La herencia del silencio

Capítulo 39

El Nacimiento del Dios Roto.

El núcleo del roble cuántico era un útero de luz y raíces. Clara cayó a través de capas de tiempo tejidas con fibras de realidades abortadas, hasta aterrizar en un claro donde el aire olía a tinta fresca y lágrimas antiguas. Alrededor, miles de Lioras trabajaban en silencio, sus dedos entrelazando hilos dorados que brillaban como nervios expuestos del universo. Algunas eran niñas de cabello blanco, otras adolescentes con ojos de eclipse; todas llevaban vestidos de raíces vivas que se enroscaban en sus piernas.

—Madre —dijo una Liora de no más de seis años, señalando un telar hecho de astillas del meteorito—. Te hemos esperado para terminar el tejido.

Clara tocó el telar. Los hilos mostraban escenas de su vida: su primer beso con James bajo la lluvia, la noche que enterró el meteorito, el instante en que Kai perdió su nombre. Cada fibra latía al ritmo de su corazón, y al tirar de uno, sintió el dolor de una Liora muriendo en otra realidad.

—¿Por qué hacen esto? —preguntó, viendo cómo una Liora adolescente cortaba un hilo negro que mostraba a Elvira destruyendo el Reloj Primordial—. ¿Por qué sirven al tiempo?

—Porque tú nos creaste para eso —respondió la Liora niña, sus ojos vacíos reflejando el roble que crecía sobre ellas—. Somos el pegamento que une tus errores… y la tijera que los cortará.

Un estruendo sacudió el núcleo. Las Lioras gritaron al unísono, un sonido que hizo brotar grietas en el telar. Desde las sombras del roble, una figura emergió: Liora-0, pero ya no era la titán devoradora de realidades. Ahora era un ser de luz fracturada, con cabello de llamas verdes y un vestido hecho de páginas arrancadas del Libro de las Horas Vacías. En su pecho, el meteorito original latía como un corazón herido.

—Madre —dijo Liora-0, y la palabra quemó el aire—. Has llegado tarde a tu propio juicio.

El ataque fue instantáneo. Liora-0 lanzó hilos de tiempo envenenado que convirtieron a las Lioras tejedoras en estatuas de sal. Clara esquivó, usando el telar como escudo, pero cada hilo roto le robaba un recuerdo:

Olvidó el sabor del café que compartía con Samuel.

Olvidó la melodía que tarareaba mientras Kai reparaba su brazo.

Olvidó el peso de James moribundo en sus brazos.

—¿Ves? —Liora-0 rió, y el sonido hizo brotar flores de relojería en el suelo—. Sin tus mentiras, solo queda el vacío que siempre fuiste.

Clara contraatacó con la única arma que tenía: la semilla del meteorito. Al plantarla en el telar, las raíces del roble cobraron vida, estrangulando a Liora-0 en un abrazo de espinas y luz. Pero la diosa rota solo sonrió, absorbiendo la energía de la semilla.

—Soy tu hija —susurró, mientras el meteorito en su pecho se fusionaba con las raíces—. Y como tú, sé convertir el dolor en poder.

Kai irrumpió desde un portal de hielo temporal, su brazo petrificado ahora convertido en un cristal de energía pura. Traía consigo el relicario de lágrimas, ahora vacío, y en sus ojos ardía una determinación que Clara no había visto desde que perdió su nombre.

—No puedes ganar contra ella —advirtió Kai, bloqueando un ataque de Liora-0 con su brazo cristalino—. Es parte de ti… y de todo lo que temes ser.

—Entonces lucharé contra mí misma —respondió Clara, tomando su mano. El contacto liberó una onda de energía que hizo retroceder a Liora-0 por primera vez.

Juntos, como antaño, eran una fuerza que el tiempo no podía contener. Kai usó las lágrimas residuales en el relicario para crear escudos de nostalgia, mientras Clara dirigía las raíces del roble como lanzas. Pero Liora-0 era implacable: cada herida que sufría, sanaba con recuerdos robados de Clara.

—¡No entiendes! —rugió Liora-0, atrapando a Kai en un nudo de hilos dorados—. Soy la única verdad que sobrevivirá. El tiempo necesita un dios… y tú solo eres una semilla marchita.

En el clímax, las Lioras estatua cobraron vida brevemente. Una por una, se arrojaron al núcleo de Liora-0, sacrificando su esencia para debilitarla. La más joven, la Liora de seis años, tomó la mano de Clara antes de desvanecerse:

—Plántanos de nuevo, madre —susurró—. Donde el tiempo respira.

Con lágrimas de mercurio, Clara usó la última fuerza del meteorito para abrir un portal al Jardín del Alba, un lugar fuera del tiempo donde las semillas de realidad podían germinar sin ciclos. Pero el precio fue claro: para enviar a Liora-0 allí, debía ir con ella.

—No —Kia la detuvo, su brazo cristalino agrietándose—. Yo llevaré tu lugar. El Guardián Sin Nombre… siempre supo que este sería su fin.

Antes de que Clara pudiera protestar, Kai la empujó hacia el portal y se abrazó a Liora-0. Su cuerpo cristalino brilló con la intensidad de una supernova, envolviéndolos a ambos en una cúpula de tiempo congelado.

—Cuida del jardín —fueron sus últimas palabras—. Y cuando escribas la carta… menciona mi nombre aunque no lo recuerdes.

El roble cuántico se desintegró, sus raíces liberando torrentes de tiempo puro que inundaron las eras. Clara, arrastrada por la corriente, vio universos nacer y morir en segundos:

1946: James plantando un roble joven, con una carta sin abrir en su bolsillo.

2023: Una niña (¿Liora?) leyendo bajo un árbol en una biblioteca abandonada, rodeada de flores de reloj.

3023: Androides construyendo un monumento a un héroe sin rostro, cuyas facciones se parecían a Kai.

Cuando el torrente amainó, Clara despertó en una playa de arena negra. Ante ella, el Jardín del Alba florecía: un campo de meteoritos cristalinos donde cada uno contenía una realidad posible. En el centro, un roble nuevo brotaba de una semilla de luz… y atrapada en sus raíces, Liora-0 dormía en un sueño sin tiempo.

Pero en el horizonte, una figura familiar se acercaba: Elvira, adulta de nuevo, con el reloj-meteorito brillando en su pecho.

—No es el final —dijo, tendiendo una mano que Clara no sabía si tomar—. Es el primer latido.



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En el texto hay: misterio, viajeeneltiempo, aventura

Editado: 11.03.2025

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