— ¿Ya has pensado en lo de la extirpación?
—Justo hablé con el médico sobre eso, me comentó acerca de la edad y esas cosas, antes de hacerlo debo hablar con mi papá para lo del permiso por recuperación. Pues voy a necesitar descanso después.
—Tampoco debes ser tan formal, Ted. Es tu padre con quien hablarás, hipotéticamente, es tu empresa.
—Son negocios, Phoebe. Y nunca relaciono a la familia con eso, además, hay uno muy importante en el que he trabajado todos estos días. ¿Crees que lo dejaría así no más? Obviamente que no.
—Necesitas tener una novia urgente. —Me mofo, pasa en casa Grey al menos nueve horas, cuando viene continuamente trabajando, puede ser un hijo ideal o un pasadito de pesado. Menos trabajo y más libertad.
—Si continúas así, de aquí a que seas el presidente de Grey Enterprises, terminarás con oxígeno.
—Lo dice quien permanece encerrada escribiendo por horas en la computadora, ¿Tienes novio, tú? No. Y más te vale que siga así, el día que tengas uno, yo mismo me encargaré de poner los puntos a las íes. —Vale, ya salió su faceta de hermano celoso. —Tengas la edad que tengas, yo voy a cuidarte.
—Eso ya lo sé, le patearás las bolas. —Río y escucho su leve risa tosca y algo desanimada. Llevo mi mano a su frente. —La fiebre está cediendo.
—Ya me siento mucho mejor, con una enfermera tan atenta como tú cualquiera revive. Otra cosa que me impide realizarme la operación a corto plazo es el baile de máscaras de los abuelos.
— ¡El baile! -Grito por dos razones: la primera es que aún no he encontrado lo que usaré, y segundo, Ava y yo no hemos pensado nada para ayudar a la tía Mía. —Tengo que contarte una cosita, hermanito.
—A ver, cuéntame. Tus noticias siempre son increíbles y muy sorpresivas, ¿Qué pasa?
— ¿Prometes no decirle nada a nadie? —Asiente, yo siempre confío en él. — ¿A qué no adivinas quién será mamá en unos meses?
—No me lo imagino, ¿Quién? No me digas que Sophie, Ava o... —Se pausa frunciendo el ceño, tras hacer tronar sus dedos vuelve a intervenir. —No, no, no... No me digas que... ¡Cristo! Ella... ¿Es la tía Mía acaso?
—Has dado justo en el clavo.
—Es que no me lo puedo creer, esto va a ser notición, notición querida hermana, ¿El padre ya lo sabe?
—No, ella no ha querido decirle, pero piensa hacerlo durante el baile de máscaras, por eso me acordé en cuanto lo mencionaste. Ava y yo le ayudaremos con la sorpresa.
—Creo que ahora sí, la abuela Grace se volverá loca. En la vida nos podríamos haber imaginado a la tía Mía con un hijo.
— ¿Quién se lo imaginaria? Si según ellos no son nada, pero nadie puede creer a un par que lleva saliendo más de veinte años, no tienen nada formal, pero de que hay algo, lo hay. De otra forma no estaríamos hablando del Kavanagh junior.
—Ya lo ves tú, Phoebe.
Bromeamos sobre nuestro más reciente tema de conversación, sobre las reacciones que habrá y quien se sorprenderá más. Yo apuesto por el abuelo Carrick y por el mismísimo tío Ethan. Yo no creo que sea él, puesto que siempre está a la espera de conseguir una verdadera relación y establecerse al fin, mientras que el abuelo ya luce convencido de las palabras de ella de seguir sola, y que ya no tendrá más nietos.
Unos leves golpes en la puerta nos distraen.
—Pase. —Respondo.
Gail asoma la cabeza. —El almuerzo está listo, ¿Les sirvo? He preparado un consomé con vegetales, por el enfermo.
—En un momento vamos, ¿O comerás aquí?
—Llevo tres días encerrado en esta habitación, hoy les haré el honor de comer afuera.
—Jodido arrogante. —Suelto mi dedo índice en su pecho. —Estaremos abajo en breve, Gail.
—Bien, pero no tarden tanto porque se les enfriará.
Sentados a mesa y con nuestras comidas al frente, cambiamos el tema de plática a los jodidos negocios, ya decía yo que llevaba demasiado sin mencionarlo. En algún punto que no puedo controlar se me escapa un bostezo, recibo un trozo de pan en la cara, si, Ted come pan cuando toma sopa, hábito que no tengo.
— ¡Deja de desperdiciar las cosas!
—Entonces deja de hacer eso mientras te hablo, empiezo a creer que te aburro.
—Ted, los negocios no son lo mío y lo sabes. —Inclino un poco el plato para coger lo último. —No es mi punto fuerte, esas cosas me aburren, muy a lo que mi padre y hasta tú quisieran. Pero lo mío son los libros, las letras, la escritura y la gramática, esas son las cosas que me encantan.
—Ya. —Murmura sin dejar de comer. — ¿Y qué más? Oye... ¿Recuerdas a Thomson? ¿El socio de mi padre que tiene un hijo demasiado estúpido?
—Bueno, no quería decirlo de una forma tan expresiva, pero sí, es ese.