Son las nueve de la mañana del día jueves, ha pasado poco más de una semana desde que me puse mal, la abuela Grace fue de gran apoyo al decir que todo estaba de maravilla en mí, que los dolores de cabeza se fueron, es la primera vez que puedo salir de casa y ejercer mis labores como si nada hubiese pasado, tras una biblia de razones por la cual yo debería retomar mi vida con normalidad, papa dijo: «Está bien». Y luego se encerró en su despacho, vaya humor el del hombre. Quise remediar su enojo con una sonrisa y un beso de despedida, entonces mamá siseó: «¡Que le den en cuatro! » Y decidí que lo mejor era irnos sin más. Posiblemente en la cena esté más tranquilo y pueda darle un abrazo al más puro estilo de Phoebe Grey.
Odio la máquina de las copias, otra vez está dando problemas, eso que recién la han cambiado, yo me vuelvo loca. Consigo que salga la última copia.
— ¡Aleluya! —Exclamo alzando los brazos a modo de festejo. Media hora de mi vida perdida en medio de una discusión de lo más absurda con una máquina que se supone debería hacer las cosas más fáciles. —Purísima y real porquería. —Le saco la lengua.
¡Jum! Que madurita que soy.
—Creí que estabas mejor, pero veo que has quedado un poco más loca de lo normal. — Escucho que se mofan de mí. Sonrío, al girar me encuentro con mi hermano con las manos en los bolsillos del abrigo apoyado en el umbral. — ¿Un abrazo para tu hermano favorito?
De inmediato me lanzo sobre él, lo extrañé. Beso su mejilla en repetidas ocasiones.
—Te extrañé un montón, pedazo de hombre.
—Yo también, pero pesas un montonal de libras y mi espalda pide a gritos libertad. Pensé que al estar enferma bajarías de peso, pero ¡Uff! Que gorda te ves. —Me deja en el suelo y aprieta mis mejillas. —Una pulga panzona.
—No extrañaba tu humor negro, deja de decirme gorda, que no lo estoy, ¡Eh! Que ni peso tanto, ¡Estúpido! —Vuelvo a abrazarlo, él hace lo mismo y puedo percibir su alivio.
—Papá me contó lo ocurrido, quería venir corriendo, pero el tipejo del negocio me tenía de las bolas. —Su tono al decirle me hace reír. —Es mi negocio principal y no lo iba a dejar que se saliese con las suya. Pero créeme que estos días no dejé de pensar en mi hermana menor y lo que le pasó. ¿Por qué esos hijos de puta no se meten conmigo?
— ¿Al menos le mandaste a tomar por el culo? —El asiente. —Siendo así, no importa cuanto tardaste, sino, que estás aquí.
—Te quiero, mocosa. —Besa mi frente.
Alguien se aclara la garganta justo detrás de nosotros, su aroma la delata, me separo de él para poder verla, tiene en su rostro la seriedad puesta.
—Es un lindo espectáculo, pero, ¿No creen que su madre también merece amor?
—Celosa. —Siseo con sorna haciéndola sonreír. Mi hermano acude a ella y con un enorme abrazo le dice:
— ¡Mamita linda! La más hermosa, perfecta, cariñosa, guapa y talentosa del universo.
Le reparte besos por toda la cara, y le dice cuanto le quiere. La mantiene en sus brazos y ella lo disfruta, me lo dice la enorme sonrisa que mantiene en su rostro, amo a mi familia.
—Vamos, deja de ser tan zalamero, que me acabas de soltar que soy tu favorita de la familia y me extrañaste más que a nadie de la familia.
— ¡Phoebe! —Me riñe como si hubiese hecho la peor cosa en el mundo. —No le creas, mamá. Que hija más mentirosa tienes, ni la extrañaba tanto. Tú, muy mal. —Me señala.
Llevo la mano sobre mi pecho, en la parte del corazón. Abro mi boca forma una enorme "O" Lo que me permite ocultar un pequeño bostezo que humedece mis ojos, acabo haciendo morritos.
— ¿Lo ves, mamá? Es un grosero, me has dañado mi sensible corazón. No me vuelvas a hablar en toda tu vida.
—Ay, Cariño. —Mamá lo suelta y me abraza. —No le digas esas cosas, que anda susceptible y luego se suelta como Magdalena y no hay quien la pare.
— ¡Oye! —Gruño y la suelto. —Si esa es tu forma de animarme, déjame decirte que no funciona. Mejor me voy a mi lugar, ustedes solo me atrasan. —Giro para recoger mis papeles.
—Hey, hey, hey. —Sisea Theodore. —Era solo una broma, Phoebe.
—Tu culo, Raaaay. —Alargo la letra "A" sé cuanto le molesta. El frunce el ceño y me dispara misiles con la mirada.
—Ya estamos. —Murmura mi madre.
Golpea su frente con la palma de la mano mientras niega, si, ya estamos. Esas típicas y absurdas peleas de hermanos que no llevan a nada, la estamos realizando en el lugar menos apropiado. Con normalidad las tenemos solo en casa, y acabamos siendo reñidos por papá. Él me mira, yo lo miro, ninguno dice nada. En arca una ceja y yo hago lo mismo, es azúl contra gris, la dulce mirada de mamá, con la fría y calculadora de papá, enchina los ojos y yo lo copio. Aquí habrá un ganador y seré yo. Mamá se deleita viendo la guerra silenciosa que nos tenemos. La gente que camina por los pasillos se detiene a observar el pequeño espectáculo. Eso si que no.
—A trabajar. —Ordeno apartando la mirada de Theodore y dirigiéndola a ellos. —Ahora. —Les gruño, de inmediato se esparcen. —Y tú, ¿Qué? —Siseo sin titubear a mi hermano.
Eleva sus manos a modo de rendición.
—Bien, el ogro Grey ha ganado. —Murmura burlesco, le pongo los ojos en blanco. —Vaya, pero que carácter más cabrón.
—Estoy aquí. —Mamá se acerca a mí. —Theodore, has sacado el olfato y visión para los negocios de tu padre, pero esta dulzura hermosa de aquí, se quedó con la mejor parte, un carácter bien jodido. Luego te disculpas con esas personas, Phoebe.
—Ya lo sé. —Soy una combinación rara, controladora como él, pero dulce como ella. En cuanto sé que me he pasado de grosera me quiero morir. —Braulio me espera con estas cosas, nos vemos después, mamá.
—Adiós, hermanito precioso. —Thed imita una voz de mujer. —Eres el mejor, te quiero tanto, un beso para tí. — Me aprieta entre sus brazos, intento safarme pero es inútil, el hace trabajo de gimnasio, yo no. Me suelta y aprovecho para irme, me giro cuando le escucho decir—: Cuidado con ese Braulio, no vaya y sea la de malas y Zimmerman se enoje. —Escucho la risita de mamá, aunque no le veo. Le muestro el dedo corazón y sigo mi camino. —Te voy a cortar ese dedo, malcriada.