Biel corrió hacia su padre, abrazándolo cuando Mateo lo cargó en sus brazos, besándolo y mirándome después a mí.
— Pasarlo bien. — Hablé, entregando la mochila de mi hijo.
Mateo dejó a nuestro hijo en el suelo y agarró la mochila. Emma se acercó sonriente, tocando el cabello de Biel.
— ¿Es verdad que él está aquí? — Me preguntó Mateo mirando a Deva en mis brazos. — Por fin está pensando en que tiene una responsabilidad con su hija.
— Mateo. — Lo regañó Emma y él se mordió la lengua. — Nos ocuparemos de los niños. — Me habló Emma, cogiendo en sus brazos a Deva.
— Le cobraré a ese estúpido. — Bramó Mateo serio. — Que tengas una buena cita esta noche y así te olvidas de…
Mateo se calló cuando Emma lo golpeó en el brazo, me sorprendió bastante que Mateo y su mosqueo fuesen aplanados por Emma, ella era una santa capaz de controlar su mal humor.
— Gracias. Aunque lo hago para callar a mi padre. — Dije mostrando una amplía sonrisa. — No me interesa ningún hombre.
— Mentirosa… Jacobo siempre te ha interesado y seguirá así hasta que tengas algo con él. — Respondió Mateo y sonreí de nuevo. — Espera… Acaso ya hasta has tenido algo con se estúpido.
— Deja de llamarlo estúpido, es el padre de Deva. — Le regañé y le puse a Deva su chupete.
Mateo cargó a nuestro hijo en sus brazos y después padre e hijo se me quedaron mirando, dos miradas penetrantes y a la vez inofensivas.
— Tú intenta pasarlo bien, que yo me ocupo de ellos dos y de la nena más linda del mundo. — Me dijo Emma, mirándola podía ver que se le notaba ya el embarazo.
Le estaba muy agradecida a Emma, era mi salvadora… Todavía recordaba cuando Biel llegó a casa llorando, diciendo que papá tendría un bebé, ese día miró a Deva y quiso que la echara de casa, que los abuelos se la llevaran.
Sentada en la banqueta de mi tocador me miraba en el espejo, maquillándome, tendría una cita con Sebastián solo para que mi padre me dejara tranquila.
Una noche que quisiera que terminara pronto, solo tenía que ir y conocerlo, eso no significaba que fuese a tener algo con él y que nos volviéramos a ver de nuevo.
Vi encenderse la pantalla de mi teléfono móvil y al cogerlo observé un mensaje de Jacobo, en él me decía que teníamos los niños y yo una mesa preparada en el restaurante, que mi madre especialmente había ordenado prepararla para nosotros.
«Lo siento, no iré».
Le fui así de clara en mi respuesta. ¿Es que mis padres no hablan entre ellos? Iría a una cita a ciegas que mi padre me preparó, ¿es que mi madre no lo sabía?
«¿Como que no vendrás?».
Apareció un nuevo mensaje de Jacobo.
«Tengo una cita, no puedo ir al restaurante. En otro momento iremos los niños y yo».
Le escribí, quería librarme de esa cita y también del extraño comportamiento de Jacobo.
Me sentía agotada y además frustrada por cómo se estaba comportando él ahora conmigo, no era el trato de siempre… Era como si me quisiera detener de alguna manera. La verdad es que amaba a Jacobo y hasta Mateo lo sabía pero… no lo entendía.
«Adi, no vayas y ven al restaurante conmigo».
Apareció en la pantalla de mi teléfono un nuevo mensaje de Jacobo, como me gustaría que sus sentimientos por mí fuesen reales y no por el único hecho de encontrarse solo.
Me coloqué bien la falda corta del vestido negro que vestía y me miré en el espejo de pie, hacía mucho tiempo que no me arreglaba tanto y lo había hecho para una cita que no quería.
Me acomodé el cabello y lo dejé caer sobre mi pecho, el cuál debo de decir que era perfecto, era la única parte de mi cuerpo que me gustaba.
— Dios. — Dije dándome cada vez más flojera ir a la cita. — Seguro que al final me arrepiento de esta noche.
Agarré de mi cama el abrigo y miré mi teléfono móvil, Jacobo estaría enfadado conmigo. Suspiré y caminé hacía el salón, cuando recibí un mensaje de Jacobo.
«Adi, ¿de verdad irás a la cita con ese hombre? ¿qué pasa con lo que ocurrió anoche entre nosotros?».
Su mensaje parecía un reproche o una súplica para que no fuese a la cita, no, claro que no… seguramente estaba molesto porque me acosté con él y ahora andaría con otro hombre, solo era orgullo masculino. Ojalá sus sentimientos hacía mí no se guiarán por ser la madre adictiva de su hija… Me gustaría tanto que mis sentimientos fueran correspondidos.
Tendría una cita que no quería y además, les debería una buena comida a Emma y Mateo por quedarse con los niños esa noche.
Salí del taxi que me llevó a la ubicación que mi padre me había mandado, donde mi cita me estaría esperando. Resultó ser en uno de los edificios del centro de la ciudad, uno de los más altos e importantes que pertenecía a una de las familias más reconocidas del imperio de los negocios, Los Cielos. Curioso apellido la verdad, era como si su gran fortuna se la debieran a los mismos cielos.
Gente importante venía hasta allí por sus casinos y restaurantes, también era uno de los mejores hoteles de la ciudad y en lo más alto del rascacielos era donde estaban las oficinas de la familia. Se decía que todo lo que albergaba ese edificio era por mero y simple caprichos de sus hijos, diversión para ellos.
— Adela. — Me llamaron y al mirar me encontré con mi cita, Sebastián.
— Buenas noches. — Saludé y Sebastián sonrió, extendiendo su mano para que le diera la mía. — He venido porque mi padre me lo ha pedido.
Sebastián retiró su mano y me ofreció entrar al edificio.
— Eres muy sincera y eso me gusta. — Habló Sebastián.
— ¿Trabaja para la familia Cielo? — Pregunté y Sebastián colocó su mano en mi espada, guiándome.