Luego de visitar a mi hijo, llego a casa y me dispongo a empacar. Según Dante ya tienen todo empacado y a las 14 horas es que viene el camión de la mudanza. Mi madrastra y mi papá no están de muy buen humor, me imagino como debe estar ella, una mujer tan delicada como ella.
Gracias a Dios compro maleta cada vez que voy a viajar y tengo seis maletas, pero Dante tomó una ya que él no suele comprar maleta de viajes, él casi nunca sale del país.
Mi celular suena, voy por él que está sobre la mesa de noche. Es un número desconocido. Contesto.
—¿Si?
—Hola, ¿está Brayan Howard? —pregunta la voz detrás de la línea telefónica, es la voz de una mujer.
—Él habla, ¿y usted quién es? —pregunto y me siento en el borde de la cama.
—Soy Fiorella. —dice, ¿cuál Fiorella? Ah, la jefa.
—Ah, ¿cómo estás? —le pregunto.
—Estoy muy bien gracias a Dios. Te llamo para invitarte a comer. —dice, me asombra, de verdad que sí. Verifico la hora y son las 12:30 del mediodía.
—Es que estoy muy ocupado en este momento, pero te invito a cenar. —digo, ella cuelga la llamada, que grosera.
Sigo empacando todo lo importante, para mí todo es importante, pero lo más esencial porque todo lo demás puedo venir a buscarlo luego.
Tocan a la puerta de mi habitación, me dirijo a ella y abro la puerta, es mi papá.
—¿Si?
—Es hora de irnos, la casa está amueblada, no nos vamos a llevar nada de aquí, esta casa la vamos a cerrar bajo llave y ya que es un residencial bien vigilado, no vamos a tener problemas de seguridad. —dice, asiento con la cabeza y termino de abrir la puerta, me dirijo hacia la cama y agarro dos de mis maletas.
Él baja las escaleras y yo voy detrás, ya veo que es cierto, nos vamos. Mis hermanos ya tienen su maleta abajo y también mi madrastra.
—Tú y Dante se van a ir en el coche que conduces actualmente, Álvaro y Camila se marchan juntos y Victoria y yo juntos. —afirma mi papá.
—Voy a ir a buscar mis demás maletas. —digo y me dirijo a las escaleras.
—Te ayudo. —dice Dante. Subimos las escaleras, cuando volvemos bajamos con todo lo que faltaba. Mi papá me entrega una nota con la dirección del lugar.
Cada quien se dirige a su coche.
—Hijos, no vayan por donde mismo dice el gps, busquen otra ruta para no parecer con coincidencia. —dice, Dante se sube al coche y yo me detengo para observarlo.
—Papá, estás hablando como si nos fuesen a matar en el camino. —le digo, y mi madrastra me sonríe.
—Se ha convertido en narco. —dice mi madrastra, ay santo esas palabras.
Me subo en el coche y me dirijo a hacia la dirección y tomo la dirección más lejana que puedo tomar, tratando de no entrar por equivocación a ningún residencial. Mi celular suena y lo observo de reojo.
—Toma la llamada y ponle al altavoz, compa'. —le digo a mi hermano, este lo hace de inmediato.
—Hola Brayan. —es mi jefe.
——Hola señor Mitchell, ¿cómo le está yendo en el día?
—Me está yendo muy bien gracias a Dios. ¿Sabes? Te llamo para invitarte a cenar. —dice, frunzo el entre-cejo y Dante me observa con una ceja enarcada.
—Ah, es que esta noche yo no puedo. Me estoy mudando y voy muy cargado hoy, sinceramente que voy a hacer todo lo posible para dormirme temprano para llegar a tiempo mañana. —le digo. Dante baja el cristal y se escuchan los claxon de los demás coches, lo fulmino con la mirada y él se encoge de hombros mientras sube el cristal.
—Entonces no te preocupes, lo dejamos para otro día y así cenamos fuera de casa. —dice, me encantó su invitación, solo que estaré muy ocupado hoy.
—De igual modo, muchas gracias. —le digo.
—No hay de qué. —dice y cuelga la llamada.
Llegamos a la dirección y ¡ay santo! es un residencial reforzado, mi papá ya está aquí y Álvaro también, al parecer solo faltaba yo. Me bajo del coche y me acerco a ellos que están junto al seguridad.
—Juancho, él es mi hijo Brayan, es el tercero y él —dice señalando a Dante —, es Dante, el menor.
—Ah, mucho gusto —dice y me extiende su mano, yo la tomo y la sacudo. —. Mañana se les va a entregar su tarjeta de identificación.
Él abre el portón de entrada y yo al igual que todos me subo en mi coche, lo pongo en marcha para entrar al residencial. Nos estacionamos en una casa enorme, de tres pisos de nivel y de color salmón, tiene un jardín muy delicado, al parecer.
Dante y yo nos bajamos del coche. Álvaro y Camila, y también mis padres. Mis padres se dirigen a la puerta y nosotros hacemos lo mismo, entramos y está todo pintado de blanco color hueso.
—Les voy a decir algo; la casa tiene empleados de mantenimiento y llegarán mañana, la casa la han dejado limpia y bien organizada. En el tercer piso hay una habitación, hay una biblioteca, dos despachos y una sala de películas. —dice mi papá, yo hago lo posible por interrumpirlo y lo logro.
—Voy a tomar el tercer piso. —le digo, él asiente con la cabeza y Dante me golpea en el hombro.
—En el segundo piso, está; la habitación principal que es la mía, la segunda es la de Álvaro, tercera Dante, cuarta Camila y las dos siguientes para los visitantes. En el primer piso hay tres habitaciones de servicio, lo demás lo van a conocer ustedes. Buena suerte. —dice, cada uno se va a buscar su equipaje.
Ya en el tercer piso con mis cinco maletas, me dirijo en busca de la habitación y es la última.
Es grande y tiene balcón, su cuarto de baño, su habitación de armario y una pequeña biblioteca, una televisión y una cama enorme, hasta una cama para bebés.
Me dispongo a organizar mi habitación y mi armario, cada una en su lugar. Me acuesto y veo un mensaje del número que guardé como Fiorella Mitchell.
Fiorella Mitchell
Hola, acepto tu invitación a cenar.
Suelto una pequeña carcajada, esto es algo increíble, así que la niña quiere salir conmigo. Le escribo un texto.