La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

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El día está maravilloso. 
He disfrutado de él desde que hemos salido del hotel, de camino a la librería mamá me iba hablando sobre un vestido que vio en internet, le ha gustado mucho el modelo y va adecuado a su edad, aunque yo le he respondido que ella se vería preciosa con lo que sea, es una mujer guapísima, elegante y muy bien conservaba. Ella se mofa diciendo que mi fase halagadora me la ha dejado la buena visita, me ha hecho reír con su comentario, pues tiene de razón, cuando el corazón está feliz, no hay lugar para la tristeza. Me ha puesto muy contenta poder verle siquiera por instantes, ya que son los que más se puede disfrutar y se valoran.

Durante la firma de autógrafos el lugar se ha llenado más de lo esperado, ha tenido que intervenir la seguridad un par de veces por el desorden que de momentos se formaba, además de limitar la filas a diez por turno, lo que hizo más lento y cansado el proceso. Al cabo de una hora mi lapicero se extinguió, lo cambiaron ya que también había sido usado antes, qué pena. Aproveché para entablar conversaciones ligeras con algunas de las chicas, sonreír a más no poder al toparme con chicos, románticos empedernidos como yo, ha sido lo más emocionante. Los planes se tambalearon un poco al volver a tener la breve reunión con lectores, esta vez fueron seis y ocurrió cuando las puertas de la librería se cerraron. El dueño estaba feliz, jactándose de la buena venta del libro, gozaba al tener en camino el cuarto pedido a editorial Grey, al inicio pensé que era broma, pero alcanzó a mostrar los comprobantes y el estante casi vacío con sólo tres libros de exposición y otros tantos que están encargados. Sin duda, palabras del corazón está encaminado al éxito y yo, más que feliz, acompañada de un hambre mortal, me dejo llevar por las hermosas vistas que deja Madrid a su paso; estaría más que encantada de visitar sus lugares más emblemáticos, claro, cuando el viaje sea de turista y no deba cumplir con horarios alcanzados.

La hora de la comida en el restaurante Zalacaín fue de lo más memorable, y es que morí auténticamente en el primer bocado de la lasaña de boletus, la he disfrutado hasta el último trozo. Me he quitado el calzado por debajo de la mesa porque los tacones que me estaban matando, todos empezaron a levantarse para tomar la foto final, pero yo no podía, mi zapato derecho no aparecía, ni siquiera conseguía rozarlo, tanto que fingí botar algo para bajar a ver que carajos pasaba, resulta que uno de los patrocinadores al levantarse envió mi zapato del otro lado, una vez que tenía todo en orden, solo quedó sonreír para la cámara.

Minutos más, minutos menos, es lo que lleva estar de regreso en el hotel. El lobby tiene demasiado movimiento, por lo cual debemos ir a paso un poco apresurado, sobretodo si Sawyer se pega casi a mis costillas en el transcurso, ¿Qué diablos le pasa? Observa todo el lugar sin dejar de caminar, tras señas raras y una revisión al ascensor, entramos al mismo. Mi madre habla con uno de los miembros del equipo sobre alguna trivialidad. Me toca ir al lado de Braulio en el corto trayecto.

— ¿Y han tenido visitas hoy? —Enarco una ceja extrañada. —El chico rubio, no recuerdo su nombre.

—Paul, se llama Paul. Y no ha venido a visitarnos, su familia tiene negocios aquí, mi madre se lo encontró y él va a llevar unas cosas a Seattle.

—Que coincidencia, ¿Ustedes se llevan bien, verdad?

—Supongo que es por la edad, además, nuestros padres son socios, es lo menos que podemos hacer, llevarnos bien. Por la buena comunicación, el desarrollo de una sociedad estable y una amistad sincera, ¿No crees?

—Sincera, sobre todo. —Dice con un deje de sorna. Frunzo el ceño para verlo, el pitido del ascensor anuncia que hemos llegado y la puerta se abre. —Trata de descansar, en unas horas nos vamos. Adiós Phoebe.

—Adiós. —Respondo una vez que he salido del ascensor para ir a mi habitación.

Noto algo extraño. 
Sawyer y compañía están muy tensos, y es la primera vez que nos siguen hasta las habitaciones.  Me detiene antes de abrir la puerta, miro a mi madre y se encoge de hombros, ¿Tan acostumbrada está a esto? Y si estos buscan a Paul... no lo creo, es su aliado.

—Señorita Grey, todo listo. —Me informa una vez que sale colocándose a un lado para dejarme pasar.

—Gracias, supongo.

Me adentro, lo primero que hago es encender la luz esperando encontrarme con una sorpresa, pero no hay nada ni nadie, cosa extraña. Siento un pique de decepción, de verdad esperaba que él estuviese aquí.

—Anda Paul, sal de tu escondite. —Digo al cerrar la puerta. De verdad espero que esté aquí, y poder despedirnos antes de irse a Seattle. Con mucha ilusión, reviso bajo la cama.

—Creo que no quepo ahí.  —Se mofa saliendo del baño. Pese a que lo sabía, consigue asustarme. 

—Jodido subnormal. —Mascullo con las manos en el pecho. —Tienes que dejar de hacer eso, de verdad, un día voy a morirme del susto. Idiota.

—Vaya, tal parece que siempre vas a saludarme con un adjetivo calificativo totalmente filosófico y sobre todo digno de un novio. ¿No te parecería mejor un cariño, cielo, guapo? Bueno, hasta osito luciría mejor. —Enarco una ceja divertida.

—Si dejaras de causarme mini infartos cada vez que te apareces, igual y me pienso en decir algo bonito. Pero, un día de éstos consigues que pase a mejor vida. —Recuerdo mis últimas palabras hacia él antes de irse. —Nos volvemos a ver, nene.

—Oh, sí. Nos volvemos a ver.

¿Descansar? ¿Qué es eso?
Dejo mis zapatos a un lado y me subo a la cama, se siente la liberación. Estiro mis piernas, y él deja su cabeza sobre ellas. Acaricio su cabello con mi mano.

— ¿Cuando es tu cumpleaños? —Le pregunto por curiosidad. Después de todo, hay ciertas cosas que una debe saber.

— ¿Ya quieres sentir el recorte de edad? —Comenta burlón. —Siempre seguirás siendo mayor, ¿No te da pena?




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