La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

—39—

Me quedo congelada. Y segura estoy de que no es por el frío que está haciendo, es muy jodido, la verdad. Pero no se debe a eso. Simplemente me quedo estática sin poderlo creer.

¿En serio se puede estar aquí tan fresco como una lechuga?

—Vaya, parece que la valentía se pierde si traspasas la pantalla, ¿Es así, Phoebe? —Dice a voz cantarina, se divierte a mis costillas, con su mirada puesta totalmente en mí... Un.breve.instante, miro hacia abajo.

¡Joder!

—Voltéate, Paul. —Le exijo mientras cubro mis pechos con los brazos, ¡Qué vergüenza! Siento el calor subir a mis mejillas. Pero él ni se inmuta, es más, toma asiento en el sillón cruzando una pierna sobre la otra con un gesto divertido.

—No, gracias por la oferta. Así estoy bien, Madrid siempre ha ofrecido bonitos escenarios y panoramas espléndidos. —Gruño, que idiota.

—Te pasas de bobo. —Corro al baño para ir en busca de mi camisa.

Salgo una vez que me cercioro de estar vestida. Sigue en el mismo lugar, su cara de guapito de ciudad pillando mujer no se le quita. Mantengo la distancia entre ambos, ¿Qué mierda hace aquí? Me mira, lo miro, guerra de miradas. Es estados unidos versus una poderosa combinación europea, una bella combinación... ¡Alto ahí!

— ¿Qué haces aquí? —Inquiero.

—Hacer uso de mis derechos como ciudadano de la madre patria, con la libertad de visitarla cuantas veces se me apetezca, ¿Acaso ahora se debe pedir permiso previo y yo no lo sabía? —Expresa con petulancia y sarcasmo... ¡Bruto! Ya lo dijo mi padre: El sarcasmo es la muestra más baja de inteligencia.

—A España y todos sus recovecos puedes ir, mientras sea de acceso público, yo me refiero a mi habitación, ¿Cómo mierdas has entrado?

—Uh, terrible. —Se mofa manteniendo el mismo tono—. Que mal hablada eres, y bueno, regresando a la plática. He entrado como las personas normales, por la puerta.

Golpeo mi frente con la palma de la mano arrastrándola por toda la cara. Pongo los ojos en blanco y dejo mis brazos en forma de jarro, suelto el aire frustrada.

—Muy gracioso, Zimmerman, muy gracioso. —Apoyo mi mano en el tocador para sostener el peso de mi cuerpo, increpándole con la mirada. —No te las des de listillo, ¿Cómo has conseguido entrar a esta habitación?

—Ya te lo digo yo. —Gruño, puesto que me empieza a fastidiar su tonito. —Hay cosas que un rostro bonito y un apellido resonante pueden hacer, como por ejemplo, conseguir esto... —De su bolsillo saca una tarjeta. —No fue tan difícil. Y bueno, se dice el pecado, más no el pecador.

—No me lo puedo creer, no me lo puedo creer. ¿No se supone que debes estar trabajando en Seattle? ¿Qué clase de empresario responsable deja su empresa así sin más?

—Supones bastante bien, Phoebe. Déjame felicitarte  eso, ahora, no he dejado la empresa, simplemente he venido aquí para resolver unas cosas en Müller que dejé pendiente al irme. Y por supuesto, a darme una vuelta para ver a mi hermano, ya sabes que Flynn vive aquí. —Se levanta de la silla y empieza a caminar, doy un paso atrás como si eso fuese a salvarme. Llevo mis manos a su pecho cuando está demasiado cerca. — ¿A dónde quedó esa lengua suelta de los mensajes?

—Yo... Esto... —Murmuro incoherencias, estoy demasiado nerviosa. —Invades mi espacio personal, Paul.

—No lo creo. —Se burla, sus manos viajan a las mías y las aparta hasta quedar a milímetros. —Creo que ahora sí lo estoy haciendo. ¿Te has divertido mucho con tu novio, ayer?

—Eso ha sido un invento para la farándula, hemos salido como amigos. Nunca me ha gustado comer sola, es por ello que acepté la invitación, luego... —Su olor me distrae, ¿Por qué tiene que oler tan bien?  Concéntrate Phoebe—, ya lo otro ha salido como un consecuente, estaba molesta y quería picarte un poco, no voy a mentir, las cosas se salieron de control y es todo. ¿Te has venido por eso?

—Muy madura entonces. No, si.

— ¿Sientes ese olor? Huele a exquisitos celos en el aire.

—No te burles, que sí es cierto. Él gusta de tí, lo vuelvo a repetir.

—Ya, regresamos a lo mismo, que cansancio. ¿Qué pasó con eso de la confianza?

—Está intacta. Confío en tí, no en él. ¿Se te hace un lindo detalle utilizarlo para darme celos? Porque eso solo va a alentarlo. —Una gota de culpabilidad me llega, en la que me he metido—. Y ni qué decir de la prensa. Phoebe, al tener algo que nadie más que nosotros sabemos que existe... Es complicado.

—Ya lo sé, me equivoqué y lo acepto. Pero él sabe que somos amigos, y si debo aclararlo, voy a hacerlo. Braulio es una gran persona, pero no me atrae de una forma que no sea de compañeros o amigos. Soy consciente de lo difícil que es tener una relación en secreto, pero es lo mejor y lo sabes —asiente—. Y bueno, tengo algo que reclamar, ¿Por qué has terminado la llamada? Y no me salgas con que debías manejar, porque esa ni tu abuelo se la cree.

—Si debía manejar, puesto que tenía que volver a la empresa, iba a decírtelo, pero luego escuché lo de tu cena y mi carácter alemán salió a flote, eso es todo. Y, con respecto a que no respondí los correos, estaba buscando vuelos, el móvil se quedó en mi oficina y ya cuando he podido recuperarlo, había muerto la batería. Al llegar a Madrid, me vine al hotel, solicité la habitación y le puse a cargar en tanto yo hacía de detective, no fue demasiado complicado saber en qué piso estabas, la seguridad era inminente, entonces, apelé a la herencia genética para conseguir el número y la llave de acceso, la magia de internet me ayudó a saber dónde estabas, entonces decidí espera aquí adentro, no he tocado nada, digo, por si tu creativa cabeza fórmula ideas locas. Ah, y cuando creí tener todo en orden, he leído un hermoso correo, cuyo asunto me parece interesante. — ¡Mierda! Me río de solo recordarlo. —Sé de un buen uso que se le puede dar a las manos, con palma abierta y todo.




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