Alzo mi mano para acariciarle la mejilla, un leve temblor es notable en mis dedos, pero su calidez al dejarme unas cuantas caricias en la espalda me permite confiar. Nuestros corazones laten al unísono como el de aquellos que saben de saciedad mutua, cada pequeño toque es un incentivo para más. Unos cuantos pasos hacia atrás y mis piernas se estrellan en la cama, con la boca entreabierta y la respiración agitada me deshago del suéter de botones que usé durante todo el día por la brisa fría que hacía, sintiendo como el calor se apodera de mí, me dejo llevar. Me estremezco ante su gesto de desabrochar mi camisa dejando mi piel al descubierto. Con la ayuda de mi tobillo saco mi zapato de la derecha, hago los mismo con el otro, me quita los vaqueros rozando mi piel de forma muy sugerente, su mirada es totalmente seductora.
Le observo deshacerse lentamente de su camisa, que resbala a través de sus brazos atrayendo mi atención en su totalidad. Con avidez su botón es parte del pasado, y desliza sus vaqueros. Estamos en igualdad de condiciones, cuando creo que va a acercarse, no lo hace, simplemente se dedica a mirarme por largo rato. Niega con la cabeza y la duda se ve reflejada en sus gestos. No ahora, por favor.
—En realidad, ¿Quieres hacer esto? —Dice. ¿Es en serio? ¿Me ha preguntado eso? Contengo las ganas de soltarle un guantazo.
—Sí. —Contesto, precisa y concisa. No hay más nada que añadir.
—Entonces, nada va a impedir que esta noche te haga el amor. —Suelta con su voz llena de promesa.
Acorta la distancia entre ambos, besa mis labios castamente. Sus hábiles dedos recorren mi espalda, una nueva sensación brilla por delante, es su contacto que me estremece. Disfruto de ello, mientras siento como el sostén se suelta, dejo mis brazos caídos tal cual largos son, me cohibo al verle desaparecer de su lugar, cuando él ocupa unos segundos para verme. Con suavidad me tumba en la cama, suelto un suspiro silencioso al ver que sus boxer acaban juntos a su ropa. Trepa a la cama con lentitud, dejándome disfrutar del espectáculo que es todo él. La escasa luz me permite ver su lívida sonrisa.
—No olvides que te quiero. —Dice besándome, su lengua toma posesión de mi boca. —Eres hermosa. —Añade y dejando un beso en la punta de mis nariz desliza sus labios por los míos. Con cuánta paciencia puede y la dulzura se lo permite, continúa el camino dejando besos que van desde mi barbilla hasta el cuello. Le siento acariciar mis pechos, sin causar dolor, mueve sus pulgares sobre mis pezones enviando un mensaje inmediato a mi zona de cuidado.
Siento el aire que suelta su nariz al sonreír, sabe lo que está causando en mí. Sus bellos y bonitos labios, ocupan el lugar de sus dedos, la electricidad me recorre, enarco la espalda ante tal contacto. Aprieto las sábanas con mis manos al verle deslizarse por el camino que lleva a la felicidad, muerde de forma erótica el hule de mis bragas.
¡Fuego, fuego, fuego!
Lo suelta para dejar un beso sobre la delicada telita fina, ¡Uf, que calor! Con la habilidad que desconocía de sus dedos, ocupa de deshacerse de ellas con sensualidad de por medio. Sus manos suben por mis piernas, me tenso, la humedad de su lengua recorre la parte interna de mi muslo derecho. Le miro jadeante, golpetea mi clítoris antes de rozarlo con los dientes, un simple toque y mi cuerpo reacciona ante ello. Llevo mi mano a su pelo enredando mis dedos en él. Ya no me hagas esperar más. Sus manos ascienden por mis piernas hasta mi cintura, mientras con su lengua me hace ver el cielo.
¡Zimmerman me está volviendo loca!
Su recorrido sigue, no piensa detenerse. Una vez más juega con mis pechos, cierro los ojos disfrutando del placer. El corazón me late a mil, abro los ojos y me encuentro con su hermosa mirada, azul y tentadora.
—Bésame. —Susurra sobre mis labios. ¡Demonios!
Relamo mis labios, que secos están. Me apodero de su boca, no puedo resistirme, me cuesta contener el deseo. Mis manos viajan por sus trabajados brazos, lo hago por instinto, estoy perdida en el mundo maravilloso de Paul. Le muerdo el labio.
—Mírame. —Pide con la voz cargada de excitación. Una vez más hago lo que pide. Besa mi frente con un gesto de cariño muy grande, ternura y protección.
—Dios. —Gimo al sentir como lentamente se introduce en mi, le clavo las uñas por el leve dolor. Comprendo que es demasiado al escucharle gruñir.
La proximidad entre ambos es inminente, la presión que ejercen sus manos en las mías y su cálido aliento al unir nuestros labios, la suavidad con que se mueve. Mi cuerpo no está acostumbrado a este tipo de sensaciones, empiezo a sentir un dolor mientras todo mi ser se estremece debajo de mi chico.
—Pasará. —Susurra. Instintivamente mis piernas se enroscan en las suyas. Eres mío, Zimmerman. Sonríe sobre mis labios para tomar posesión de ellos.
Mi cuerpo se aferra al suyo, el movimiento de sus caderas va en aumento, jadeo, me aprieto más a él. He de suponer que mi excitación a aumentado de nivel, el dolor pasa casi desapercibido. Me he acostumbrado a tenerle dentro de mí. Echo la cabeza hacia atrás, sus labios vuelven a buscarme. Está siendo tierno, compasivo. Su agitación pide por más, entonces nuevo mis caderas a su compás, le acaricio la espalda, mis manos no pueden dejar de tocarle. Gimo de placer, me estremezco entre sus brazos, me hace palpitar. Sigo con las piernas rodeando su cintura, enrollo mis tobillos entre sí para apretarme más a él.
—Más. —Se me escapa. Estoy sumida, perdida, vuelta loca.
Disfruto de sus estocadas, me embiste repetidamente.
—Uhm. —Murmuro sin control.
Sudor, respiraciones alteradas.
Entra y sale cual dueño en su hogar, me sostengo fuerte de sus brazos. Lo hace con más fuerza, estoy en la cima del placer.
— ¡Paul! —Digo gimiendo en busca de más. Lo comprende, el hombre pierde el control al hacerme suya. La etapa romántica quedó en el pasado. De pronto es como si llevase una vida entera esperando por esto, no era mi obsesión, pero es necesario.