clara, drenando sus recuerdos de Liora para alimentar su crecimiento.

Mientras Kai y los Androides luchaban contra Elvira, Clara tuvo una visión: el Feto no era Cronos… era Liora-0, la versión original que murió en 1498, convertida en diosa del tiempo por el odio de Elvira.

Clara apuñalo su propia cicatriz para liberar un torrente de tiempo puro, gritando:

—¡Si el Jardín necesita una semilla, yo seré la tierra maldita!



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En el texto hay: misterio, viajeeneltiempo, aventura

Editado: 11.03.2025

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