Dormir hasta muy tarde es uno de los placeres de la vida que muy pocos tienen la oportunidad de disfrutar, ya sea por trabajo, clases o simple manía de estar en pie a tempranas horas del día. Las pastillas que he tomado últimamente tienen un efecto extra relajante, tanto; que tengo la fina sensación de que si fuese permitido dormiría por días seguidos. Justo ese era mi plan, hasta que la húmeda nariz de Picky ha pasado por mi mejilla, su pelaje me ha hecho cosquillas e instintivamente abrí los ojos para encontrarme con el señor "me recupero pronto" y quiero recobrar el tiempo que perdí cuando enfermé. Lo atraje hacia mí para estrecharlo en mis brazos notando su cola realizando movimientos incesantes.
Mi estómago parecía tener una lucha interna, salían ruidos extraños, en definitiva, rugía por el hambre. En cuanto me arreglé un poco el cabello en una coleta muy suelta y abrí la puerta de mi habitación para ir a la cocina en busca de alimento, Picky ha salido huyendo del lugar, corrí tras de él para saber hacia dónde se dirigía, posiblemente esté extrañando al ser humano que vive con él. Hablando del alemán, recuerdo haber tenido un sueño muy ameno con él. El peludo buscó la salida al jardín y uno de los tantos de seguridad le abrió para que pudiese salir, me asomé para cerciorarme de que estaba haciendo, claramente tenía necesidades de desahogarse. Entonces, he dejado la indicación de que lo esperen para que entre, con lentitud máxima, voy a la cocina en busca de algo con lo cual alimentarme. Cómo cada día, desde que tengo uso de razón y soy consciente de las cosas, Gail me recibe con una sonrisa, ni siquiera tengo que decirle a qué he venido, porque con sólo verle busca lo necesario. Los trastos de Picky ya tenían agua y comida, además de decirme que también había recibido medicación por parte de mi madre, el susodicho entra a la cocina, tras rondar un poco entre mis piernas va en busca de agua. Me he quedado absorta en la cantidad de muesli que fue puesto delante de mí, además de las gotas extrañas que le añadió a mi zumo —Cosa de la abuela Grace— El hambre era tanta que he acabado todo sin siquiera darme cuenta.
Totalmente arreglada y con el peludo listo para dar un paseo, juntos nos entretenemos un poco en el jardín de la entrada a casa, mientras él se entretiene jugando con Sawyer, que le lanza una bola y va tras ella para dármela. Al verle tan recuperado, sé que es muy justo que alguien disfrute de su vitalidad, por lo cual he dado una orden de salida. El cachorro y yo, nos vamos a realizar una visita inesperada.
El tiempo que se pierde en el tráfico es increíble, me ha dado hambre, otra vez. Creo que con la medicación que ha dejado la doctora Trevelyan Grey, acabaré por comerme al mundo mismo. Sawyer se detiene frente al edificio de Müller Seattle, más esplendoroso no puede ser. Sin pensarlo dos veces, bajo del auto con Picky en brazos. Con solo escuchar: Grey, las puertas se abren solas. Víctor y Sawyer van detrás de mí, menos en el ascensor, el primero se coloca delante y el segundo atrás guardando cierta distancia entre ellos y yo. El espacio es amplio, los sillones con su respectiva mesa están bien ubicados, todo es lúcido, pulcro, muy limpio. Hay una chica que luce muy ocupada, me acerco a la mesa y alza la vista hacia a mí.
—Buenos días, ¿Está Paul?
—Señorita Grey. —Dice tirando un sobre que hasta unos instantes atrás tenía en su mano. Pongo los ojos en blanco, una ya no puede visitar a su novio secreto en... ¿Secreto? —Deme unos segundos, ya sé, usted dirá: Recién está iniciando y ya se le nota lo loca, pero es justo eso, es mi primer empleo, a penas me estoy familiarizando y con trabajo sé donde está mi cabeza.
—Tranquila, sigue en lo tuyo, yo simplemente pasaré.
Toma aire con la boca y tras unos segundos, lo suelta.
—Siento mucho eso. —Supongo que se refiere a su momento de lengua con vida propia—. Le avisaré al señor Zimmerman que está aquí.
—No te preocupes. —Detengo su mano que viajaba al teléfono. —No es necesario, créeme que no habrá problemas si paso sin que avises. Por cierto, estoy corriendo con desventaja, ¿Cuál es tu nombre?
—Isabella Richards.
—Un placer Isabella, gracias por tu atención.
Sawyer abre la puerta para dejarme entrar a la oficina, ni siquiera he tocado. Picky de inmediato va al suelo muy emocionado en dirección a su dueño, el peludo va justo a sus pies sin parar de dar ladridos chillones demandando su atención.
— ¡Eh, chucho! —Lo levanta del suelo, se le ve emocionado.
—Alguien quería mostrarle a papá que ha mejorado. Estamos aquí por él.
—Sólo por él. —Asiento. Abandona su cómodo lugar para acercarse poco a poco, cierro la puerta tras de mí—. ¿Muy segura de ello?
—Muy segura, totalmente.
Deja a nuestro buen amigo en el suelo y él se queda echado sobre la alfombra, como si el hombre este le hubiese realizado un encanto para que no moleste. Me cruzo de brazos apoyando la espalda en la puerta.
—Ya que Mahoma no va a la montaña, la montaña sigue a Mahoma, ¿O cómo es? —Se mofa con una sonrisa juguetona en los labios. Me encojo de hombros mostrándome indiferente a lo que sea que esté planeando—, señorita Grey, que placer tenerle en esta su humilde oficina.
—Humilde... —realizo un gesto vago alrededor de la oficina. —Si, claaaaro.
—Que irrespetuosa ha venido usted hoy, señorita.
Se queda a menos de dos pasos lejos de mi. Se ha dejado la americana en el respaldo de su silla, trajo una camisa celeste que le va fenomenal al color de sus ojos, me hace un guiño descarado y ruedo los ojos. Cuando pienso que va a romper la distancia entre ambos para besarme, no lo hace. Pasa de largo y se acomoda a mi lado tomando mi misma pose. Lo miro de reojo, tiene plantada una sonrisa burlesca.
Un minuto.
Dos minutos.
Tres minutos.
Cuatro minutos.
Cinco minutos en los cuales ninguno dice nada, simple miramos al frente, donde los abiertos y enormes cristales dejan ver la fabulosa vista de Seattle que se obtiene, el panorama es bastante bueno, los edificios más importantes de la ciudad se distinguen sin ningún problema.