La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

—33—

Me mira, lo miro.
Abre la boca para emitir alguna cosa, pero vuelve a cerrarle, no quiere verme en mi modo loca, lo sé.
¿Qué demonios estoy haciendo? Cierro los ojos apoyando mi cabeza en el espaldar del asiento, al abrirlos continúa mirándome. Supongo que debe ser normal, ya que el auto se ha estacionado quince minutos atrás y yo sigo dubitativa entre bajar y no hacerlo, su confusión se debe a ello, mis intentos por salir que siempre acaban en lo mismo: Yo regresando a mi posición inicial.

¿En realidad quiero hacerle caso a Ava?
¿De verdad desconfío de mis progenitores?
¿Es necesario hacer todo esto?
Me siento la peor persona del mundo por haberme escapado, aunque en algún momento de mi vida lo hice demasiadas veces, siento que esta vez no es lo mismo, es aquella sensación de estar haciendo algo verdaderamente malo. Llevo mi mano a la puerta para abrirla, por primera vez bajo los pies.

—Dame unos minutos. —Le digo al ver que va a imitar mi acción. —No es necesario que bajes, voy sola.

—No, no voy a quedarme aquí mientras tú bajas sola, ¿Has visto lo solitario de este lugar? —Gruño. —Tú harás lo tuyo, pero te esperaré fuera del auto. Me intriga el misterio que te traes, y me parece que si no has dejado que venga Sawyer, escapaste y no me explicas nada, no es bueno.

—Haz lo que quieras, no me importa. —Salgo cerrando de un portazo el auto.

El aire es demasiado fresco, mi piel se ha erizado. Mentalmente llevo una pelea entre si está bien o mal hacer esto, de reojo veo que el baja del auto y lo rodea para apoyarse en el capó. Camino hacia la entrada de la casa con las manos en los bolsillos traseros del pantalón, hay una distancia considerable entre él y yo, lo miro antes de alzar la mano para tocar el timbre. La puerta se abre antes de que yo pueda hacerlo, se asoma una mujer castaña, de ojos azules, muy bien vestida, bien puede ser de la edad de mi madre.

— ¿Qué necesita aquí? —Pregunta amablemente.

—Yo, esto... ¿La señora Elena Lincoln es usted?

—No, pero ella no se encuentra. —Me mira intrigada, niega y se retira un poco hacia atrás como si yo fuese el mismísimo demonio. —No deberías estar aquí.

— ¿Por qué me dice eso?

—Porque lo digo y ya. Si no quieres tener problemas, vete. —Entre cierra los ojos. —Eres tan idéntica a... Mejor retírate, ¿O quieres que llame a tu padre?

— ¿A caso lo conoce?

—Por supuesto. —Se aclara la garganta, por segundos noto tristeza en su mirada. ¡Claro que lo conoce! —Es uno de los empresarios más importantes e influyentes, sería raro si no supiese quien es. Vete ahora.

— ¿Mañana podré encontrar a la señora?

—No, ni mañana ni nunca, porque se ha ido de viaje a Brasil, y no planea volver pronto. —Podría jurar que me está mintiendo, enarco una ceja

—Eso es mentira, me iré, pero dígale que Phoebe Grey estuvo aquí. Y hay algunas cosas que me debe aclarar, usted, ¿Quién es?

—Nadie, no soy nadie. Ni siquiera es importante que lo sepas. Vete de aquí. —Mira nerviosa hacia dentro.

¿Por qué demonios no es capaz de mantenerme la mirada por más de dos segundos?

— ¡Leila! —Le grita una mujer desde el interior, pasa la mirada de mí hacia quien sea que la llame, en fracción de segundos.

—Vete de aquí, niña. ¿Qué esperas? Le diré que viniste, pero lárgate ahora.

Me encojo de hombros, ¿Cuál es la urgencia? Cierra los ojos asustada cuando vuelven a llamarle.

—Vete, y no vuelvas. Así evitarás muchos problemas. No regreses a este sitio, Phoebe Grey. —Susurra muy bajo, sin embargo yo la escucho.

Sin decir nada me encamino hacia el auto, no sin antes escuchar el tercer llamado que le hacen, pero que insistencia. Paul abre la puerta para que suba, al cerrarla rodea el auto y toma su lugar en el asiento del conductor. El rugir del motor se escucha, cuando una rubia se asoma, me parece haberle visto antes, quiero que el auto se detenga, pero las palabras no salen de mi boca, lo último que veo es a ellas iniciando una discusión.

— ¿Has resuelto lo que querías?

—Sí, claro. —Susurro mirando a la ventana.

No, claro que no lo hice. Es más, tengo muchísimas más dudas justo ahora.
Literal, tengo más dudas que respuestas en mi cabeza, la cual me da la plena sensación de que estallará en cualquier momento, me recuesto en el espaldar cubriendo mis ojos con el brazo, ¡Que jodido dolor! Las palpitaciones se hacen más intensas mientras más camino recorremos, suelto un quejido.

—No te atreves a detenerte, Paul. Yo necesito llegar a casa. —Escupo con total frialdad, empezará a creer que me estoy volviendo loca y sus sospechas no estarán demasiado lejos de mi realidad.

Ha comprendido que no debe hablarme, soy consiente de lo grosera que estoy siendo, pero me es inevitable no actuar así. El dolor, las cosas que ocurren y las dudas que me embargan son demasiadas para mí. Tendría que estar muy feliz de que en pocos días un paso gigante podré dar para seguir cumpliendo mis sueños, pero no, últimamente la vida se complica demasiado. Vaya tontería aquella de querer crecer cuando solo era una niña, donde mi mayor problema se basaba en mantener la habitación en orden el día de inspección parental, crecer es más difícil de lo que siquiera llegué a rozar en mi imaginación. ¿Será demasiado tarde para volver unos años atrás? Las luces de la ciudad se van escondiendo, la mejor señal de que mi hogar está cada vez más cerca.

No debí salir de casa.
Tengo que dejar de dudar de mis padres.
La tal Leila ha dicho que no vuelva más, ¿Debería obedecer?
Paul es la mejor persona en este mundo, pese a todo continúa manejando con su típico semblante, a instantes lanza una rápida mirada hacia mí, yo de él, me hubiese lanzado del auto hace mucho.

Remuevo el brazo de mi cara cuando el auto se detiene, ambos nos quedamos en silencio, se ha tomado muy en serio lo de no hablarme. Y aquí voy, a tragarme el orgullo rompiendo el hielo, todo esto es culpa mía.




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