—No importa si soy o no familiar quiero saber cómo está ella —dijo firmemente Juan— ¿puedo verla?
—Le estamos pasando medicación por suero, esperamos que en una hora ya se encuentre bien. En estos veinte minutos hemos logrado que recupere la voz. Ella no perdió la conciencia en ningún momento —hizo una pausa y volvió a recalcar— Como ya le dije solo puede pasar si es familiar.
—Soy su novio.
—Muy bien, en cinco minutos puede pasar.
Julia estaba con el suero en el brazo izquierdo, sentada en la camilla, con el celular en su mano derecha, mandando mensajes a sus hijos para darles tranquilidad, sobre todo a su padre, se abrió la puerta, ella levantó la vista y allí estaba él con sus ojitos brillantes con una dulce sonrisa que reflejaba preocupación mezclada con tranquilidad.
—Aquí está su novio —ella abrió los ojos como platos y se sonrió— Estaba bastante impaciente por saber cómo estaba usted. El doctor se fue dejándolos solos.
—Así que ahora —dijo ella sonriendo en voz baja, media afónica ya que recuperaba su voz lentamente— tengo novio.
—Tuve que decir eso porque sinó debía esperar hasta que salgas de acá y quería verte, asegurarme como doctor que estabas bien —agregó justificando pero sabiéndose ganador—¿Cómo te sentís?
—Mejor, que loco en la vejez me vienen las alergias. Suerte que estabas vos porque no le hubiera dado importancia y ahí si complicaba el paseo.
—Primero, no estamos viejos, estamos en la plenitud de nuestra adultez. Segundo, no quiero ni pensar en que hubiera pasado si no llegábamos al hospital a tiempo —Juan se acercaba lentamente y ella sentía que la sala se achicaba.
—Para que sepas soy más grande —dijo haciendo comillas con sus dedos— por no decir vieja que vos.
—Eso no tiene importancia, son solo tres años —ella quedó boquiabierta.
—¿Y cómo lo supiste?
—¿Estuviste mirando mi facebook?
—Obvio, ¿Vos no?
—Si, pero ¿por qué no me enviaste solicitud? —Juan se acercó tanto qué quedaron a unos centímetros.
—Por la misma razón que vos no lo hiciste: miedo —ella asintió y él continuó— miedo a ser rechazados, a la indiferencia, a qué haya malinterpretado tus miradas, tus señales.
—Juani —mientras ella no podía agregar más nada y meditaba en silencio cómo ambos sentían lo mismo, él puso un mechón detrás de su oreja —yo… te voy a cambiar el tema porque no sé que agregar.
—Está bien, no es el momento, ni el lugar pero te dejo cambiar de tema si me prometes una comida juntos y solos almuerzo o cena así nos conocemos mejor y charlamos de todo lo que queremos.
—Claro, perdón no soy de decir fácilmente sí, pero…
—Te voy a agendar mi número personal el que tenés es el que uso para el trabajo —pidiendo permiso le sacó el celular de sus manos.
—Encontraste rápido el hospital.
—Siempre que salgo de mi ciudad, reviso dónde está el hospital más cercano en caso de emergencia —ella se empezó a delatar con la mirada, él le devolvió su celular y comenzó a acariciar su mano. En eso entró una enfermera de unos 55 años y él se alejó para darle lugar, miró el suero, sonrió con picardía a ambos y se retiró. Él se acercó con un par de zancadas a su lado tomó su rostro con las manos y cuando ella involuntariamente mordió su labio inferior y casi en el mismo instante entreabrió los labios, no lo pudo resistir, a diferencia de lo que pensaban era el momento y el lugar. Fue un beso suave y dulce, casi tímido, se alejaron un poco, se miraron con brillo en sus ojos. Ella se sorprendió al darse cuenta que lo había abrazado con el brazo que tenía libre y acariciaba su pelo. Ambos sonrieron.
—Creo que ni el momento ni el lugar nos detuvo —dijo Juan y ella río con una carcajada y la mirada radiante, él pensó que era la más contagiosa que había escuchado y se unió a ella. En silencio se propuso ser más gracioso para disfrutarla más seguido.
Unos segundos más tarde, entra una doctora y le pide a Juan que se retire, que ya pudo ver que se encuentra bien. Cuando a ella le dan el alta, salen del hospital, él amaga para abrir la puerta del auto y ella toca su mano.
—Yo quiero decirte algo antes de que vayamos al camping —dijo con decisión. En ella era difícil decir lo que sentía, se había acostumbrado a que a su ex no le gustaba escuchar su opinión o tal vez no le interesaba. Cuando le decía lo que pensaba la ignoraba o se enojaba con exageración para hacerla sentir culpable por sus sentimientos. Había hecho terapia durante un año para tratar de cambiar eso en su próxima relación. Tener una comunicación más asertiva era su objetivo y ver las reacciones de él, le harían conocerlo más.
—Te escucho—dijo expectante.
—Yo no soy de esas que se anda besando con cualquiera, solo tuve un novio serio con el que estuve casada veintitrés años. —estaba nerviosa, su voz temblaba y se sentía una adolescente insegura— Siempre fui fiel y desde que me separé no tuve a nadie. Quiero saber ¿qué buscas? —sintiendo que lo arrinconaba y tratando de remediar sus palabras añadió— Si solo fue un impulso lo entiendo, si no querés nada, también.