Ya en la fiesta, analizo todo lo que ha hecho mi hermano con mi hijo, eso de cambiarle el pañal sin ningún problema e insultarme por no saber hacerlo, pero es que ni me lo imaginé que estaba hecho en mierda.
—Howard. —escucho la voz de mi jefe y pone su mano en mi hombro, me saca de mis pensamientos y doy la vuelta para estar cara a cara con él.
—Hola señor Mitchell, está padrísima la fiesta. —le digo, él sonríe y asiente con la cabeza.
—Si, eso es lo que veo y parece. —dice, él observa a una joven como de algunos 18 años más o menos que viene saliendo de la casa, debe ser su hija si es que tiene. —Ah, ahí viene Scarlett, mi hija.
¡Encesté! Es su hija, el señor Mitchell no es mala gente ni tampoco un jefe malhumorado y exigente, pero la señora Mitchell sí, ella sí que es todo eso.
Me da pereza saber que tengo que convivir en el mismo trabajo con mi jefa, ella es una molestia increíble.
—¡Scarlett! —grita haciéndole señales a su hija para que se acerque a nosotros.
La veo venir a paso decidido y un muy buen caminar, tiene una cintura de infarto y un cuerpo que no sé si es cirugía pero si lo es, me salgo de arquitectura y me voy a doctor especializado en cirujano plástico.
—Hija, él es Brayan Howard, es el joven arquitecto que está terminando la Universidad. —dice el señor Mitchell. Así que ya ha hablado sobre mí con su hija.
—Hola, soy Fiorella. —dice, le extiendo la mano pero ella la mira y se marcha, dejándola en el aire. Ya me cae mal.
—Disculpala, Howard. Tiene el carácter y sentido de su madre. —dice y suelta una carcajada, yo suelto una fingida ya que esto no me ha dado nada de gracia, pinche estúpida. —. Te dejo e', disfruta la fiesta y toma todo lo que quieras que mañana no se trabaja.
Se marcha. Busco a su hija por toda la fiesta hasta que la veo platicar con un hombre y también con su madre, son tal para cual.
Me dirijo hacia el camarero y tomo de la bandeja que lleva una copa de champán, me acerco hacia la secretaria de mi jefa.
—¡Hola Laura! —le digo, ella sonríe y le da un trago a su copa.
—Hola Brayan, ¿cómo estás? Buena fiesta ¿no?
—Estoy muy bien. Y sí, bastante buena la fiesta.
Paso toda la tarde platicando con ella y una gran mayoría de los compañeros de otros pisos.
A las 22 horas, ya estoy muy tomado, pero todavía tengo el control de mí mismo.
Voy saliendo de la mansión de mis jefes cuando Fiorella se me acerca con el maquillaje todo corrido y con lágrimas.
—Sácame de aquí, por favor. —me dice, no soy capaz de preguntarle ya que es capaz de hablarme mal. La tomo de la mano y la llevo hasta mi coche casi corriendo para que nadie nos vea.
Le abro la puerta del copiloto y esta sube, doy la vuelta para ponerme al volante y poner el coche en marcha.
—¿Te llevo a alguna suite presidencial? —le pregunto, y le echo un ojo, veo que está aún llorando y con la cabeza pegada del cristal del coche.
—Llévame a tu casa, por favor. —me dice, sin mirarme o moverse.
—¿A mi casa? —le cuestiono. Me detengo a un lado de la carretera y la observo, ella me mira y tiene los ojos hinchados y rojos.
—Por favor, será solo esta noche, me voy mañana temprano. —dice, suena casi como una súplica.
—Bueno está bien, pero vamos a tener que entrar por la puerta trasera. —le digo, ella asiente con la cabeza y la vuelve a colocar donde estaba anteriormente.
Yo pongo el coche en marcha y acelero para adelantar a muchos de los coches que van por delante de mí que son pertenecientes a la fiesta.
Llego al residencial y le marco a mi hermano Dante, este responde casi de inmediato.
—¿Si?
—Compa, verifica si en la sala hay alguien y abre la puerta trasera de la casa. —le digo, observo a Fiorella que todavía observa la ventana.
—En la sala solo estoy yo, nuestros padres están discutiendo en la habitación. —dice, ahora sí que nos hemos jodido con este notición. —. Ya he abierto la puerta y estoy aquí de pie, así que apúrate.
Le cuelgo. Me bajo del coche y doy la vuelta, le abro la puerta a Fiorella y la ayudo a bajar ya que lleva un desmadre inmenso. Camino junto a ella hasta la puerta trasera de mi casa, intentando no hacer ruido ya que mi padre y mi madrastra pueden estar despiertos.
Entramos y Dante la cierra, subo deprisa las escaleras tomando a Fiorella de la mano, llego al segundo piso y llego a mi habitación, entramos en ella.
—Te puedes poner cómoda, iré a dormir con mi hermano. —le digo, ella asiente con la cabeza y yo salgo de allí. Salgo de la casa y voy por mi coche que lo dejé un par de casas antes y lo dejo en el estacionamiento de la casa, entro a casa por la puerta delantera y me voy a la habitación de mi hermano, entro sin tocar y lo veo jugando a la PlayStation.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta, suelto una pequeña carcajada. —. Ya he usado todos los preservativos que tenía.
—Ahg, que asco brother —le digo, termino de entrar y cierro la puerta con seguro. —. Me toca dormir contigo hoy, tengo visitas.
—¿No se supone que ibas a follartela? —me cuestiona, lo fulmino con la mirada.
—Ella es la hija de mis jefes, además, no, sabes que estoy muy enamorado de Vanessa, ella es mi debilidad. —le digo, él pone en pausa el juego y me observa.
—Estás falta de una buena mujer, una que te valore. —dice, me acerco y le pego no muy duro por la cabeza.
—Me váis a prestar un boxer tuyo de los nuevos que no quiero que me pegues alguna enfermedad venérea. —le digo, él me observa con una ceja enarcada.
—No sabes lo que dices, estúpido. —dice y yo suelto una carcajada. Me empiezo a quitar el saco y la camisa. —. En la tercera gaveta hay un paquete de boxer sin abrir, usa uno de ellos.
Me termino de quitar el pantalón y mis calcetines.
—Una toalla limpia y un cepillo nuevo, ¿dónde están?
—Pero ven acá muchacho, seré yo tu papá, ¿a tí quién te mandó a salir sin lo tuyo? —me dice en modo de reproche, ese pendejo hace rato que dejó el juego para usar el celular y ahora me observa.