La hija de mi amigo

9. La mañana siguiente a nuestro encuentro.

Cuando desperté con el sol entrando por la ventana mi mente se despejó, recordando todo lo que ocurrió en la noche entre los dos. Me había entregado a Jacobo sin ni siquiera resistirme… 

 

— ¿De verdad me he acostado con él? — Me pregunté a mi misma, mirándome en el espejo de mi tocador y llevándome una mano a mi rostro.

¿Cómo había podido caer tan bajo? Jacobo me besó y yo caí en sus brazos. No comprendía lo que le pasaba a Jacobo por la cabeza… todo eso me desesperaba y me ponía ansiosa 

 

— Adi, el desayuno está listo. — Escuché a Jacobo afuera en el pasillo y tocando a la puerta de mi dormitorio. 

 

— Está bien, ahora salgo. — Respondí, rezando para que no se atreviera a abrir la puerta. 

Lo escuché alejarse y di un largo suspiro, ¿qué haría una vez frente a él? 

Recogí mi camisón y me lo puse rápidamente, no encontré por ningún lado mis bragas, se habrían quedado en el salón. Mierda… Cogí unas bragas limpias y me las puse. Luego recogí mi cabello en una cola y caminé hacia la puerta, dirigiéndome al salón. 

Al entrar vi a los niños en el sofá viendo dibujos animados en la televisión, los dos con sus biberones. Miré por el suelo e intenté buscar mis bragas… 

 

— No te preocupes, anoche utilizamos mi camiseta para no manchar el sofá. — Me sobresaltó Jacobo que dejó en la mesita un plato con galletas. — Y he puesto una lavadora. 

No es que estuviera pensando en el sofá, en sí estaba limpio o sucio por nuestro encuentro en él… Estaba preocupada por donde dejamos nuestra ropa tirada.

Jacobo me agarró de los brazos y me llevó hasta la mesa, haciendo que me sentara, y observé sobre la mesa el desayuno, unos huevos revueltos, pan tostado y una taza con café. 

 

— No era necesario que prepararas el desayuno, podía haber comido cualquier cosa. — Le dije mirando mi plato. 

 

— Quería hacerlo, además, ahora tengo que ir al restaurante y volveré tarde. — Habló y se inclinó hacia mí. — No quiero que te mueras de hambre. 

Coloqué mi mano en su pecho y lo aparté de mí tanto como pude, mostrando una vergonzosa sonrisa. 

 

— Gracias. 

 

— ¿Te encuentras bien? — Me preguntó agarrando mi mano de su pecho. — ¿Acaso no fui delicado anoche?

 

— Lo de anoche estuvo bien… — Arrastré mis palabras estando avergonzada, sintiendo mis mejillas encenderse. Jacobo llevó mi mano hasta sus labios y me la besó, provocando que mi corazón latiera descontroladamente. 

A mis ojos, Jacobo estaba siendo muy descarado y sentía como si estuviera jugando conmigo. 

 

— ¿Solo bien? — Se inclinó de nuevo. — Fue increíble, aunque he pensado muchas veces en cómo sería acostarme contigo, admito que la realidad ha superado mis expectativas. 

Quería que la tierra me tragara y me lanzara bien lejos… Jacobo se me quedó mirando como esperando una respuesta a sus palabras. Mí teléfono móvil sonó y fue como una bendición del mismo cielo. 

 

— Tengo que contestar. — Dije, levantándome y soltando mi mano de las suyas. — Podría ser del trabajo. 

 

— Claro. — Contestó Jacobo mirándome. 

Agarré rápidamente mi teléfono móvil de la mesita frente al sofá y vi que la llamada era de mi padre. 

 

— Es papá. — Dije y me volteé hacia Jacobo, quién se sentó sirviéndose una taza de café. — Regresó enseguida. 

 

— Tomate tu tiempo con papá. — Me dijo y sus ojos se clavaron en los míos, haciéndome miserable. 

Lo de anoche fue un completo error… pero, porque sentía que para él no lo era, estaba actuando extraño, pidiéndome incluso matrimonio. Me gustaría poder sentarme frente a él y preguntarle directamente pero, por alguna razón no podía hacerlo, tal vez porque me gustaba que fuese así conmigo. 

 

 

Entré en mi dormitorio y cerrando la puerta me acerqué hasta la cama, contestando a la llamada de mi padre. 

 

— ¿Sí, papá? — Pregunté a mi padre, subiéndome en la cama y cruzando las piernas. 

 

— Tengo algo que ofrecerte. — Habló mi padre. — Recuerdas lo que te dije ayer, el hombre que me ha pedido tener una cita contigo. 

Claro que lo recordaba pero, lo que me sorprendió cuando me lo dijo fue la reacción de Jacobo… Me agarró de la mano y me sacó del apartamento. 

 

— ¿Qué pasa con él? — Pregunté mirando hacia el suelo. 

 

— Me ha pedido cenar contigo está noche. — Respondió mi padre todo orgulloso. — Es una persona muy conocida en los negocios y lo más importante es que es un buen hombre. Adela, no crees que deberías ir pensando en casarte, tienes dos niños a tu cargo y me preocupa que te quedes sola. 

¿Cómo podía hablarme así? Solo tenía veintisiete años y me estaba pintando ya como una solterona. 

 

— ¡Papá! — Dije enfadada. 

 

— Como tu padre solo quiero verte casada y con una familia. 

 

— Aunque no esté casada tengo una familia, tengo a Biel y a Deva. — Contesté queriendo cortar la llamada. 

 

— Por favor, sal con ese muchacho solo una vez. Conócelo y si no es de tu agrado te prometo que nunca más insistiré en que salgas con nadie. — Me pidió mi padre y no me quedó de otra que aceptar. 

 

— Está bien, saldré esta noche con él. — Dije, echándome un mechón de cabello hacia atrás. — Pero, después de está noche me dejarás tranquila. 

 

— Lo haré. — Me prometió riéndose. — Pero el señor Sebastián te encantará. 

No quería seguir hablando con él así que le colgué la llamada, echándome después en la cama y quedándome mirando el techo. Para callar la boca de mi padre ahora tenía que salir con ese hombre… ¡Dios! que pereza. 

 

 

Entré en el salón y vi a Jacobo que preparaba su mochila teniendo a Deva en sus brazos. Me acerqué a él, mirando a Deva que mordisqueaba una galleta 



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En el texto hay: familia, hijos, amor

Editado: 02.01.2023

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