La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

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El tiempo fue pasando y me dio más cosas de las que tal vez quería arrebatarme. Micol y yo nos habíamos hecho amigas, muy buenas amigas, ya ella me consideraba su hermana. Abishai por otra parte no lo decía, pero sabía que también nos habíamos convertido en amigos… aunque es el mismo, sé que me protege de los hombres que intentan sobrepasarse conmigo. Además, Micol asegura que Abishai me ve como su hermana menor.

También me he hecho amiga de Ruh, cada vez que viene como no tengo que ir al comedor comemos en el callejón. No sé mucho acerca de él porque no lo recuerda. No sabe quiénes son sus padres, solo conoce al señor Ackmed, y desde que tiene uso de razón ha trabajado para él.

Mi corazón se encogió de tristeza ante todas las cosas que él había pasado siendo tan joven, pero a pesar de eso la pureza de él se mantenía intacta, y eso era lo que me animaba a seguir hablando con él todas las noches.

Porque Ruh cada noche se escapaba con el riesgo de ser golpeado para hablar conmigo en ese callejón.

Pero el tiempo jugaba en mi contra, sabía que tenía que irme. No solo para continuar mí camino, también porque era consciente de que no iba a envejecer e iba a alamar a muchas personas. Muchas de mis metas se habían cumplido.

En el tiempo en que estuve aquí muchas personas comieron mi comida y sin saberlo fueron bendecidas por mi rezo, no solo dentro de la posada. En las calles rezaba por ellos y sus vidas mejoraban en un aspecto que cambiaba por completo el rumbo de su vida.

Abishai cumplió su promesa y su meta, con todo el dinero que habíamos ganado compró el terreno de al lado y ampliamos la posada. Ahora hay doce habitaciones más, incluso ya está trabajando para hacer un baño árabe.

Micol está que baila de felicidad, una mañana se levantó saltando por la cocina tomándome de las manos y dando vueltas, riendo las dos como niñas. Abishai le dio la noticia de que era hora de que la familia aumentara, yo también salté de la alegría junto a ella porque la felicidad llegó a su vida.

Ya era momento de irme, lo sabía, mi corazón me lo decía, pero a la vez él me ataba a algo, o a alguien. A él, al único ser al que no he podido entender. Quiero hacerlo, pero eso significaría tiempo que no tengo. Debía irme ahora antes de que me arrepienta, antes de que comprenda en verdad la intensidad de estos pensamientos y mis pies se nieguen a alejarse de él.

Colgué la bolsa y bajé las escaleras. En el recibidor me esperaban la pareja, Micol con las lágrimas bañando sus mejillas y Abishai con una expresión triste pero serena en su rostro.

̶—No te vayas por favor, tienes que conocer a nuestro hijo.

Abracé a la chica y le recé a mi padre para que su hijo tuviera mucha salud y viviera muchos años.

—Es lo que más deseo, pero debo continuar mi camino, me alegro poder haber sido tu amiga.

—Siempre lo seremos.

Tomo sus manos entre los míos sin dejar de sonreír viéndola llorar.

Padre mío, bendícela con el don de hacer feliz a las personas con su comida y no le quites lo que han obtenido”

Miré al hombre y vi una ligera sonrisa en sus labios a lo que yo se la devolví con una más grande.

—Gracias por permitirme estar bajo vuestro techo.

̶—Debo agradecerte a ti—dijo él y para sorpresa de nosotras dos pone su mano en mi cabeza y acaricia levemente esta con una expresión un poco más suave en su rostro—Siempre serás parte de esta familia Sara.

Respiré profundo porque no quería llorar, los extrañaría, pero ellos ya no iban a estar tristes, no iban a estar solos.

Era de noche cuando caminé por el mercado como el primer día. Era extraño verlo de esta forma cuando todos los días era imposible disfrutar del silencio en un lugar como este. Mi mente estaba en paz, pero mi corazón estaba inquieto y yo sabía por qué.

No quería admitirlo, porque si lo hacía era capaz de dar la vuelta. Y no podía hacer eso, tenía que cumplir mi misión en otras tierras, no podía estar aquí. No podía desear quedarme solo por una persona…

Solo por Ruh.

̶—¡Señorita!—mis pies se congelaron, pero no me voltee—Señorita Sara.

Lo hice, me volteo y lo veo corriendo hacia mí con algo en su mano. No noto lo que es hasta que lo tengo frente a mí. Un pedazo de pan, el pan que su amo le da para que coma en la semana lo tiene ahora en sus manos. Respira con fuerza por la agitación, pero a pesar de eso veo la sonrisa en sus labios.

—¿Qué haces aquí Ruh?

̶—La señora Micol me dijo que se iba de viaje.

̶—Ruh...

—Gracias señorita Sara—me interrumpió y juro que casi me echo a llorar sin comprender la razón—Gracias a usted sé que hay buenas personas, estoy contento por haberla conocido—tomó una pausa y yo solo podía ver su sonrisa—estoy triste porque se va, pero es mayor la felicidad porque sé que nunca la olvidaré, quiero ser mayor ya—me confundí lo último que dijo y él lo notó en mi rostro, pero más me sorprendí al ver un ligero sonrojo en sus mejillas—cuando sea mayor estoy seguro que nos volveremos a ver algún día—tomó mi mano y me dio el pan—quiero que lo lleve para el viaje.

Antes de que pudiera negarme se va corriendo diciéndome adiós con la mano y yo me quedo mirando su espalda desaparecer como la primera vez que lo conocí. Mi vista se nubla y cuando toco mis mejillas noto las lágrimas bajando mis mejillas. Toco mi corazón y nunca lo había sentido con tanta fuerza en mi pecho. Caigo de rodillas con un jadeo al notar lo que tanto evité…




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