La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

15

La noticia viajó como las rápidas y poderosas aguas del Dniéster. Nuestro rey había muerto. La noticia fue espantosa para cada uno de nosotros. Cuando la noticia llegó a mis oídos me pinché con la aguja de tejer, viendo como el carmín corría por mi dedo. No pude evitarlo, mi estómago se encogió y el pánico de los recuerdos vividos me nubló el juicio. En menos de un instante había perdido la conciencia.

Cuando desperté en casa toda mi familia estaba preocupada por mí. “En verdad no tiene mucha importancia”, solo les dije eso, y aunque les dije la verdad el terror de mi cuerpo demoró en irse. 

Parecía que el pueblo había desaparecido, el silencio crecía más aun con el aumento del día. ¿Qué era esto? ¿Solo era la sombra de la tristeza por haber perdido a nuestro monarca? Todos sabíamos que había algo más escondido en el interior…

Teníamos miedo… de lo que pueda venir después de esto. Y yo no estaba extensa de eso.

Intento que las cosas no se vayan de mis manos para mantener la calma, porque tenía una familia que proteger—¿A dónde vas Sara?

Me volteo a ver la figura de Ademar acercarse a la sala, donde yo me encontraba. Pero lo único que yo veía era que estaba medio dormido y se veía demasiado tierno—Vuelve a acostarte.

Resopla y yo solo puedo reírme porque sigo viéndolo muy divertido—Deja de tratarme como un niño.

—Pero es que eres mi h…

—No lo digas más.

Por alguna razón sus palabras me dejaron congeladas y no comprendí la razón. Siempre dice eso cuando bromeo con él porque no le gusta admitir que yo soy mayor que él… pero ahora se siente distinto. La mirada de sus ojos de alguna forma se ven más intensa.

Ignoré todos esos pensamientos y suavice mi sonrisa ̶ 

—Está bien Ademar, voy a salir a por algo de comida.

—Voy contigo—tuvo intensiones de voltearse para prepararse pero yo fui más rápida y se lo impedí.

—No te preocupes solo es al mercado.

—Pero aún no ha salido el sol.

Me encogí de hombros restándole importancia—Estoy acostumbrada a saludar al sol antes de que aparezca.

Se veía inquieto y para nada contento con que yo rechazara su compañía. Y siendo sincera, yo misma estaba siendo contagiada por esa inquietud.

—No demores—susurró derrotado y yo solo me di la vuelta pero su voz me detiene de nuevo—Sara—veo sus ojos y algo en mí se rompe, mi coraza se convierte en polvo ante esos ojos, porque soy consciente de que pueden leer mi alma—¿Alguna vez pensaste que la vida pudo ser diferente?

Los recuerdos que viví a su lado desde que volví a despertar llegan a mi cabeza como una ráfaga. Todos mis sentimientos, todos mis pensamientos, mis deseos más egoístas. Mis ojos amenazaron con llorar y gritar su más cruda verdad…

“Siempre lo hago… imagino y añoro una vida distinta, una en donde no esté atada, en donde saboree la libertad…

Pero soy demasiado egoísta… no tengo raíz en esta tierra, soy como una hoja que vuela según el paso de las estaciones.

No puedo amar y aun así lo hago…

No tengo derecho a soñar… pero no me es impedimento para hacerlo. Tal vez ese sea mi castigo, desear algo que parece que tengo en mis manos, pero que sale volando como la brisa…

Que cruel tortura… pero que dulce y embriagadora es”

Iba a flaquear, intentar fingir que no siento es más difícil cuando él me está mirando de esta forma. Pero los años han sido mis mejores amigas y me han enseñado. Le sonrío a él enmascarando mi tortura.

—¿Por qué preguntas eso Ademar? La vida no puede ser diferente de cómo es ahora.

—No lo creo—suena convencido y yo no puedo soportar mucho la presión de sus ojos sobre mí—Hay piedras que se interponen en el camino, pero luego de años uno se pregunta si se interpuso por una razón… quiero saber qué hubiera pasado si no hubiera rodeado la piedra.

—Ademar…

—¿Nunca te lo preguntaste?—me interrumpe y no me siento las piernas. Estoy olvidando todo, todo lo que soy, todo lo que debo ser… y no quiero saber si eso es bueno o malo—¿Nunca pensaste que lo que decía el pueblo podría ser real?

—La gente lo decía porque éramos amigos…

—¿Y si hubiera existido algo más que la amistad? ̶ escondo el temblor de mis manos cerrándolas en puños. 

Tenía que salir de aquí—Suficiente Ademar…

—No puedes irte Sara…

—Si puedo y lo haré—me impresioné a mí misma que no notara el temblor de mi cuerpo y escuchar la firmeza de mi voz ̶?—Lo mejor es que los dos olvidemos esta conversación.

La chica de cabello negro salió despavorida dejándolo a él con miles de preguntas sin respuestas, y con ganas de llorar—¿Por qué te escapas tan fácil de mis manos?

—¿Con quién hablas Ademar?

El mencionado miró a su esposa en silencio por unos momentos preguntándose en su interior si se arrepentía de las decisiones de su pasado. Suspiró decidiendo ignorar todo eso—Con nadie, vamos a descansar, aún falta para la salida del sol.




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