Mi padre sabe bastante bien como poner nerviosa a una persona muy a su estilo, tan Grey... Como sólo él sabe hacerlo, es la verdad. Se lo piensa, puede que esté entre escucharme o enviarme fuera. Pasa la mano por su cabello y asiente llevando el índice a sus labios, ha tomado su decisión. Suelta un suspiro ruidoso, ha perdido en su lucha interna.
Éste es mi momento.
— ¿De qué quieres hablar? —Suelta bastante tosco. Y me bloqueo automáticamente cuando su mirada es así de oscura... Vamos, sólo dilo Phoebe. Doy un pesado suspiro.
—Quiero pedir disculpas por lo que hice, estoy consciente de que debí avisar y todo eso, pero no puedes dejarme de querer por algo tan tonto. Ya sabes como soy, actúe por impulso, porque lo necesitaba. —Mis pucheros infantiles vuelven al ataque, al menos con él tienen una función mágica. —Sé que tú eres controlador y quieres que todo funcione a tu manera, pero eso no puede ser siempre así. En la vida hay algo que se llama crecer y justo es eso lo que estoy haciendo, debes comprender que no puedes atarme para siempre. Yo te adoro con la vida y lo sabes, pero es mi momento, quiero experimentar, papá. Para ser sincera, necesita este tiempo a solas, en la distancia y soledad, conseguí acabar mi libro, estar en contacto conmigo misma. Sabes que me esfuerzo todo el tiempo en ser lo que tú quieres, discúlpame por mí impulso y por supuesto por no llamar como debía en su momento.
—Muy convincente jovencita, siempre con las palabras adecuadas. —Sonríe. —Lo he dicho desde que has empezado con tu primer palabra, ahora quiero mi abrazo.
—A la orden señor Grey. —Nos unimos en un abrazo, extrañé a papá. Puede ser el hombre más obtuso y oscuro del mundo, pero como padre nadie puede juzgarle mal. Me ha hecho tanta falta.
—Para terminar de disculparte, tendrás que hacer una sola cosa. — ¡Que no sea ir a la casa Grey, por favor no!
—A ver, dime tú que requieres de mí.
Me suelta y caminan a su escritorio, de una de las gavetas saca un sobre de manila color mostaza oscuro y con elegancia lo abre.
—Quiero ser la primer persona que tenga tu firma en su libro —mueve mi libro aún en su empaque de editorial.
— ¿Por qué lo tienes? — ¿Qué demonios? El libro aún no sale al mercado. Ah bueno, esto tiene una única explicación. Lo que ha hecho es tan de Grey, va a salir con su típico: "Porque puedo".
—Porque puedo, hija mía. —Dice con suficiencia Blanqueo los ojos. Madre santa. —Además, mi esposa es la dueña de la editorial, hay ciertas ventajas. Fírmalo y ya, quiero la mejor dedicatoria.
En silencio tomo el libro, lo abro en la primera página, ocupo el lápiz que él mismo extiende hacia mí.
Para el mejor papá del universo, con todo el amor, cariño y respeto que mereces. Por ser la piedra filosofal de mis sueños, el culpable de mi perseverancia y un apoyo incondicional durante toda mi vida.
Te quiero papá Grey.
De tu hija que te ama con todo el corazón.
Phoebe Grey Steele.
Adjunto mi firma artística y listo.
Se lo entrego y lo revisa, sonríe con perspicacia. El Grey oscuro ya no está. Al terminar de verlo camina a la caja fuerte, ese es el lugar que le brinda: ¿A un libro? Nadie mas raro que él, debería visitar a ese amigo suyo, el tal Flynn, hace cosas que no comprendo.
—No le des tantas vueltas, pequeña. —Me regresa a la tierra. —Los tesoros hay que guardarlos, un día harás tu familia y cuando te vayas, este libro va a recordarme a esa pequeña que corría en el jardín gritando que papá era su príncipe. Ya si quiero releerle, siempre tengo una editorial completa a mi entera disposición.
Con mis vestidos rosas jugaba en el jardín al lado de Teddy, corríamos y éramos felices siendo libres. El auto papá llegaba, siempre con Taylor al volante. Mi hermano era más grande y rápido, llegaba antes que yo a él. Me enojaba y decía que Teddy hacía trampa, luego de abrazar al chico ojos azules, abría sus brazos para mí. El enojo se esfumaba e iba hacia él y me susurraba: «Tú eres la niña de papá».
¿Cómo le ponemos a esto? Sentimentalismo Grey. Papá no suele expresar su sentir, no se le conoce por ser el más sensible. Lleva su máscara de hombre poderoso que le hace tener el control de todo, aunque con normalidad la tira cuando ve a mi madre o a nosotros, sus hijos. Contento las lágrimas de felicidad que amenazan con escaparse, no quiero llorar, hoy quiero sonreír, tanto cuanto pueda.
— ¿Quién dijo que quiero cambiar a mi príncipe por cualquier sapo? —Inquiero divertida, abre los brazos y camino para unirme a él. —Soy la niña de papá eternamente, Grey. Aunque tenga el cabello blanco, un millón de hijos de felpa y una casa en la montaña.
—Mi niña tozuda, tanto como su madre. Desesperante pero increíblemente adorable. Ambas consiguen que las ame, muy a pesar de que constantemente me hacen perder la cabeza. A pesar de mis enojos, que no duran demasiado he de decir, sin mi vida.