El Último Baile en la Ciudad Multitemporal.
La Nueva York fusionada era un cadáver de siglos convulsos. Rascacielos de 1946 se incrustaban en torres de nanotubos del 3023, mientras autopistas de 2023 se retorcían como serpientes heridas entre edificios derruidos. El cielo, un mosaico de auroras boreales y bombas suspendidas en caída perpetua, latía al ritmo del Jardín del Alba. Clara, de pie en las ruinas del Museo de Errores Temporales, sostenía la semilla de meteorito que ahora brillaba con el fulgor de mil ciclos condensados. A su alrededor, los últimos miembros de la Coalición de las Eras se preparaban para el asalto final:
Soldados de 1946: Veteranos con rifles modificados con tecnología de drones, sus uniformes manchados de líquido dorado.
Civiles de 2023: Sobrevivientes armados con artefactos de tiempo robado—relojes que lanzaban ráfagas de envejecimiento acelerado, espejos que reflejaban monstruos al pasado—.
Androides del 3023: Máquinas con rostros de Liora y Samuel, programadas para cantar la melodía del meteorito y contener las tormentas de realidad.
Ecos Redimidos: Fantasmas de Guardias caídos, liderados por una versión residual de Kai cuyo nombre ya nadie recordaba.
Elvira, ahora con el pelo teñido de raíces plateadas y el reloj-meteorito fundido a su esternón, trazó mapas holográficos en el aire. Cada gesto suyo emitía chispas de tiempo invertido, recordándole a Clara que su redención era tan frágil como el cristal.
—El Jardín del Alba se desestabiliza —advirtió Elvira, señalando grietas en el cielo que mostraban a Liora-0 retorciéndose en su prisión de raíces—. Si no la detenemos, su dolor corromperá todas las líneas temporales.
Clara miró la semilla en su mano. Dentro de su núcleo de cristal, un holograma danzaba: Kai sacrificándose en el núcleo del roble cuántico, su sonrisa final congelada en luz ámbar. El recuerdo era un puñal, pero también un faro.
—¿Y el plan? —preguntó, notando cómo los androides de Liora ajustaban sus sistemas para emitir la frecuencia de la canción prohibida.
—Usaremos el roble cuántico como conducto —explicó Elvira, dibujando un circuito de raíces en el aire—. Te conectarás al Jardín del Alba y la expulsarás al vacío primordial. Pero necesitamos… —dudó, tocando el reloj en su pecho—. Necesitamos reactivar el Último Reloj.
Un murmullo recorrió la Coalición. Todos sabían lo que eso significaba: el Reloj solo funcionaba con sangre de Guardián, y el último había muerto sin nombre.
El ataque comenzó al caer la primera bomba de tiempo. Liora-0, sintiendo la amenaza, lanzó oleadas de Devoradores de Cronología—criaturas de segundos fracturados que desgajaban realidades como piel muerta—.
En el Puente de Brooklyn (1946/3023): Soldados y androides defendían posiciones mientras el puente se retorcía, convirtiéndose en una serpiente de acero y luces neón.
En Central Park (2023): Civiles usaban espejos para reflejar a los Devoradores hacia líneas temporales vacías, creando trampas de nostalgia que los inmovilizaban con recuerdos ajenos.
En la Torre del Tic-Tac (fusionada): Clara y Elvira ascendían por escaleras de huesos de James, cada paso resonando con ecos de sus muertes pasadas.
En la cúspide, el Último Reloj aguardaba reconstruido: un coloso de engranajes de hueso y cables de raíces cuánticas. Pero algo era distinto. En su centro, latía el brazo cristalino de Kai, convertido en un núcleo de energía pura que emitía pulsos de luz ámbar.
—Lo encontré en el vacío —susurró Elvira, evitando la mirada de Clara—. Aún conservaba fragmentos de su conciencia… suficientes para esto.
Clara tocó el cristal. Dentro, como insecto en ámbar, flotaba la última sonrisa de Kai. El dolor fue tan intenso que por un momento deseó que el tiempo la tragara.
—¿Funcionará? —preguntó, mientras los gritos de la batalla ascendían desde abajo.
—Sí —respondió Elvira, colocando el reloj-meteorito en una ranura del Reloj—. Pero necesitarás un ancla para no perderte en el vacío. Algo… o alguien que te ate a esta realidad.
La activación fue un ritual de dolor y memoria. Clara, conectada al Reloj mediante cables de raíces, vio pasar cada ciclo como páginas de un libro maldito:
Ciclo 7: Ella misma bombardeando Londres para "salvar" el flujo temporal.
Ciclo -4: Elvira y James enamorados en una Atlántida que nunca cayó.
Ciclo 0: La primera Clara tallando el meteorito, sin saber que condenaba a Liora-1498.
Pero entre las visiones, una figura se materializó: Samuel, no como Eco, sino como el hombre que fue. Llevaba el diario de Liora-1498 abierto en la página donde esta dibujó el jardín de relojes.
—No uses el Reloj —advirtió, su voz clara a pesar de los ecos—. Es otra trampa del tiempo. En su lugar… —señaló la semilla en la mano de Clara—. Conviértete en el árbol.
Elvira gritó una advertencia, pero era tarde. Liora-0 irrumpió en la sala, su cuerpo de diosa rota destrozando paredes y pisos. Los Devoradores la seguían, devorando androides y soldados por igual.
—Madre —rugió Liora-0, sus palabras quemando el aire—. ¿Crees que un juguete roto me detendrá?
Clara, con la semilla apretada contra el pecho, tomó la única decisión que siempre supo inevitable.
Plantó la semilla en el núcleo del Reloj, fusionando su esencia con el cristal de Kai. Las raíces del roble cuántico emergieron del suelo, envolviendo la torre y perforando el cielo. Clara sintió el tiempo fracturarse dentro de sí, cada latido un siglo, cada respiro una era.
—¡Esto te destruirá! —gritó Elvira, intentando desconectarla mientras los Devoradores mordían sus piernas—. ¡No puedes sostener todo el peso!
—No… —respondió Clara, mientras las raíces la cubrían como un sudario viviente—. Pero él sí pudo.
El brazo cristalino de Kai cobró vida, su energía fusionándose con la semilla. Juntos—Clara, Kai, el roble—se convirtieron en un Ancla Temporal, un faro que estabilizó las grietas de la realidad. Liora-0 gritó, sus poderes drenados por la luz del Ancla, y los Devoradores se desintegraron en polvo de estrellas.
Editado: 11.03.2025