La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

2

Jerusalén… tierra sagrada. 

Lugar en donde fui concebida, que vio morir al Salvador. 

Era tan extraño estar en una tierra en donde nunca puse un pie anteriormente a pesar de mis numerosos viajes, pero a la vez sentirla tan cálida, tan cercana, tan… familiar. Mi cuerpo se sentía ligero cuando desperté bajo la sombra de un árbol. Una parte de mi agradeció la sombra gracias al fuerte sol que había. Me miré a mí misma sintiendo mi cuerpo ligero, todos mis sentidos estaban alertas, podía sentir todo. 

La frescura de la ligera brisa que acariciaba mi rostro, la tierra seca bajo mis manos y mis pies, el olor de la misma. Incluso podía sentir mi garganta seca al notar la sed tan común. Una suave sonrisa surcó en mis labios cuando comprendí lo que había ocurrido. 

Cuando me di cuenta lo equivocada que estuve todos estos años, y Él se guardó todo mi enfado sin sentido compensándome de esta manera… de la misma forma que lo hizo con mi padre.

Mi sonrisa aumentó y moví un mechón de mi cabello negro detrás de mí oreja—Gracias… abuelo. 

Me puse en pie notando por primera vez mi ropa y mi cabellera negra, la cual estaba un poco más larga que la última vez que la vi. Estaba un poco más debajo de mi cintura y mucho más abundante. Mi ropa solo consistía una túnica gris por encima de mis tobillos solo sostenida a la cintura con un cinturón de cuero. 

Cuando intenté mirar más allá coloqué mi mano frente a mis ojos para que no me dificultara la acción gracias al fuerte Sol. Mi sonrisa aumentó cuando noté un pueblo a lo lejos, no tanto de donde me encontraba. Luego de unos tramos de sol la sombra bajo un techo sería una buena recompensa. Pero eso es otra cosa que debo averiguar. 

Mientras más me acercaba al pueblo más buscaba una solución en mi mente. No puedo llegar anunciando que soy la descendencia de Jesús, considerado el Hijo de Dios. Porque no sé cómo reaccionarían, podían pensar que es mentira o reaccionar de la peor manera, haciéndome daño como lo hicieron con mi padre, aunque a él lo ejecutaron. La mejor manera de llevar a cabo la labor que se me fue encomendada es en secreto, sin revelar de dónde vengo. 

Una de las cosas que más adoraba observar de las personas era el movimiento constante que siempre mantenían, nunca se detenían. Mi ritmo siempre fue tranquilo, nunca tuve una ambición más allá de continuar con la labor de él, y siempre estuve enojada con mi abuelo… aun cuando no tenía sentido. 

El mercado era bullicioso, los gritos de los tenderos se escuchaban sobre los murmullos de los transeúntes para asegurarse de que supieras de que su mercancía era la mejor que vería en esas tierras. Incluso cuando te arrastraban hasta su puesto para que te deleitaras con su mercancía. 

Era divertido, claro, sin contar que gracias a eso era muy complicado caminar sin ser atropellada. Además, mi apariencia tan sencilla me hacía parecer una mendiga y poca importancia me daban. 

Aun así, me daba gusto verlos tan tranquilos. 

̶—¡Ladrón!

Mi cuerpo se volteó por instinto cuando sentí ese grito. Como existía el bien lo acompañaba el mal, ese nunca iba a desaparecer porque consistía en el equilibrio del mundo.

Una anciana estaba en el piso con su mano en el pecho llorando por las pertenencias que le habían robado. Comenzó a respirar con pesadez y apretar su pecho-Mi pecho-balbuceó ella frunciendo el ceño con expresiones de dolor y comprendí al instante de que le dolía el corazón. 

Pocas personas siquiera se detenían a mirarla, otras simplemente la ignoraban. Cerré mis ojos y mi corazón dolió de una manera más profunda por la maldad que se escondía en el interior de las personas. 

—Padre mío, que sus días estén colmados de felicidad y el sufrimiento no reine en su vida ̶ susurre con la vista en el suelo aun escuchando los sollozos de la mujer.

De repente una pareja de jóvenes se acercó a la anciana y la ayudaron a ponerse en pie—¿Siente algún dolor?—preguntó la joven sosteniendo las manos temblorosas de ella.

—Seas bendecida hija mía, ya el dolor se detuvo.

Mi cuerpo se quedó paralizado cuando noté lo que había ocurrido. Sabía cuál era mi camino, lo supe cuando abrí mis ojos de nuevo, pero no era consciente de cómo hacerlo. Pero ahora mis “deseos” y rezos tenían una labor, la de ayudar. 

Sonreí contenta y me volteo para seguir, siendo lo último que veo es a la pareja de jóvenes ofreciéndole ayuda. Mientras seguía caminando por el mercado tuve un instinto y unos deseos de saber una verdad… una más personal de mi vida como humana. 

Cuando descubrí quien era quería donde había sido ejecutado. Sabía que era aquí pero desconocía donde, además peguntar no parecía ser algo fácil, pero quise arriesgarme. 

̶—Buenos días. 

Me acerque a una señora con su cabellera negra escondida bajo una tela rosa pastel tan clara que podía notar la oscuridad de sus hebras. Y una túnica de un rosa más oscuro cubría su figura.

Por unos segundos desvié la atención de ella y me centré en las diversas telas que vendía. Diferentes texturas, múltiples colores que te envuelven como los hermosos colores que nacen en el cielo luego de la lluvia. Mi vida terrenal no estuvo muy plagada de lujos, por eso nunca conocí la seda en las telas o los muchos colores con los que se teñía. Pero nunca dejaron de llamarme la atención. 




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