Miro a Sawyer que examina la moto con adoración, patidifuso y casi enamorándola, sólo le faltan pequeños corazones sobrevolando su cabeza, más que honrada de poder admirar ésta escena. Regresa en sí cuando Víctor aparece con mi auto, éste se arrastra al asiento del copiloto y mi principal toma en volante. Lo miro con la boca abierta casi llegando al piso — Siendo exagerada— ¿En serio me va a dejar viajar en eso?
— ¿Qué ocurre, Phoebe? —me pregunta él. Tremenda cara de asustada que he de mostrar ahora mismo.
—Nunca me he subido a una moto. —Susurro apenas audible, no se me apetece demasiado hacerlo tampoco. Pero, creo que no habrá más opción.
—Siempre hay una primera vez. —Murmura dejándome anonadada—. Soy muy buen conductor, casi doce años de experiencia manejando Ducatis, ¿Vienes conmigo?
—Si.
Bien, ahora quiero retractarme. No sé por qué mi boca no se hizo un nudo antes de responder.
Se sube y me ayuda a subir, me pasa el casco indicándome cómo debo ponerlo, él hace lo mismo. Me acerco a él lo más que puedo sujetándome de su cintura, siento la vibración de su risa, ¡Me estoy haciendo del dos por el miedo! Enciende el motor y en instantes abandonamos el estacionamiento, con el auto tras nosotros. Cierro los ojos, soy muuuuuy joven para morir, sensaciones raras llegan a mi estómago cuando realiza el primer giro en una esquina, lo aprieto más fuerte y le escucho murmurar muy divertido que lo voy a dejar sin aire.
Conforme pasa el tiempo y avanzamos, voy deshaciendo un poco mi agarre exagerado atreviéndome a disfrutar del panorama y el viento golpeando fuerte en mi rostro. Noto que estamos dejando la ciudad, no quiero preguntar, ya sabré a dónde iremos a parar. Contemplo la carretera y su pasividad, pasamos unos cuantos autos que transitan en dirección contraria y unos que otros superándonos. Toma un pequeño desvío, de pronto se detiene. Sawyer sale del auto para ayudarme a bajar, el rubio me retira el casco cuando está a mi lado. Los tres se alejan y asienten, ¿Qué demonios se dicen? Al parecer no lo sabré, porque los dos de seguridad se dirigen al auto y él hacia a mí. Picky se queda con ellos.
Me cubre los ojos con sus manos y me va indicando por dónde debo ir, si hay alguna piedra por delante. Descubre mis ojos y sonrío al encontrarme con un lago, Zimmerman está siendo todo un romántico.
—He descubierto este lugar y quería encontrar un momento para venir juntos, considero que es justo ahora, porque no has estado bien y la lejanía de la ciudad puede servirte de mucho.
—Así que... ¿Pensando en mí, Zimmerman? —murmuro juguetona. Me agrada poder tener el control de cierta cosas a veces.
Me derrito hasta convertirme en agua, casi para formar parte del lago. Lo miro, que hombre más tierno, sonríe y dándome un beso cariñoso en la nariz murmura:
—Claramente, si—. ¡Un beso, delante de ellos! Mis alarmas se disparan.
—No deben haber demostraciones, esos dos están aquí.
—Phoebe, no creo que estén prestando demasiada atención a este lado—. Los señala, y al tenerlos en mi campo de visión observo que Sawyer le explica algo al otro sobre algo de los árboles. Con los ojos entrecerrados enarco una ceja.
—Gracias, no sé cómo puedes ser tan... Tú. Paul, eres increíble, siempre tienes algo para sorprender, ¿Cómo lo haces?
—Calidez española, supongo. Mi madre siempre está diciendo que soy igual a mi abuela, su mamá. No puedo hacer absolutamente nada contra ello, puede que sea el único, porque Eric es como un tempano de hielo alocado y Hannah en ocasiones también.
—Menos mal—. Suelto con satira, adoro su forma de ser, es más, puede que todo de él me agrade. — ¿Siempre atacas con lo mismo? ¿Qué le has hecho a Sawyer para que sea tu tapadera?
—Tengo un encanto alemán, muy natural. —Enarco una ceja divertida, vaya.
—El Everest no se compara con tu petulancia y lo presuntuoso que estás siendo justo ahora.
—Mi tía Martha dice que cuando lo tienes, lo aproveches. ¿Qué puedo hacer yo sí tengo mi gracia? Simplemente lo aprovecho y se lo muestro a otros, ¿Te gusta? —Estira su mano para señalar el lago.
—Me encanta—. Cierro los ojos un momento para tomar un poco de aire, huele a paz. Los abro para mirarlo, tiene una enorme sonrisa. — ¿Qué ves?
—A tí. —Dice con obviedad. Muy gracioso, Zimmerman. Achino los ojos dedicándole una mirada matadora.
Caminamos uno al lado del otro por la orilla del lago, sin mediar palabras, la compañía basta. Lo observo, se le forma un gesto gracioso en el rostro y de la nada se echa a reír. Lo miro con el ceño fruncido, su risa me contagia y sin saber porque dos segundos después me encuentro riendo al igual que él.
— ¿Qué te hace tanta gracia?—. Lleva sus manos a los bolsillos del pantalón. Un gesto por demás muy sexy.
—No lo sé, tú has reído primero y pues, yo soy susceptible cuando de contagiarse de la risa de otros se trata, ¿Qué te ha hecho tanta gracia a tí?
—Bueno, la primera experiencia no convencional de Hannah con el agua. —Nos sentamos sobre unas piedras bastante grandes que se encuentran bajo un árbol, hago un gesto para que continúe. Con una sonrisa maliciosa y tras suspirar, suelta—: Estábamos de vacaciones en España, en Zahara de los atunes, zona muy visitada por nuestros padres siempre que se puede. Parecía una tarde tranquila, pero no lo iba a ser tanto; Hannah recién cumplía los dieciséis, las hormonas y cambios típicos de los adolescentes la tenían insoportable. Se quejaba de todo, quería mandar a medio mundo, era la reina de la familia al ser la única chica, pero yo, al ser el menor, el que mejor se llevaba con los chicos y un genio de las bromas, arrastré a Eric en mi maldad. Mientras Flyn distraía a nuestros padres, Eric la cargó para hacer como si iba a tirarla al agua, en primera intención solo iba a hacer la mueca de que la lanzaba, pero... —sonríe, sonríe —, corrí hacia a ellos para empujarlos, los dos se empaparon, la chica parecía que tenía el diablo adentro y por supuesto, él estaba rojo del enojo, tuve que correr y al llegar con mis padres fingí que fue un simple accidente, pero mi madre que me conoce como nadie, acabó riñéndome, en medio de risas al ver a Hannah con su drama.