Le miro, le miro y le miro. Realmente es lo único que puedo hacer, estoy nerviosa, ansiosa, quemando neuronas como nunca. Quiero, pero tengo miedo. Se dice que querer es poder, pero el poder no es correcto, entonces lo incorrecto se convierte en una aventura.
Sólo di que sí y ya.
—Paul, tengo muchas cosas en que pensar. Mi viaje, mis padres, yo, tantas y tantas demasiadas, que parecen no tener orden ni fin.
Continúa con su mirada puesta en mí.
— ¿Y entre esas cosas está algún tipo? —Enarco una ceja, presionando mis labios entre sí para evitar reír en su cara. Muy celoso, se refiere como "tipo" a Braulio, con un gruñido dice—: Dime.
—Vamos a ver, Zimmerman. Vienes aquí y te pones romántico, pero dos segundos después te pones celoso, te pido tiempo y tú lo relacionas de inmediato con otra persona. —Es mi momento, el drama de apodera de mí. Doy dos toques con mi índice sobre su pecho y digo—: No sé si tú estás ciego o de verdad, que el cerebro no te está funcionando demasiado bien. Te digo que por ahora no puedo darte una respuesta, por favor comprende. En unas semanas viajaré por Europa para cumplir uno de mis grandes sueños, y no es fácil. Voy a dejar mi casa... por meses, a quienes conozco, mi familia, súmale que me preocupa demasiado lo que puedan opinar nuestros padres. Odio los negocios, si, pero no me perdonaría sí mi padre cometiese una locura al enterarse de lo que sea que vaya a suceder ente nosotros.
—Phoebe, comprendo todo eso. Yo también tengo una misión, por la cual estoy aquí, pero eso no impide que tenga sentimientos, que si bien, no fueron propósito primario, ahora son realidad. Bueno, sé que papá no va a saltar en un pié si sabe que salgo con la hija de uno de sus socios, sobre todo porque ya ocurrió una vez y... —Toma aire por la nariz y lo expulsa con frustración por la boca—, ha terminado mal, muy mal.
— ¿Y aún así quieres caer en lo mismo?
—Es diferente, Phoebe. Seré sincero, lo hago porque en serio necesito algo que me permita pensar a futuro y no sólo una calentura del momento.
La noche se vuelve calma, ni siquiera el viento sopla, todo se ha quedado en silencio. No sé porqué, pero creo que algo absolutamente personal, privado y hasta prohibido se viene a continuación en modo de confesión. Al ver que no pienso decir nada, prosigue:
—Antes que nada, debes saber que a pesar de no tener demasiada experiencia en la vida, mis errores han sido extensos. Para decírtelo necesito que prometas escucharme, por favor.
—Lo haré. —Digo sin retener demasiado las palabras. —Te escucho.
—He tenido muchas relaciones, nada serio, nada demasiado interesante y menos duradero. -Bien, en una de sus aventuras se ha casado y le plantaron un hijo. Bueno, no. —No siempre fui así, como me ves, tampoco era la esperanza de mi familia. Sobre todo después de descubrir algo que en un principio se me hizo asqueroso, escandaloso y poco adecuado. En el mundo hay gente perversa, pervertida y de mente sucia, de esas que sin escrúpulos te enredan, sin importarles nada, esas que te arrastran en su juego, juego del que luego no puedes salir tan fácil.
— ¿Drogas, alcohol, juego de apuestas?
—Sumisión.
— ¡No me jodas! —Grito. Él cubre mi boca, este pequeño acto podría traer a una línea de seguridad con nosotros. Pero no sucede. Víctor se pasea con lentitud de un lado a otro, comprobando que no pasa nada, desaparece. —No sé qué pretendes, pero créeme que esto no es muy ideal como broma. Bueno, en realidad no sé porque hago tanto escándalo, ¿A qué te refieres con sumisión?
—A someterte ante otra persona, estar al mando de ella, hacer todo por su placer. — ¡Ay, Santísima mierda! —Durante algún tiempo quise hacerme notar, que mis hermanos dejarán de ser el centro de atención y serlo yo. Empecé por...
Alzo la mano.
¡Alto ahí, ser humano!
—Dije que te escucharía, lo sé. Pero tengo una liviana duda, ¿Por qué me quieres contar algo así?
—El pasado, Phoebe. Cuando regresa, puede ser más dañino que el mismo presente. En una sola palabra, sinceridad. —Dice cansado, como si hablar de ello le doliera. —Por más que intentes ocultar ciertos detalles, tarde o temprano se asoman, y eso es justamente lo que más daña. Es por ello, que he decidido contarlo, es mejor que lo sepas de mí, antes que malintencionados lo haga.
—Y eso te ha ocurrido antes, supongo, ¿Cómo puedes confiar en que yo no me alejaré?
—Porque eres buena, Phoebe. Y porque yo soy un ser humano, merezco equivocarme, pueden juzgarme, pero también... Darme una oportunidad. Mira, sé de muy buena fuente que tu última travesura fue hace años. — ¿Fuente? Yo misma. —Aunque ahora que lo recuerdo, hace unas semana, saltaste barda con el vino, ¿Recuerdas mi bonito culo?
Me suelto a reír como retrasada, sin poder contener la pero parte de mi risa. Esa en la que parece que el aire se me va y voy a morir.
— ¿El vino? Es parte de mi récord personal. Y lo otro. —Enarco una ceja divertida—. Yo opino que lo sigues teniendo, que escrito quede... Hoy he tomado vino, lo justo, pero vino... Al fin. —Me abrazo cuando una ráfaga de viento demasiado helada se desata. —Uff, ven... Que cogeremos una gripe. —Se ríe, el doble sentido no sólo yo se lo doy a las cosas. —Vaya mente sucia.
Ríe mucho más fuerte. Le tomo la mano casi arrastrándole para que me siga. Gail está en la sala, con una seña basta para que se levante y vaya al jardín, no puede ver nada sucio. Abro la puerta de mi lugar secreto.
—Bienvenido a Phoebelandia, no hay juegos mecánicos, pero si libros, además de que tiene una fantástica vista al jardín, iluminación óptima y comodidad.