Cuelgo la llamada con Ava, al fin hemos conseguido terminar nuestro plan denominado: "KavaGrey". Ya sólo queda llevarlo a cabo mañana, es el gran día, al fin se hará realidad. Guardo el móvil y dejo a mis seguidores en la entrada del local donde pasaré un tiempo. Él me está esperando en la puerta, le saludo con un beso en la mejilla.
He de decir que soy carne débil, el tipo este ha terminado por convencerme de aceptar el jodido café. Día tras día insistió, hasta que he terminado por aceptar. Nos sentamos en una mesa de Seattle Sunshine Coffe. En la puerta se mantienen Sawyer, Víctor y Radamel, los tipos que me acompañan hasta para ir al baño. En mi defensa puedo decir que el hombre ha tenido suficientes y muy buenos argumentos para que le acompañe. Su persistencia y caballerosidad, según él. Para mi es ser confianzudo e insoportable, ¿Cómo se supone que tomaré un jodido café si no me gusta? Claro, no lo haré.
—Oye, he cambiado de idea con respecto al café. —Digo.
— ¿Qué? No vayas a decirme que vas a dejarme plantado estando aquí, y luego del trabajo que me costó convencerte de aceptar. —Su cara me provoca unas inmensas ganas de reír.
—Claro que no, cuando una Grey promete algo, lo cumple. He dicho que tomaría un café contigo, pero tengo un pequeño detalle que confesar: No me gusta.
—Un té, ¿Entonces?
—Eso estaría muchísimo mejor, pero que sea twinings breakfast de preferencia, si no hay, ni modo. Te traes cualquiera.
—Sí, mi señora. —Dice con toda la fina intensión de burlarse.
Idiota alemán, le saco la lengua. Se levanta de su silla y va a realizar el pedido. Los tipos rubios son novedad siempre, sobre todo cuando tienen esos ojazos, labios hermosos y una galantería natural. El chico este es muy guapo, nadie lo podría negar y todas estas lagartijas mal entrenadas lo notan, sería más que ciego quien no lo hiciera. Si está como el mismísimo mango. ¡Alto ahí, Phoebe! Si los pensamientos fuesen castigados, yo estaría condenada de por vida, naturalmente. Paul regresa a la mesa dejando las tazas, una en cada sitio.
—Twinings breakfast. —Imita el acento británico. Idiota.
— ¿Cuántos números conseguiste en dos minutos? —Le pregunto dando un leve sorbo a mi delicioso té. Uhm, sin azúcar.
—Dos, y una invitación para una fiesta esta noche. —Bebe de su café. —Al final resulta que está sabroso tu famoso té.
— ¿Has pedido té en lugar de café?
—Quería saber que tenía de extraordinario la cosa esta para que sustituyera el café por ello, ahora te comprendo, está buenísimo.
—Mi madre me enseñó a tomarlo, desde los quince. Ayuda a que el metabolismo sea más rápido y aminora cualquier síntoma que pueda dejar el período por el cual pasamos las mujeres cada mes. —Creo que he hablado de más. Tiene un gesto divertido en su cara que provoca que lo quiera colgar de las pelotas.
—Al menos te ha enseñado a tomar algo natural, la mía es muy adicta a la coca cola, no hay día en que por lo menos no consuma una. Ella dice que es uno de sus amores, los otros somos mi padre, mis hermanos y yo. —Le sonrío. Vaya con su madre, y a mí que ni siquiera me dejaban olerla. Según ella era veneno, es por eso que ni siquiera la tomo.
—Tenemos madres muy diferentes, ¿Cuántos hermanos tienes?
—Tres. El mayor es Flyn, "El chino". — ¿Qué jodido? —No me mires así, en realidad es coreano alemán, pero Luz, mi prima le dice así. Luego están Eric y Hannah. ¿Y tú? Habla de ellos. —Se aclara la garganta pausándose. —Por cierto, me disculpo una vez más por lo de Eric.
—Perdono y olvido —murmuro. —Las penas sin alimento, mueren, y supongo que ocurre lo mismo con las malas experiencias. Regresando al tema, yo tengo solamente uno, Theodore. Y con él es más que suficiente, no soportaría tener a más jodidos controladores sobre mí. ¿Tú, eres el mayor?
—Negativo, en realidad soy el menor de los Zimmerman. Y con respecto a lo de tu hermano, creo que todos los hermanos varones somos así, sobre protectores con nuestras hermanas. Tengo el mismo problema que tu hermano, a pesar de que Hannah es mayor que yo, me veo en la tarea de velar por ella, es mi hermanita, porque es más baja que yo, le ha cogido la estatura a mi madre. Aunque pasemos en noventa por ciento del tiempo discutiendo por tonterías, ella sabe que me tendrá ahí, justo en el momento en el que me necesite. —Eso es muy tierno. Mi Ted, es igual. —Con mis hermanos vemos por ella, una vez nos enteramos de que el estúpido que tenía por novio la dejó por falta de tiempo y no sé cuántas cosas, la realidad es que el cabrón estaba con dos al mismo tiempo y la otra estaba embarazada. La noche de su despedida de soltero nos colamos en la fiesta, pusimos laxantes en las bebidas que iban a su mesa. —Escupo un poco de té, es imposible no reírme—. Y ahí no acaba, pintamos su maravilloso audi negro recién estrenado, en un hermoso rosa pastel, dibujamos corazones en los vidrios y ponchamos sus llantas. No nos descubrieron, pero mi hermana sabía que fuimos nosotros y se lo dijo a papá. Entonces, para defendernos, le dijimos el motivo. Terminó por felicitarnos y maldiciendo al chico. Mi madre fue la que a pesar de estar orgullosa de que defendimos a nuestra hermana, nos pasó riñendo toda la cena. Por la educación, los valores y que no era la forma adecuada. Tuvimos un buen regaño, pero valió la pena. ¡Dulce venganza!