La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

—17—

El mínimo movimiento realizado provoca que me punce la cabeza, duele como el demonio. Abro solamente un ojo, los rayos del sol de filtran por la ventana y me molesta. Vigilo mi entorno desde mi cómoda cama. Me levanto de un brinco y quedo sentada, los recuerdos de la noche anterior me golpean. Mi jodida cabeza, tengo el estómago muy revuelto. Me cercioro de estar en mi habitación, si, lo es. La fotografía de mi buró lo confirma. 
Papá va a matarme.

— ¡Ay no! —Murmuro para mi mientras me sostengo la cabeza.

—Buenos días, Phoebe, ¿Qué tal te trata la mañana?

Me cubro la cara con una almohada. Phoebe no se encuentra aquí. Phoebe se fue. La retiro un poco para ver a papá, Christian Grey sentado en el sillón que ocupa lugar en mi habitación, tiene puesta la camisa y el pantalón del traje, se encuentra listo para ir al trabajo. Elevo mi mirada hacia él. Está jodidamente molesto.

—Apuesto a que estuvo divertida la noche, ¿No es así?

—Papá. —Intento encontrar una mínima idea que me ayude a salir de esta.

—Ibuprofeno y zumo, estarás bien con eso.

— ¿No vas a regañarme? —Le pregunto en voz baja.

—No, no. ¿Por qué haría eso, Phoebe? Si no has hecho nada malo, solamente te comportaste como alguien que en su jodida vida ha conocido el control y las reglas. ¿Regañarte? ¿Para qué? Ya te has emborrachado, tu castigo será una cruda mal curada. En vista de que no se abre la editorial en sábado, te quiero en casa Grey a las ocho.

Miro al reloj para observar con claridad que son las seis treinta.

—Papá. Estoy muriendo, necesito dormir.

—Eso no es mi asunto. A las ocho en punto, dime, ¿Al menos comiste anoche?

—Sí.

—Menos mal que la señorita tiene cabeza. —Dice con una sonrisa burlona. —Ay, Phoebe, ¿En qué demonios pensabas?

—Lo siento, ¿Si? —En mi estómago se hace todo un relajo y corro al baño para volver absolutamente nada, no tengo nada.

Las manos de mi padre sostienen mi cabello. Mientras escupo como loca, que asco.

—Desayuna y bebe las pastillas, hablaremos en la empresa.

—Papá, estoy a punto de morirme aquí mismo.

Su expresión se vuelve más cálida, sin embargo, sus labios se encurvan. 

—En el bar de la sala hay más vino, mi querida Phoebe. Ya sabes, a las ocho.

Se desliza a través de la habitación, hasta llegar al umbral de la puerta y mostrar nuevamente su sonrisa burlona. Mi papá se ha vuelto loco, bufo y nuevamente me acuesto, quiero dormir.

—Yo que tú, no haría eso. —Abro los ojos y Thed, que está apoyado en el umbral. —Vaya guarapetita hermanita. Deberías irte a dar un baño con agua fría para que se te pase el efecto.

—No estés jodiendo, Theodore. —Mascullo fastidiada. —O te arrancaré las bolas con un saca corchos.

—Que agresiva, hermanita. Toma ibuprofeno y báñate porque hueles mal. —Le muestro el dedo del medio. —Además de borracha, malcriada. —Dice en tono mordaz antes de irse.

Con toda la pereza que el mundo pudiese imaginar me levanto para ir al baño. Si en algo tiene razón el chico, es en que quedarme a dormir, es la peor idea que se me pudiese ocurrir. Mi vida culminaría conmigo bajo tierra, bueno, no tan drástico pero algo así sería.

— ¡Demonios, mamá! —Grito al verla sentada con las piernas cruzadas una sobre otra en la cama. —Mi jodido corazón, que mala costumbre esa de entrar a mi habitación sin avisar, ¡Que me muero!

—Disculpa, te vine a dejar esto. —Señala la mesa que tiene mi desayuno y unas pastillas. — ¿Sabes lo que hiciste ayer?

—Tomar vino... Mucho vino, ¿Quizás? No tengo nada claro, ni tengo idea de cómo llegué, es como una laguna que se ha formado en mi mente.

—Muy chistosa, Phoebe. —Niega con la cabeza, su sola mirada se encarga de reñirme. —Llegaste borracha a casa, desmayada, y le dijiste a la pared que eras la reina de la noche... A las dos de la madrugada cuando todos dormíamos. Christian ni siquiera sabía de tu estado, gracias a Paul y Sawyer que me ayudaron a subirte, más tarde lo arruinaste. Por cierto, ¿Culito alemán? ¿En serio?

—Ay, no, mi papá me va a lanzar del último piso de casa Grey. —Golpeo mi cabeza con la mano. Mala idea, solo hace mi dolor más agudo y fuerte. — ¿Culito alemán?, ¿Qué me quieres decir con eso?

—Eso gritaste, mi papá pateará tu bonito culito alemán. —Hace una imitación terrible de mi voz. —Fue bastante gracioso, digo, para la circunstancia en que nos encontrábamos.

Los recuerdos de mi noche llegan poco a poco: «No, Sawyer va a matarme a mí, y papá va a patear tu lindo culito alemán».

— ¡Cristo! Se lo dije a él, ¡Se lo dije a él! —Repito. —Mamá, se lo he dicho a él.

Me mira con una ceja alzada para luego soltar una sonora carcajada. Gracias madre, sin tí nada sería posible.




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