La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

—24–

De pronto me quedo bloqueada, le miro como si hubiese dicho la barbaridad más grande del mundo.

—Estaba bromeando, Paul. —Susurro débilmente. Él me mira, enarca una ceja y se ríe, ¿Qué chiste estará viajando por su cabeza ahora mismo?

—Maravilloso, porque yo también. —Acepta y hace un mohín medio extraño con los hombros para después salir del auto y abrir la puerta. —Señorita —me tiende la mano como caballero antiguo—, hemos llegado a sus aposentos.

Suelto una risotada y tomo su mano casi suspirando. Cualquier signo de tensión ha desaparecido, menos mal.

—Gracias, buen caballero. —Beso su mejilla. —Que tengas linda noche.

—Lo mismo para tí, preciosa. —Se hace a un lado, los portones de casa se abren y la primera camioneta entra mientras Sawyer toma lugar a un lado y otro de los hombres de negro se queda con la que él traía. —Nos veremos mañana.

—Hasta mañana, entonces. —Besa mis nudillos. —Conduce con cuidado.

Como vuestra majestad ordene. —Dice en perfecto y muy bien entonado castellano. —A casa, Phoebe.

Me suelto de su mano y camino a la entrada, antes de desaparecer me despido con la mano. Me desplazo por el camino hasta llegar a la puerta, donde está Víctor, quien la abre para mí. Tras agradecerle, me adentro a casa, mi hogar. Al fin puedo suspirar tranquila, mi broma de los celos casi acaba por matarme cuando ha dicho que si, menos mal y ha cogido la broma. Paso por la cocina para beber un poco de agua, mi garganta sólo se compara con el mismísimo desierto de Sáhara, enjuago el vaso y luego de secarlo lo dejo en su lugar. Apago la luz y subo las escaleras, en el pasillo noto que sale luz de la habitación de mis padres, mamá está despierta aún, me acerco y escucho que habla. No es espiarle, simplemente he llegado en un momento casual.

—Si, también te amo Grey, aunque seas un idiota... —Ríe —Sí, Phoebe está segura, le llamaré... Claro... Pues mira, lo has sabido antes que yo y eso que estoy en casa... Iré a su habitación... —Me asomo por la puerta y sonrío. —Mira, justo ha aparecido. —Me llama haciendo un amague con la mano, camino en dirección a la cama. —No, no huele a alcohol, ni nada . —Vale, adiós. —Me tiende el móvil Creo que te hará la prueba del alcoholímetro por teléfono —se burla antes de levantarse, no puedo evitar reírme.

Ella se va al vestidor.

—Hola, papá.

—Hola, cariño, ¿Qué tal tu noche?

—Perfecta, ha sido muy buena. Y tú, ¿Qué tal la pasas?

—Provocándome gastritis con los negocios, pero bien ahora que he escuchado a dos de mis tesoros más importantes.

— ¿Se les ha pasado el enojo ya? —Murmuro al teléfono, lo suficientemente bajo para que mamá no escuche.

—A la señora Grey, dirás. Si, como siempre lo arreglamos, ella no puede vivir sin mi, lo sabes. —Casi puedo percibir su sonrisa. —Bueno, les dejaré descansar, yo también lo necesito. Mañana llegaremos por la tarde, por cierto, Thed envía saludos.

—Buenas noches, papá. Te quiero.

—Te quiero, mi dulce niña. Que duermas bien. —Bosteza. —Un beso para las dos, hasta mañana.

—Lo mismo para tí, Grey. —Suelta una risotada y la línea queda muerta, ha colgado. —Mamá, ha terminado la llamada.

Sale del vestidor con una caja, la deja sobre la cama. De ella saca otras cajas aún más pequeñas, se inspira buscando no sé que.

—Aquí está. —Me muestra una de ellas muy emocionada. —Es para tí, lo tenía hace tiempo y es momento para dártelo. Ábrela.

—Gracias, mamá. —La tomo y deslizo su tapadera, vaya, hay un llavero formado por cuatro pequeñas tablas decoradas con pequeñas estrellas. -Un llavero, me gusta.

—Anda, sácalo y revísalo. —Hago caso y le doy vuelta a la caja sobre la cama, el llavero cae, dejándome ver lo que ella quiere, cada tabla trae una foto de ellos, y por supuesto la mía, en cada una se lee: Mamá, papá, Thed y Phoebe.

—Mamá, me encanta. —La abrazo. —Está muy lindo, gracias.

—Apuesto a que le quedará muy bien a esto. —Me suelta, tiende el brazo a la gaveta de la mesa de noche, saca la mano y la empuña hacia adelante. —Tu palma hacia arriba. —Realiza un gesto vago hacia mi mano, entonces lo hago. Abre su puño y deja caer algo. Sonrío como tonta cuando aparta su mano de la mía. ¡Las llaves de mi auto! Las ha personalizado para que lleven mi nombre. Lo miro asombrada, ni siquiera puedo decir nada. -Querías conducirlo, ¿No?

— ¡Mamá! —Chillo emocionada y me cuelgo de su cuello. —Creí que esto jamás iba a suceder, ¡Cristo!

—Manejarás tú, pero siempre llevarás la compañía de Sawyer y Víctor. Y eso está muy lejos de siquiera ser una propuesta para negociación entre tú y yo, o el mismísimo Christian Grey, no me hagas quedar mal, que mi trabajo he dado intentando convencerle.

—Al menos podré conducir. —Suelto de golpe. —Gracias, señora Grey.

—Todo por mi hija. —Susurra muy bajo. —Otra cosa, Phoebe. Si sigues así, desviarás mi columna.

— ¿Me estás llamando gorda? —Pregunto falsamente ofendida. Ella suelta una risotada, una que le resta algunos años.

—No me puedes acusar de ello. Ahora, ve a cambiarte esa ropa y descansa. Al menos que tengas algo que contarme. Por cierto, el dinero del tiempo que estuviste en la editorial ha sido transferido a tu cuenta y también, el porcentaje por ventas.

—Esto es tonto, eres tú quien me paga por hacer de una pelele en la editorial.

—Pero al menos lo desquitas, tú padre lo sabe todo de nosotros y de sus negocios. Básicamente lo dijo así: Cada uno de sus movimientos, la remuneración por lo que haces la considero poca. Sé que vas de mesa en mesa ayudando a otros con su trabajo, no permites que te digan señorita Grey, sino, Phoebe. Trabajas con el libro de Mark Tyler, en conjunto con Braulio Rouch, este último se encarga llevarte Twinings Breakfast Tea. Y si, el hombre se miraba celoso.

— ¡Carajos con papá! —Me río. — ¿Y las veces que voy al baño?




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