La pronta caída del sol proyectaba varios colores, tonos y efectos en el cielo.
Una lluvia o fuerte tormenta se avecinaba, eso era obvio, bastaba con ver las nubes oscuras que íbamos pasando. Cada vez nos acercabamos más a nuestro destino, deseosos en el fondo de nunca llegar a el.
Su rostro lucía triste mientras observaba a nuestro pequeño retoño con ojos llorosos.
Odiaba verla llorar.
Sentía como parte de mi corazón se partía al verla de esa manera.
- Psique - susurre mientras frotaba suave su hombro en un gesto que buscaba ser reconfortante.
Pero que gesto podría ser reconfortante para una madre que estaba por separarse de su única hija?
La luz de sus ojos?
Ella tan solo se mantuvo en silencio, mientras observaba el pequeño vestido rosado que le había puesto a nuestra pequeña niña.
Ella dormía plácidamente en los brazos de su madre, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor.
- ella estará bien Psique - susurré nuevamente.
El cielo cada vez estaba más oscuro, y nos encontrábamos volando entre las nubes con la bendición de Zeus, el cual reflejaba también su dolor con los rayos y truenos que aparecían por la partida de nuestra pequeña.
Ella no dijo nada, tan solo calló, nunca había callado, normalmente su lengua que pronunciaba lo primero que se le venía en mente era lo que más me había enamorado de ella.
A lo lejos la casa se iba observando, rodeada de grandes árboles, o para ser bien sinceros un bosque completo.
Ella también la vio. De sus ojos una fina lágrima de tristeza cayó.
¡Psique Querida!
Llegamos a la entrada de la casa, la cual nos recibía con un pequeño techo que nos acogería de la pronta lluvia que se acercaba.
Marcus y Elena, se encontraban dentro de la casa, dispuestos a recibir en brazos a nuestro pequeño milagro.
- Psique, querida, ya es hora - susurro.
- lo sé - susurró rendida y con la voz rota. Ella nunca se rendía.
- estaremos para ella cuando nos necesite, y algún día volverá a nosotros - le prometí, sabiendo con certeza que así sería.
- pero pasarán años hasta que encuentre a su Mate - ya no aguantando las lágrimas.
Sus bellos ojos celestes cubiertos por sus delicadas lágrimas, rompían mi corazón.
- no pasarán años, él la encontrará a ella demasiado rápido - interrumpió de repente esa voz que conocía de hace años atrás.
Ambos giramos para verlo, su corona adornaba su cabeza ostentosa, sus dedos cubiertos de anillos y sus ojos brillando como dos chispas de fuego al igual que siempre.
Porque era así, el fuego se encontraba en sus venas, en sus ojos y en todo lo que era.
Hades.
- Hades, que haces aquí? - pregunté observando su semblante tranquilo.
Pocas veces se tenía la oportunidad de observar al Rey del Inframundo con semblante tranquilo.
- hay algo que usted sepa y nosotros no? - preguntó Psique sin una pizca de temor.
Y allí volvía a hacer acto de presencia su lengua viperina.
- de hecho si, ayer estuve en junta con los poderosos, uno de ellos bastante peculiar debo recalcar me comentó sobre una visión que tuvo al terminar la reunión - explicaba lento, parecía muy seguro de sus palabras.
- eso que tiene que ver con nosotros? - bramó Psique.
- tranquila Psique querida, que a eso voy - intentando en vano por supuesto, tranquilizar a mi esposa - la visión era sobre el mayor de mis hijos, Leonardo, y su mate, Alexandra.
Alexandra.
Mi pequeña niña.
Nuestra bebé.
Mis oídos parecieron zumbar por un instante, y aunque sabía que no podía realizar nada por mi pequeña, un brote de esperanza surgió, al menos ya sabíamos quien sería su Mate.
Observé a Psique quien también me observó, su rostro se mostraba confundido, feliz y triste al mismo tiempo.
Simplemente una mezcla de emociones.
- pero es posible definir eso tan rápido? - preguntó Psique mientras observaba los pequeños ojos celestes de Alexandra quien acababa de despertarse.
- nosotros los del alto Tártaro tenemos nuestras habilidades al igual que ustedes los del Olimpo - explicó ambiguo.
- pues si es cierto lo que dices Hades, tienen nuestra bendición - exclamo estrechando mi mano con la de Hades.
- pero, eso no es todo Eros - expresó con los ojos preocupados - también se aproxima algo maligno, que sacudirá todo.
- que es? - preguntó rápida mi esposa.
- una guerra, los mundos entraran en combate - soltó Hades observando mi semblante lleno de tristeza y ansiedad.
- y como terminará?
- pues, la única que decidirá como terminará la guerra será la pequeña hija de Cupido - dijo, para luego dejar un pequeño beso en la frente de Alexandra y desaparecer entre la neblina de la noche.
Suspiro pesado, mi pequeña niña tendría un futuro difícil por delante.
Una larga y difícil vida para mi única descendiente.
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Editado: 15.04.2019