La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

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—Buen día señorita Sara.

Su suave voz acompaña su cálida sonrisa. Me adentro más a la iglesia hasta estar frente a él y coger su mano izquierda para besar el anillo que adorna su meñique, sin soltar la canasta en mi otro brazo ̶ Buen día Padre.

—Hoy tardaste más de lo habitual.

Ambos comenzamos a caminar despacio hasta el interior de la Iglesia en donde sé que se encuentra un pequeño comedor que dispone de todo lo necesario—Estaba esperando a que comieran y ahora están durmiendo.

—¿Cómo se encuentran?—me pregunta él a la vez que saca tres platos y los pone en la mesa.

—El sanador me dijo que no han mejorado pero tampoco han empeorado—hablo mientras no dejo de sacar la comida.

—Que la gracia del Señor esté que con ellos.

—Ya comí—le digo con una suave sonrisa mientras quitaba el tercer plato.

Cuando él iba a decirme algo alguien más interrumpe la habitación—Oh, bienvenida Hermana Sara.

—Buen día Hermano Taniel.

—No puede seguir acostumbrándonos a su comida—dice con una suave sonrisa que yo también imito.

Termino de poner la comida en la mesa a la vez que ellos toman asiento—Me gustan esas costumbres—ambos hombres ríen por mis palabras para luego tomar sus manos.

—Gracias Señor por esta comida y por bendecir las manos de nuestra hermana Sara—comenzó a decir él con los ojos cerrados—protege y cuida a nuestros hermanos Aghavni y Houhannes—les doy la espalda al momento en que él menciona a mis padres.

Nunca me hubiera imaginado que mi vida comenzaría de nuevo en otra tierra con años de dominación extranjera. Armenia estuvo durante casi dos siglos bajo la dominación de las dinastías árabes omeya y abasí.

El debilitamiento del Imperio sasánida durante el siglo VII condujo al surgimiento de otra potencia regional, los árabes musulmanes. Los árabes omeyas habían conquistado vastas extensiones en el Medio Oriente y, volviéndose hacia el norte, comenzaron a lanzar incursiones periódicas al territorio de Armenia en 639. 

El dominio omeya en Armenia creció en crueldad a principios del año 700. Las revueltas contra los árabes se extendieron por toda Armenia hasta 705, cuando bajo el pretexto de reunirse para las negociaciones, el ostikan árabe de Najicheván masacró a casi toda la nobleza armenia.

Una tercera y última rebelión se inició en 744 bajo el liderazgo de Mushegh Mamikonian y con el apoyo de otros narajar. Los abasíes sin embargo, marcharon sobre Armenia con un ejército de 30 000 hombres y aplastaron decisivamente la rebelión y a sus instigadores en la batalla de Bagrevand el 24 de abril de 775.

Luego de esa batalla la familia Bagratuni se quedó sin ningun rival de importancia. Sin embargo, cualquier oportunidad inmediata para tomar el control total de la región se complicó con la inmigración árabe a Armenia y con el nombramiento del califa de emires para gobernar en los distritos administrativos recién creados. 

Afortunadamente, el número de árabes nunca aumentó como para formar una mayoría, lo que permitió que la familia Bagratuni volviera a resurgir encabezada por Ashot Bagratuni.

Mucho cambio desde que Ashot el Grande tomó el poder, hasta donde estamos ahora, en el año 870. Pero claro, esos cambios son notorios, pero no tanto en lugares tan alejados de la capital como lo es en donde vivimos. En nuestro pueblo todos nos conocemos y realmente es una novedad cuando alguien nace o viene a vivir para disfrutar la tranquilad.

Los nacimientos en Armenia son fiestas llenas de tradiciones para la familia. Los bebés recién nacidos son envueltos en tierra tamizada, ya que se creía que los ayudaba a mantenerse calientes. El evento más importante en la vida de un niño es el día de su bautismo, el cual en Armenia es observado ocho días después del nacimiento. 

El deseo anhelado de cada familia es poder tener un hijo varón que pudiese continuar con los negocios familiares y perpetuar el nombre de la familia por generaciones. Si luego de esperar mucho tiempo la familia que no había podido tener hijos lograba tener uno varón, la familia le daba la bienvenida llamándolo Pargev que significaba recompensa o Nver que es regalo.

La tradición dictamina que cuando nacía una niña, el cordón umbilical debía ser enterrado en la casa, mientras que el codón umbilical de un niño debía ser enterrado en el jardín de la iglesia. Se cree que esto puede influenciar en el futuro del bebé: las niñas serían devotas de su familia y los niños serían activistas sociales exitosos o figuras religiosas.

Durante los primeros cuarenta días tras el nacimiento, solo los familiares cercanos podían ver a la madre y el niño. Pasados estos días todos tenían permitido visitar a la familia y celebrar con ellos, y en pueblos pequeños como estos son grandes celebraciones. El nuevo padre compartía su alegría colocando sus manos sobre la cabeza de los invitados diciendo “Tarose kes” que significa ¡Te la paso a ti!

Pero además de las celebraciones lo que más me gusta es el lugar en donde nuestro pueblo está asentado. Las casas estaban distanciadas una de otra y lo más bello de todo para mí era que vivíamos en una montaña, y el camino de piedra principal serpenteaba entre las casas, entre cada subida y bajada. Desde el punto más alto era visto como un pequeño paraíso.




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