La Hija de Jesús: El comienzo de un camino

Epílogo

El silencio de la noche parece eterno y si cierras los ojos por un momento te permite entrar en sus profundidades para revelar sus secretos. Es extraño, nunca me tomé el tiempo para ver el cielo sobre mi cabeza. Durante el día el Sol castigaba mi piel, y en la noche estaba tan agotado que caía antes de que esta se luciera sobre la tierra.

Pero durante un tiempo me encontré a mi mismo disfrutando de su belleza…

De su silencio…

Haciéndome recordar su dulce voz, como la noche en la que la conocí, tan bella, tan etérea como nunca vi a alguien. 

Un nombre… fue ella la que me dio un nombre que guardé como mi mayor de los tesoros. Nadie volvió a mencionarlo, pero no me importaba, solo quería recordar su voz diciendo mi nombre. Llamándome a mi para ir a su lado.

Tuve miedo cuando se fue, me volví a sentir solo ahora que conocí lo bien que se sentía reir. Pero de igual forma me sentía tranquilo, mi corazón se sentía tranquilo a pesar de tan corta edad.

Desde entonces aunque el Sol me moleste en los ojos me gusta ver el azul del cielo, me quedo mirando esos puntos brillantes en ese manto negro por tiempo indefinido mientras escucho su voz diciendo mi nombre. 

Nunca me había sentido así, me costó darle nombre a lo que estaba sintiendo, pero tampoco se sentía correcto.

Darle nombre a la manera en que mi corazón retumbaba en mi pecho cada vez que pensaba en ella no era correcto, era… como si lo estuviera encerrando, poniéndole las mismas cadenas que tenía en mis tobillos.

Dolían… el hierro contra mi piel ardían y eran dolorosas.

No quería que mis sentimientos fueran tan hirientes, me hizo feliz y lo seguía haciendo, no tiene nada que ver con el dolor. Debe estar alejado de la suciedad para seguir siendo puro… y darle nombre es muy pequeño para él.

Ahora que me despierto con el cuerpo aun adolorido pero sintiéndome mejor que en la tarde es cuando recuerdo que fue lo ocurrido. Desde antes de que saliera el sol el señor Ackmed nos llevó a trabajar en sus tierras. Es algo a lo que estoy acostumbrado y mi cuerpo ya no falla, ya no le duele.

Pero de vez en cuando él llega a su límite, y lo último que recuerdo es haber perdido la conciencia sobre la tierra con mi piel ardiendo.

Todo lo demás fue una neblina y escuché las palabras del señor Ackmed dando órdenes junto con unas delicadas manos curando mi cuerpo.

Quería seguir sintiendo esa calidez porque me hacía sentir bien, pero volví a caer en los sueños hasta ahora que abro mis ojos en la noche y en una cabaña que no era la mia.

Sonrío cuando la veo dormida a mi lado sin nada que cubriera su rostro, aunque me gustaría ver sus ojos me quedo embelesado viendo su rostro tan cerca. Luego que ella se fue cuando era niño apareció una misteriosa mujer que curaba todo tipo de enfermedades sin costo alguno.

La comenzaron a llamar “Mi señora” y se fue ganando el respeto de las personas en muy poco tiempo. Pero muchos querían revelar su misterio porque nadie había escuchado su voz ni visto su rostro. No mucho después de su llegada me enfermé de gravedad y el señor Ackmed no tuvo otro remedio que llevarme a sus manos.

Nunca la había visto de cerca hasta que sus ojos marrones me miraron con una profundidad que aún sin comprender el porque me hizo sonreír. No me demoré en descubrir que era ella quien me estaba cuidando en ese momento. Esa calidez y ese cariño le pertenecían solo a ella.

A mi Señorita Sara.

Desde ese entonces puedo admitir que disfruto de enfermarme solo para que ella me cuide y me murmure que se quedará a mi lado cuando ella me hace dormido. También me tomo mi tiempo para detallar su rostro cuando en ocasiones, en muy pocas ocasiones se descubre el rostro al dormir dejándome ser un ladrón de su belleza.

Pero es imposible robar algo tan etéreo como lo es ella, incluso si se trata de su sonrisa.

No quiero explicaciones del tiempo que ha pasado a mi lado, no quiero saber porque tiene que esconder su voz y rostro. Aun cuando sea demasiado obvio a la vista, yo solo quiero saber que ella está a mi lado, y que eso lo era todo para mi.

—Es bueno volver a verla Señorita Sara—murmuro lo más bajo que puedo para no perturbar sus sueños—no quiero perderte, no ahora, tampoco quiero ponerle nombre a esto que siento—sonrío con toda la verdad que mi corazón puede revelar—todavía no es tiempo, lo siento de esa forma, porque sé que mi promesa cruzará las noches y las tierras para estar a su lado… y luego de la travesía, te voy a mirar a los ojos y te lo diré, te gritaré con libertad sin importar nada más… porque es algo que anhelo.




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