La Hija De Grey (zimmey Libro 1)

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El clima de esta ciudad cada vez está más loco, muy de mañana se estaba cayendo el cielo a pedazos y ahora parece que nada hubiese ocurrido. El jardín de esta casa siempre me ha encantado, la verdad, todo lugar con flores es mi favorito. Me fascina disfrutar del aire libre, vivir la experiencia entre la naturaleza y yo. Bebo de mi jugo sin dejar de observar las flores bailar de un lado a otro, extrañaba mi casa. Escucho pasos tras de mí y el ruido de llaveros chocando entre sí.

—Sophie. —Aseguro que es ella sin tener que mirarle.

— ¿Cómo lo has sabido? —Pregunta dejando un beso en la mejilla. —He venido en cuanto me han dicho que ya habías regresado de tu viaje, tenía tanto de no verte.

— Uhh, meses. Tú que casi no vienes por acá. Y siempre te descubro por el singular ruido de tus llaveros de acero, eres la única que los trae.

Ella ríe, yo también.

—Mi madre estuvo insoportable, más de lo que creerías posible que se pueda llegar a estar. Me fui con ella unos meses, he terminado por dejarla en la clínica de tu tío Ethan, su problema es el alcohol y no creo tener la capacidad para poder con ello, así que en decisión conjunta con papá le hemos dejado ahí para que tome terapia. Mi madre es buena, yo lo sé, pero necesita ayuda y quiero que se la brinden. —Asiento, comprendo lo que está sintiendo. —Ayer que volví del trabajo, me encontré con la señora Grey y ya me dijo que estabas en la ciudad pero que Theodore había organizado una cena con amigos para darte la bienvenida. Así que aproveché el hecho de que puedo llegar un poco tarde al trabajo para no perder la oportunidad de saludarte. Leí por ahí que todo ha salido de maravilla, has sido un éxito.

—Por fortuna, si. He tenido un equipo fenomenal, con su trabajo la experiencia se hizo inolvidable. Poder convivir con esas personas que se interesan en mis libros, y que me brindan su apoyo es algo que no imaginé nunca, menos que abarrotaran los lugares en donde estuve. Estoy más que satisfecha con haberlo hecho. —El pecho se me hincha de la emoción al recordarlo. —Y tú, ¿Algo nuevo?

—También vi que ya piden por un nuevo libro, es asombrosa la locura que has creado. Y bueno, yo he empezado una relación con un chico de la empresa, mi padre casi se desata, pero Gail, mi salvadora de siempre le dió su estate quieto, acabó por aceptar que mi edad va corriendo y es hora de que formalice, siendo sincera no me hago más nueva cada segundo. La semana pasada le han conocido y se han caído bien, estoy fascinada, más allá de que descubrí los informes detallados de mi novio en las gavetas de mi padre. Jason Taylor no tiene límites.

—Felicitaciones. A ver cuando es papá quien le envía a hacer una requisa a profundidad. —Me mofo.

—Richard trabaja en su empresa, no dudo para nada que le haya facilitado la hoja de vida a papá para cerciorarse de que los clavos estuviesen en orden. —Observa su reloj—. Estoy encantada de verte, estás preciosa, pero tengo que irme. No han de tardar en venir por mí y sabes que no me gusta hacer esperar.

—No hay problema, comprendo que tienes compromisos. Anda y ve, eso sí, dile a ese chico que si da un mini paso en falso contigo yo seré la primera en formarme en la línea de Taylor para mandarlo a la mierda.

—Se lo haré saber, pierde el cuidado.

Tendré que hablar con la abuela Grace sobre esas sus gotas, tengo que dejarlas de tomar, el hambre monumental con el que me mantengo no es algo normal, mi apetito ya no requiere que lo despierten, hay que ponerle un tranquilizante. Voy a la cocina por un poco de fruta para comer, Gail me observa de reojo, ¡Ya sé! La despensa no durará nada conmigo en esta casa, me siento en una de la bancas para devorar todo con deleite.

— ¿Qué te han hecho en ese viaje? Antes había que corretearte para conseguir que dieras unos cuantos bocados y ahora creo que tendré que ocultarme para que no me comas. —Comenta con humor.

— ¿Recuerdas las gotas que me ha recetado la abuela Grace? —Asiente, pese a estar escuchándome no deja de hacer lo suyo. —Mamá consideró buena idea que no las dejará hasta que volviésemos y ella decida si debo dejarlas, pero si no dejan de ponerla en mi jugo, cuando vaya a pesarme la balanza pondrá: continuará, con puntos suspensivos.

—Si, claro. Te veo y no lo creo, de no ver cómo estás comiendo créeme que lo dejaría en duda. El día en el que peses más de lo normal, yo regreso a los veinte años. —Dice con sátira pura, frunce el entrecejo y me mira— ¿Te has sentido bien? Digo, ¿Nada fuera de lo normal? ¿Rara? ¿Diferente?

— ¿Rara como rara? No, la verdad, creo haber encontrado mi ser natural. Estoy en esa etapa de la vida en que todo lo que venga es un proceso de aprendizaje, cada oportunidad una aventura y cada instante vivido un nuevo sueño cumplido.

—Las cosas bonitas que dices. —Me mira con adoración. —Algunas personas deberían aprender a ser siquiera un cuarto de sensible de lo que tú.

¿De qué me perdí? Llevo un pedazo de piña, si no entiendo, pues como. Gail pone los ojos en blanco, huele a que el jefe de seguridad de esta casa ha estado durmiendo en el sillón.

—Señorita Grey, señora Jones. —Saluda al entrar. Muevo mi mano con el tenedor en ella para responder, tengo comida en la boca como para poder hablar.

Se sirve un poco de agua y lo bebe sin respirar. Las cosas parecen no ir del todo bien y empiezo a sentirme un poco incómoda por presenciarlo.

—Taylor. —Le llamo para cortar un poco la tensión evidente que se siente.

—Dígame, señorita Grey.

—Necesito salir a realizar una compras, ¿Le avisas al par que van de mi candado?

—Ahora mismo lo haré. Pero sólo le acompañará Víctor, el señor ha autorizado que su seguridad disminuya.

— ¡Alabado sea el señor! —Exclamo levantando mis brazos al cielo. —En diez minutos estaré lista.

— ¿Le apetecería hacer uso de su auto? La autorización también incluye manejo libre.




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