La Herencia Maldita. Libro I

CAPITULO 6

CAPITULO 6

La ambulancia avanzaba a gran velocidad, pero las calles estaban llenas de baches y surcos, como un reflejo de la situación en la que se encontraban Irwin y Diana.

Diana no paraba de gritar y llorar suplicando a Irwin a dejarla ir, no hacerle daño, etc. Pero Irwin justo ahora no tenía tiempo para explicarle todo.

En un momento, un salto de la camioneta sobre un bache dio un golpe brusco a Diana y lanzó a la chica contra el costado de la camilla dándole un fuerte golpe en la cabeza.

Diana perdió la conciencia y las suplicas y llanto se cortaron.

Irwin la miró con preocupación, sus instintos estaban gritando que algo iba mal.

—Diana, ¿estás bien? —preguntó, pero no recibió respuesta. La cabeza de Diana cayó hacia un lado y su cuerpo se quedó inmóvil.

Irwin largó un insulto al aire, doblo en la próxima esquina y frenó la ambulancia en una calle desierta. Acelerar y detenerse en medio de la nada lo dejaba vulnerable, pero no tenía otra opción. Necesitaba verificar que Diana estuviera bien.

Mientras tanto, sacó su celular, marcando rápidamente el número de Adriana. Su corazón latía con fuerza mientras esperaba que ella contestara.

—Hola —la voz de hielo de Adriana no era prometedor de una conversación tranquila.

—Adriana, necesito que me escuches—dijo Irwin con voz tensa—. Estoy con ésta chica en una ambulancia. Me escapé del hospital con ella.

—¿En serio? —dijo Adriana con un tono burlón. —¿y que están haciendo los dos en una ambulancia? ¿Jugando al doctor y la paciente?

—Adri, por favor…—empezó Irwin pero no sabía cómo continuar. —a esta chica la querían matar en el hospital, me peleé con un tipo armado…

Adriana estaba escuchando sin contestar nada.

—¿Adri, estas allí?

—Si. Lo que estoy pensando ahora es que tú te agarraste con un tipo armado para defender a una chica que conociste hace un par de horas. ¿Pero qué hiciste por mí, desde que estamos juntos?

Ahora Irwin hizo una pausa.

—¿Estas allí? —preguntó Adriana, otra vez con el tono burlón. —¿estas tratando de recordar para contestarme la pregunta que te hice? No te esfuerces, no hubo nada de eso.

—Adri, ¿podemos hablar de eso después?

—Está bien —dijo Adriana con un toque de diversión falsa en la voz —cambiemos de tema.

Irwin suspiró con alivio.

—Las huellas digitales que me mandaste—dijo Adriana —pertenecen a una tal Diana Rodríguez. La hija del recién fallecido Gabriel Rodríguez, que era dueño de la empresa farmacéutica Rodríguez y C°. Así que salvaste a una heredera multimillonaria. Con razón que alguien quiere verla en la tumba.

Irwin respiró hondo, tratando de armar el rompecabezas que se formó en su mente.

—¿Y qué haremos ahora, Adri?

Adriana hizo otra pausa tratando de tomar una decisión muy importante. Finalmente suspiró y se lanzó.

—Está bien, voy a hablar con mi padre sobre esto. Tal vez haya algo que podamos hacer. Tu quédate allí más escondido que un ratón.

Antes de que Irwin pudiera responder, Adriana cortó la llamada, dejándolo con un vacío en el estómago.

Irwin tomó un momento para calmarse, apoyando la cabeza en el volante.

“Así que se llama Diana” —pensó Irwin y se dio vuelta para ver a la chica.

Después salió de la camioneta y subió de atrás.

Se sentó al lado de la chica.

Ahora parece que está durmiendo. Su respiración era estable y tranquila.

—Vamos a salir de ésta, Diana —murmuró, aunque no sabía si ella lo escuchaba.

***

Adriana cortó la llamada con Irwin y salió de su habitación con el celular en la mano. Se fue al comedor donde su padre, Raúl, estaba sentado, revisando unos documentos.

—Papá, necesito hablar contigo —dijo Adriana con su voz grave.

Raúl levantó la vista, prestando atención a su hija.

—¿Qué sucede?

—Irwin se ha metido en un lío. Encontró a una chica herida en la carretera, y resulta que es Diana Rodríguez, la heredera de una farmacéutica. La quieren matar, y creo que Irwin se está involucrando más de lo que debería.

Raúl frunció el ceño, procesando la información. Su mirada se tornó seria.

—¿Diana Rodríguez? —repitió—. He oído hablar de ella. Su padre falleció hace poco, y ahora tiene toda la fortuna a sus pies.

Adriana asintió. Le comentó brevemente todo lo que pasó.

—Irwin se está encargando de ella, pero va a necesitar tu ayuda.

Raúl se quedó en silencio, evaluando las opciones.

—Hay un lugar donde podemos esconderla. Un refugio seguro —dijo finalmente—. Tal vez podamos pensar en un plan para protegerla.

—Llámale a Irwin y pásale ésta dirección —dijo Raúl, levantándose.

Adriana asintió, decidida. Estaba segura que su padre lo iba a resolver. Sacar a Irwin del lio que este chico se metió. Sin embargo, un presentimiento feo le pesaba con una piedra en el pecho. Tal vez eran celos.

***

Marco subió a su auto y aceleró alejándose del hospital. La misión había fallado, y la frustración le comía por dentro. Carlos no toleraría un fracaso. Mientras conducía, Marco sacó su celular. La luz de la pantalla iluminó su rostro preocupado.

—Carlos —dijo con voz tensa al contestar la llamada—. No pude cumplir la misión. Hubo un chico bien entrenado que se metió en el medio. Me disparó y huyó con la chica.

Del otro lado del teléfono se hizo un silencio funerario.

—Me dijeron que tú eras un profesional. —Finalmente dijo Carlos largando chispas de metal en su voz.

—Todo pasó muy rápido y además, no me dijiste que voy a tener que enfrentar a una competencia.

—¡Yo no mandé a nadie más para matar a la chica! Y que ahora tengo que averiguar quién la protege. En vez que hacer tu trabajo me agregarse más problemas. ¿Tienes idea donde pueden estar ahora?

—No lo sé. El chico la llevó en una camilla y ahora probablemente ya no están en el hospital —respondió el Marco.




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