La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

6

Estuve a pocos segundos de quitar el pañuelo de mi rostro y dejarlo descubierto, cuando siento pasos apresurados dirigidos hacia mi cabaña junto con una voz que conocía a la perfección.

—¡Mi señora!—por instinto y sin pensarlo abrí la puerta para verlo a él corriendo hacia mí. Él sabía que yo era “muda”, por eso cuando estuve frente a mí no esperó para decirme que era lo que sucedía—Mi señor está muy enfermo.

El señor Ackmed…

No lo pensamos mucho cuando ambos salimos corriendo a su casa, que por suerte no estaba tan lejos de mi cabaña. Lo primero que vi fue al enorme hombre sobre un catre convulsionando.

—Hoy en la mañana estaba bien, pero se cayó de pronto y comenzó a hacer esos movimientos—me explicó el chico entre lágrimas.

Chequé el pulso del hombre luego de comprobar lo elevada que estaba su temperatura. Pero mi mente estaba ocupada con otros pensamientos. A pesar de que este hombre nunca fue bueno con él, que lo maltrató de todas las formas impensables que existen, él… quiere que se salve.

Más pureza como esa es nueva y abrumadora. Alguien que es capaz de ignorar el dolor que se le fue causado solo para que esa persona no sufra. Lo veía al otro lado del hombre pidiendo que despertara, que no lo dejara.

"Padre mío, olvida sus errores y cúralo de toda enfermedad”

Estuve un pequeño lapso de tiempo rezando a su lado a la vez que le ponía compresas frías en la cabeza para bajar la fiebre. Ruh nunca se fue de mi lado, pidiéndole a su señor que despertara que se pusiera bien.

Puedo asegurar que cada movimiento de mis manos era hechas por puro instinto, porque no podía concentrarme, específicamente por él. Mi corazón no dejaba de latir como loco, tenía miedo de que lo escuchara por lo fuerte que latía.

El mundo a mí alrededor se paraliza, solo por su mirada, solo por su presencia. En algun momento siento como la presencia de su alma me asfixia, pero no me libero, no quiero. Quiero estar atada a él, quiero seguir sintiendo este amor por él…

Mi primer y único amor…

 

 

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Esa noche me despertaron los gritos de las personas… bandidos. Me levanté con prisa y por instinto cogí la tela de mi cabeza. La ciudad era un caos, y no pude evitar llorar, la ciudad donde he vivido tantos años, la ciudad de mi padre. El mercado estaba destruido, las tiendas ardían en llamas, esas preciosas telas se desvanecían.

Nunca escuché el ruido en la noche cada vez que caminaba por el mercado. Un día pensé como sería ese constante bullicio en la noche… ahora había un sonido más terrífico. No quiero, no quiero este sonido espantoso tan estruendoso como el latir de mi corazón. Anhelo ese silencio, esa calma, pero ahora era imposible. Mis piernas corrieron por instinto a donde una vez viví.

Una parte de la posada estaba ardiendo en llamas, pero frente a la puerta había una carreta con lo que parecía los trabajadores, pero pude ver a mi amiga protegiendo a sus hijos, con la mirada anhelante en la puerta, por lo que comprendí al momento que Abishai aún se encontraba adentro. No pude evitarlo, cuando él salió solté un sollozo audible de total alivio y sonreí aliviada cuando ellos se fueron.

Mi corazón y mis piernas me guiaron a otra parte sin poderlo evitar, sin pensarlo. Una parte de mi anhelaba que escapara, pero de camino a la casa vi al señor Ackmed huir con sus esclavos, pero no lo vi a él. Hace mucho mi rostro estaba descubierto, pero eso no podía importarme, no cuando no lo veía. Corrí como nunca había hecho cuando vi que su casa estaba en llamas. El intenso calor no me detuvo, entré al lugar gritando.

—¡Ruh!

En el primer cuarto no estaba, y la cortina que pasaba al segundo ardía en llamas. Mis oídos dejaron de escuchar, todo se paralizó cuando lo vi en el piso de la segunda habitación.

Ignoré el asfixiante humo que me impedía respirar, solo podía verlo a él y la sangre que brotaba de su pecho. Las telas blancas que me cubrían se tiñeron de carmín cuando caí a su lado levantando su pecho para ponerlo en mi regazo.

No pude protegerlo…

¿Qué he hecho?

Él fue la razón por la que me quedé pero no hice nada por él…

—Señorita Sara—abrí mis ojos y conecté mirada con esos avellanas tan bellos. Sonreía, me estaba sonriendo—Sabía que vendría.

—Ruh...

Sollocé su nombre sintiendo su propio dolor, pero con mayor intensidad. Él alzó su mano para limpiar una de las lágrimas que bajaban por mi mejilla. Ignoré que la estructura a nuestro alrededor estaba cediendo ante las llamas.

—No llore por favor, sabía que la iba a ver—acaricié su cabello negro y él sigue hablando sin importarle que poco a poco va perdiendo la fuerza—Eres la primera persona que amé… y aunque…—tosió y de su boca salió sangre, le costaba respirar, le pedí que no hablara más pero él no me hizo caso… mi cuerpo estaba paralizado y solo podía llorar—todo esté en contra… yo la amo… y seguiré haciéndolo… no va a haber nadie más… solo tú.

Dio su último aliento sonriendo, esos ojos avellanas se cerraron y no se volvieron a abrir. Grité hasta que mi garganta dolió, no podía hacer más nada, no quería hacer más nada, no iba a luchar. Iba a rendirme por él, ese era mi castigo…




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