Al pisar Seattle lo primero que hago es llamar a Taylor, el amigo incondicional de papá, él es de su total y plena confianza; además de que está a cargo de nuestro cuidado desde incontables años atrás. Con veinticuatro años, y mi padre sigue siendo sobre protector, casi se vuelve loco cuando le propuse irme a vivir a Escala, y por supuesto que al final no lo conseguí. Christian Grey, es como un campo magnético impenetrable, capaz de amar sin medida, pero duro de roer si así se lo propone
Aún no pierdo las esperanzas de algún día lograr su aprobación, y no esperar hasta los treinta como él dice. Aunque siempre lo tomo en broma, más allá, de que casi voy por ese camino, no tengo un novio y casi no voy a fiestas. Terminaré por morir sola, con dos perros y muchos libros.
La salida del aeropuerto es un caos, gente recibiendo a su familiar, otros buscando taxi, y yo, que tranquilamente espero al hombre que vendrá por mí, sentada sobre la maleta. Lugar poco cómodo, aunque es una solución fácil. Las personas se desplazan por todo el sitio, algunos en familia y otros solos o con parejas, uno que otro con el móvil pegado a la oreja. Y justo de esto hui, demasiada gente moviéndose, preocupadas, el ruido excesivo y mi poder de distracción intervenían excesivamente al momento de escribir. Ahora estoy de regreso, no negaré que extrañaba estar aquí, toda mi vida ha sido en Seattle, es más, Seattle es mi hogar.
Por poco más de media hora, me quedo en la misma posición, y como una luz en medio de la oscuridad veo aparecer el esplendoroso SUV negro de papá. Jason Taylor, con su típica seriedad se asoma por la ventana, el hombre elegante baja del auto y llega hasta mí.
—Buenas tardes señorita Grey, siento mucho la tardanza pero el tráfico está terrible a esta hora. Hay un accidente a unas calles y eso ha detenido todo. —Que le den un tranquilizante a este hombre. —Reciba mis disculpas. Y bienvenida a Seattle.
—Vamos Taylor, dime Phoebe o Phoe, como lo desees tú. —Levanto mi trasero de la maleta para que la mueva.
—Me resultaría incómodo, señorita Grey —deja mis cosas en el maletero. —Señorita Grey es perfecto para mí.
—Si casi tenemos la misma edad, hombre. —Bromeo y él sonríe. Mamá dice que es muy serio, pero yo consigo de una u otra manera que ría. Abre la puerta delantera para que suba.
—Señorita, ¿La llevo a casa? —Con el hombre es imposible, no voy a conseguir un tuteo jamás. Amigo de mi padre tenía que ser.
—No, quiero ir con mamá primero. Por favor, llévame a la editorial.
—Señorita.
El auto se desplaza con suavidad por las calles de Seattle, muy a pesar de que fuera de él, las calles son un desastre de gente desesperada. A esto me refería, el estrés del tráfico, las personas, el movimiento de la ciudad. Es por ello que siempre busco un lugar lejos de todo esto para concentrarme en el libro, sin distracciones ni preocupaciones. Taylor estaciona el auto frente a la editorial, aprovecho para ser rebelde y bajar sin que sea él quien abra la puerta. Cuando llega a mi lado ya estoy cerrando la puerta, desaprueba mi comportamiento con una mirada digna de él, de esas que dan miedo, pero no me da ni repelús.
—Taylor, lleva las maletas a casa. Por favor, que Gail las deje intactas, no quiero que trabaje de más. Cuando llegue a casa, yo misma las desarmaré. Y una última cosa, me iré con mamá al regreso, ¿Viene Sawyer con ella, no?
—Sí, señorita, le comunicaré su petición a Gail. —Asiente. —A la orden. Sawyer se encargará de trasladarlas a ambas.
—Gracias a ti, por ir a buscarme, a pesar de que lo hice contra el tiempo.
—Estoy al servicio de la familia Grey, señorita. Es mi trabajo velar por todos.
En tres pasos está abriendo la puerta de la editorial para dejarme entrar, asiento levemente y me adentro. Cierra, se dirige al auto y desaparece entre el tráfico. Al girar, Claire está en su puesto, demasiado ocupada con no sé qué cosa, es la recepcionista del lugar desde años atrás. Levanta la vista acomodándose los lentes y me sonríe.
—Hola Phoebe. —Sonríe con picardía, aún más, desde atrás del mostrador. —Estás preciosa, te ha hecho bien el viaje, ¿Mucha playa y surfistas bronceados?
—Claire —saludo cariñosamente. —Gracias por el halago, mucha playa y nada de chicos, no fui a eso. Ahora a lo que vengo, iré con mi madre.
Me despido de ella y voy a la oficina de mamá. Ahí me recibe Hannah, su muy eficiente asistente. Bueno, a ella le debemos la existencia de Theodore, alguna vez mamá lo dijo, de hacerlo directamente, no. Más bien fue información filtrada que llegó intacta a mis oídos.
—Hola Hannah, buenas tardes. ¿Mamá está adentro?
— ¡Hola, Phoe! —Sonríe, sonríe y sonríe, ¿Cuánto va a durar esa sonrisa enorme? —Como cada día, allí la encuentras. Con la diferencia que hay mucho movimiento en estos días. Recién se terminó de imprimir el último lote de tu libro y empieza a circular por las principales librerías. La chica Grey causa mucha expectativa. Y por supuesto, eso trabajo y más trabajo.