Alza la cabeza hermana y toma asiento.
Acaté la orden y alzo la cabeza para ver a esos dos hombres que se llaman mis hermanos. Camino con cuidado hasta la mesa en la que ambos me esperan y en la que reposa un banquete. No tengo muchas ganas de comer nada porque recién había desayunado, pero tampoco tenía las fuerzas para rechazarlo y que ellos creyeran que era una falta de respeto.
Me senté con una silla de por medio al lado izquierdo del menor de los hermanos, el actual Emperador de Constantinopla: Flavius Iulius Constans.
Cuando nuestro padre falleció ellos tres mediante un pacto se dividieron el continente y a pesar de lo joven que era se le asignó el gobierno de las prefecturas pretorianas de Italia y África. Pero él no quedó satisfecho y un año después se reunió con el resto de mis hermanos en Viminacium para revisar los límites, en donde obtuvo la prefectura de Iliria y la diócesis de Tracia.
Todo estuvo perfecto hasta ese entonces, aunque algo me decía que ninguno de ellos estaban contentos, pero fui ingenua al creer que no iban a reaccionar. Todo empeoró cuando nuestro hermano mayor Constantino II se confió de la juventud de Constante y en el 340 intentó arrebatarle Italia invadiendo esta. Fue demasiado cuando la noticia llegó a mí de que él había fallecido a manos de Constante.
No supe identificar si lloraba por la muerte de mi hermano, o por la tragedia que ocurrió en una familia solo por la ambición.
Hoy en día me sigo haciendo esa pregunta sin respuesta…
Luego de la muerte de Constantino II, Constante dirigió una campaña victoriosa contra los francos entre 341 y 342 con solo 18 años. Luego de meses de viaje, regresó a las puertas de este palacio a ocupar el lugar que él tomó.
Tal vez me atrevo a decir que él es el único de mis hermanos que nunca puso tanto empeño en mi presencia, y de alguna forma lo agradezco. Pero nunca fue capaz de dirigirme una palabra excepto por lo momentos en que nos reuníamos, incluso en ese entonces quienes hablaban conmigo eran mis otros hermanos.
Por otra parte esta nuestro hermano mayor, el segundo de los varones: Flavius Julio Constancio Augustus.
Luego de que se enterró a nuestro padre en la Iglesia de los Santos Apósteles de Constantinopla, Constancio II se aseguró de asesinar todos los parientes por parte de nuestro abuelo paterno-Constancio I-aunque siendo sincera aun desconozco los detalles. Pero si sé que algunos de mis tíos junto con otros primos fueron asesinados.
Cuando se reunió con mis hermanos comenzó a gobernar las provincias orientales como Tracia, Asia Menor, Siria, Egipto y la Cirenaica. Siempre fue un guerrero, y un estratega militar, eso no se puede esconder.
Más tarde él se dirigió al este, Antioquía para resolver la guerra con Persia. Pero era ignorante al hecho que durante su ausencia, Sapor reunió un gran ejército que incluía elefantes de guerra, y lanzó un ataque a territorio romano, arrasando con Mesopotamia y asediando Nisibis.
Cuando mi hermano supo que Sapor se retiraba luego de que su ejército abandonara el asedio al perder la oportunidad de reventar el muro para derrumbarlo, preparó a su ejército para un contraataque que derrotó a las fuerzas enemigas.
Bajo el mando de Flavius Julio la frontera oriental fue defendida de forma repetida contra las invasiones del Imperio Sasánida, quien se encontraba bajo el reinado de Sapor II. Estos conflictos no pasaban de asedios sasánidas de las mayores fortalezas de la Mesopotamia romana, incluyendo Nisibis, Singara y Amida.
Hubo muchos rumores entre las paredes del palacio porque Sapor parecía salir victorioso de muchas de estas confrontaciones, pero en cambio la realidad era otra porque los sasánidas no fueron capaces de lograr mucho. Por otra parte, los romanos obtuvieron una victoria decisiva en la Batalla de Nasarara en donde mataron al hermano de Sapor, Narses. Finalmente, Constancio fue capaz de lograr la retirada de la invasión y Sapor no consiguió nada significativo.
Si debo asegurar si él odia o no mi presencia, sin dudarlo confirmaría su odio hacia mí. Nunca me ha llamado por mi nombre y menos aún ha demostrado por un momento que ambos somos hermanos.
Comía mi segundo desayuno del día con la cabeza gacha sobre la comida sin atreverme a alzarla—Sara, solicitamos verte porque necesitamos hablar—sentí la voz de mi hermano Constante y el primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue que Sibila estaba completamente equivocada.
Ellos no querían verme porque yo fuera su hermana, lo hicieron porque necesitaban de mí para algo. Termino de tragar la comida y con lentitud alzo la cabeza para ver al hombre que descansaba en la punta de la mesa.
—¿Qué necesita de mí?
Pensaba que él era quien me iba a contestar, pero fui muy ingenua al imaginar que nuestro hermano mayor no iba a intervenir—No eres útil encerrada entre las cuatro paredes del palacio—no podía mirarlo a los ojos, me daba terror hacerlo y que descubriera el poder que causa en mi a pesar de que yo lucho contra él—heredaste la belleza de tu madre, por lo que debes servir muy bien para entretener a algun señor rico.
Un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo cuando la realidad me golpeó. Mis hermanos me querían vender como una concubina sin importar que yo tuviera su misma sangre. Quise hablar pero mi garganta se había cerrado, pero por segunda vez trague buscando la voz que había perdido.