La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

—18—

Interesante. 
La palabra vislumbra en mi cabeza.
Ahora resulta que debo acompañar a los dos, no hay más que hacer.

—Soy Phoebe —extiendo mi mano hacia ella, a la vez que aclaro mi garganta —Grey. Es un placer.

—El placer es mío. El señor Grey habla tanto de su hija, que ya siento que te conozco. —Trata de ser simpática, con sinceridad he de decir que no me agrada del todo. Tiene ese algo que no sé qué es, que transmite algo raro que me hace sentir no sé cómo.

—Claro, mi papá, me imagino que tanto lo hace. —Respondo con cortesía. —Paul.

—Phoebe. —Dice. Realiza un leve asentimiento.

— ¿A qué hora se supone que nos iremos?

—Justamente veníamos por eso. Señor Grey, requerimos de su hija para poder empezar mi trabajo.

—Ella está más que lista, ¿Verdad, cariño? —Muevo las cejas. No sé qué rayos le encuentra de divertido a esto, no para de sonreír y soltar todo con un ápice de sarcasmo. —Pueden ir en el auto de Phoebe.

Me despido de él con un beso en su mejilla, siento como si me taladrasen la cabeza. Me dedico a seguir en silencio los pasos de mis acompañantes, con la mano le digo adiós a Andrea, que lleva una serie de papeles en las manos, lo más seguro es que vaya a la oficina de papá. La tal Sylvia, se dedica a lanzar piropos, juguetear y hasta enamorar de forma descarada al único hombre que nos acompaña, acciones que él responde con sonrisas. Que mal humor el que se me ha puesto, ¡Señor! Al entrar al ascensor me acomodo al fondo, con la espalda apoyada en la pared. Cierro los ojos y me dejo llevar por la ridícula música de ambientación. Al escuchar el "din" los abro. Ellos se ofuscan en una conversación sobre el color de no sé qué cosa. Pero yo estoy muriendo lentamente.

—Señorita Grey. —Escucho que me llaman al salir del edificio. No hay nadie, pienso que mi mal estado me juega una mala pasada en contra, y que lo he imaginado. —Señorita Grey. —Insiste ahora una voz diferente. Esta vez veo a Olivia con el vaso de alguna cafetería. —Su padre le envía un té de hierbas, lo he ido a conseguir, dijo que usted sabría para que usarlo.

—Gracias Olivia. —Agarro el vaso. —Dile a mi padre que gracias por el gesto que ha tenido, ten un buen día.

—Usted también, señorita Grey. —Hace un asentimiento y se adentra a Grey house.

Doy un sorbo a mi té, percibiendo un sabor mentolado agradable, refrescante y... Grey sabe lo que hace, el mensaje de esto es mi aliento, he de apestar a vid pura. Víctor abre la puerta para dejarnos subir al auto, me deslizo en el asiento para llegar hasta la otra ventana. En cuanto cierra rodea el auto para subir y ponerlo en marcha.

—Es mala educación comer y no compartir. —Me susurra Paul al oído, provocando que dé un respingo.

—No como, bebo. Y en mi vida compartiría esto. —Muevo el vaso y doy un sorbo grande. — ¿Qué tan lejos estamos del lugar?

—Depende del tráfico. —Responde la persona a la cual NO pregunté. Ruedo los ojos. —Si es muy espeso, podemos tardar una hora, de lo contrario, de media hora a cuarenta y cinco minutos.

—Ah, ya. —Justo ahora lo he decidido, no.me.agrada.esta.chica.

Cruzo las piernas y acomodo mi cabeza en la ventana, por el color del cielo, puede que llueva.

—Phoebe. —Me hablan muy suave, tocando con delicadeza mi brazo. —Phoebe, ya llegamos.

— ¿Uhm? —Abro los ojos lentamente.

—Has dormido todo el camino, fue un espectáculo muy hermoso, pero muy a mi pesar llegó a su final. —Dice divertido, estamos solos en el auto, la puerta está abierta.

—Vete con tus tonterías a decirselas a ella. —Espeto de mal humor, quiero continuar durmiendo. Además, estoy molesta con él, esta vez no sé cual es el motivo.

— ¿Celosa, Phoebe Grey?

—No tengo por qué estarlo, y hazte para allá que invades mi espacio personal. —Lo empujo con un dedo, obviamente no logro moverlo, semejante hombre versus mi delicado dedo. — ¿Dónde está ella?

—Sylvia, no pierde tiempo. —Ya me di cuenta. —Bajó rápido para ir a hablar con alguien. Entonces, solo tú puedes invadir el espacio personal de otros. —Afirma. Frunzo el ceño. — ¿Por qué no me besas? —Pregunta haciendo sonar demasiado aguda su voz.

Claro, le he preguntado si soy bonita, el porqué no me besa y luego lo besé yo. Siento mis mejillas arder.

—Estaba borracha, Paul. —Me excuso.

—Los borrachos dicen la verdad. —Murmura con una mirada pícara, me gusta que haga eso. Le sonrío.

—Deberíamos salir, me han enviado para resolver un asunto muy diferente a este. —Digo divertida. —Vamos afuera, o tendremos a esa chica en mi auto para venir a buscarnos.

—No te agrada, a mí tampoco. Ella suele ser sofocante, estuve con ella ayer. —Ladeo los labios. —No, no de esa forma, vive en el mismo edificio donde he conseguido apartamento.




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