La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

11

Uma fue a la cocina mientras yo estaba sumergida en mis pensamientos. Así que decidí meditar un poco. Pero en el momento en que me levanto la tela roja de mi sari que descansaba en mi hombro cae al piso. Cuando la tengo en mis manos veo unos zapatos en mi campo de visión. Sin levantarme alzo la vista viendo de quien se trataba.

—Joven Narendra—murmuro bastante sorprendida de su presencia en la tienda. Me puse en pie notando la sonrisa divertida que nacía en sus labios.

—Parece que no soy bienvenido.

Ahogo un jadeo avergonzado sintiendo mis mejillas calientes causando una risa más fuerte en el chico. Narendra es un soldado de 30 años, su pelo negro lo tiene escondido bajo un turbante negro que hace juego con el uniforme. Viste unos pantalones anchos en los muslos que se esconden en las botas altas que calza. La camisa marfil sin mangas deja al descubierto sus brazos, ese el uniforme del Ejército Real, que portan todos menos los Generales.

Su piel morena solo marca con mayor intensidad sus facciones. Es alguien muy atractivo y alguien muy agradable. Sus ojos negros son inquietantes a decir verdad, porque no sabes lo que pasa por su mente. Pero se ha ganado mi confianza en los cinco años en que lo conozco. 

Su espada descansa en su cadera y solo me fijo en la funda negra con detalles en dorado. No he visto un arma de cerca desde mi última experiencia, y no tengo intención de hacerlo ahora.

—Y-yo no quise decir eso.

—No se preocupe Sara, solo bromeaba.

Respiro aliviada y me toco el pecho porque imaginé que me había malinterpretado. Cuando veo que él sonrió, en mis labios también nace una sonrisa—No me haga eso Joven Narendra.

Los ojos de Narendra baja a mis manos y sin poderlo evitar nota mi mano vendada—¿Qué le ocurrió?—me sobresalto cuando la toma de repente obligando a que me acerque a él.

—Fue solo un accidente—intento alejarme, pero es en vano. No puedo hacerlo sin utilizar la fuerza, y aun si lo hiciera era imposible sabiendo la fortaleza que tiene un hombre como él—Le avisaré a Uma que está aquí—esperaba que con esas palabras soltara mi mano. Para mí buena suerte lo hizo y me fui a la cocina avisándola a mi amiga acerca de la presencia del soldado.

—¿Quién dijiste que está ahí?—Uma soltó lo que tenía en la mano y salió corriendo. Cuando estuvo a punto de atravesar la cocina se detiene de forma abrupta llamando mi atención. Respira tranquilizando su actitud y sale como si no hubiera corrido.

Rio negando con la cabeza recogiendo lo que tiró. Era demasiado claro que Uma estaba enamorada de Narendra. Lo supo desde la primera que lo vio, y yo lo noté al momento. Ella no es muy buena escondiendo lo que siente. Se quedó un pequeño lapso de tiempo en la cocina recogiendo. Además, lo había para darle tiempo a solas con su amiga.

Cuando salió los dos estaban sonriendo. Se asomó ligeramente por la orilla y cuando supo que no tenía que estar presente salió por la puerta trasera. Estaba muy contenta, su amiga Uma y el joven Narendra hacían muy buena pareja. Salió por el sendero, y justo al lado de la casa había una pequeña caseta de cuatro columnas que sostenían el techo.

Recogí mi pelo en un moño alto y lo sostengo con un pedazo de tela. Enciendo incienso de romero y me siento en la lona con mis piernas cruzadas luego de amarrar mi sari a la cintura para que no me moleste. 

Cierro mis ojos calmando mi respiración, sintiendo cada elemento de mí alrededor y convirtiéndolos en uno solo con mi mente y cuerpo. De eso se trata el yoga. 

Canalizar toda tu energía y saber utilizarla para tu propio bien. El silencio me envuelve y el aroma agridulce del romero me llena los sentidos permitiéndome relajarme por completo. La naturaleza responde a mi silencio. Siento cada trinar, cada soplo del viento. 

Escucho el murmullo a los lejos de las personas de los mercados. Y a la vez me encuentro en silencio con mi propio cuerpo. Mi corazón late en mis oídos con un suave retumbar que me alivia.

Pero mis sentidos se agudizan cuando unos ligeros pasos se acercan a mí. Son silenciosos, casi ni lo siento si no es por el rozar del calzado con la tierra. Sonrío a ojos cerrados por que se quién es.

—Sus pasos ligeros funcionan contra el enemigo, pero no puede engañar a mi oído.

Mi sistema se llena con una suave y varonil carcajada. Me volteo sin levantarme y alzo la cabeza para verlo—Ya he aprendido de mis intentos fallidos—dice con gracia.

—Buenos días General Jaidev.

Una gran sorpresa que recibí en esta vida fue conocer a Ruh mucho antes de lo que me esperé. Luego de hacerme aprendiz, un año después apareció en la tienda dejándome sin palabras. Me dejó tan sorprendida que tiré todo lo que tenía en la mano-se hizo una costumbre reciente en mi-descubriendo que era un buen amigo de mi Maestro.

Luego de eso pude calmarme y conocerlo mejor. General del Ejercito Real, con 30 años de experiencia y que forma parte de la elite más alta del ejército. Un hombre amable de 52 años que no tiene hijos, pero asegura que todos los soldados bajo su mano son sus hijos y por eso debe protegerlos.

Es un hombre de estatura media, con su piel ligeramente menos morena que la de Narendra. Él asegura que en su juventud fue un hombre muy adorado por las mujeres dado a su atractivo, pero ahora la vejez hace de las suyas. 




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