La Hija de Nadia

Capítulo 3: Las Grietas

Pasaron horas. La noche devoró a Ciudad de Reyes, transformando el paisaje de cristal y acero en un tapiz de luces frías y distantes. Dentro del apartamento, el único sonido era el tecleo furioso de Leo, un ritmo constante como el corazón de su operación. Luna había traído café y bocadillos que nadie tocó. Se sentó en un sofá cercano, una guardiana silenciosa cuya preocupación crecía con cada minuto que pasaba.

​Paloma no se sentó. Permaneció de pie detrás de Leo, una estatua de pura concentración. Observaba cómo su madre era despojada de sus mentiras, capa por capa digital. Veía a Nadia Leal, la mujer de Brumas, en registros de impuestos, facturas de agua, multas de tráfico menores. Una vida normal, mediocre y rastreable. Y luego, la nada. Un abismo digital de dos años.

​—Aquí está —dijo Leo de repente, su voz cortando el silencio—. Nadia Leal desaparece de todos los registros públicos hace exactamente dos años y tres meses. No más impuestos, no más facturas, ni siquiera una cuenta de teléfono a su nombre. Muerte digital.

​En otro monitor, señaló una nueva línea de datos.

​—Dos semanas después, "Sabina del Río" abre su primera cuenta bancaria en la capital. Con un depósito inicial muy generoso y sin origen claro.

​—Creó un fantasma —susurró Luna desde el sofá.

​—Exacto —confirmó Leo—. Un fantasma con una historia de portada muy cara. La biografía oficial dice que se educó en Suiza y que su familia tenía negocios de importación. Pura basura. No hay registros educativos, ni fotos de infancia en redes sociales, ni rastro de esos negocios familiares. La mujer conocida como Sabina del Río no existía antes de llegar a esta ciudad.

​Paloma apretó los puños. Así que su madre no solo la había abandonado a ella, sino también a sí misma, borrando cada traza de su pasado.

​—A Demetrius no le importó —afirmó Paloma, su voz llena de un nuevo veneno—. O es un idiota o es su cómplice.

​—No es un idiota —dijo Leo, y sus dedos se movieron con una nueva velocidad, abriendo ventanas de código encriptado—. Un hombre como Romano no llega a donde está sin ser paranoico. Él la habría investigado hasta el último detalle... Ah. Interesante.

​Una serie de facturas encriptadas apareció en la pantalla.

—Demetrius Romano contrató a "Consultores Veritas", la mejor firma de investigación privada de Solaria, seis meses antes de anunciar su compromiso. El objetivo de la investigación: Sabina del Río.

​—Así que la investigó —dijo Paloma, un brillo triunfante en sus ojos. Su teoría se confirmaba.

​—Sí. Y aquí es donde se pone oscuro —Leo amplió un archivo—. El investigador principal del caso, un ex-policía llamado Elías Varela, murió en un accidente de coche en una carretera de montaña un mes después de entregar su informe. La firma cerró dos meses más tarde por "problemas financieros". El informe oficial... desapareció.

​Un escalofrío recorrió la espalda de Luna, quien se puso de pie de un salto. —Leo, esto es... peligroso. Están muertos.

​Paloma ni se inmutó. La noticia no le produjo miedo, sino una euforia fría y salvaje. Esto lo cambiaba todo.

​—Bien —dijo, su voz tan calmada que asustaba—. Entonces él sabe que ella es una mentira. Lo sabe todo. Y la encubrió.

​Leo la miró por encima del hombro. —Parece que sí.

​Una sonrisa lenta y desprovista de alegría se dibujó en los labios de Paloma. El plan que había sido una nebulosa de odio en su mente, de repente, tenía una forma clara y afilada.

​—Eso no es una grieta, Leo —dijo, mirando el rostro de Demetrius Romano en la pantalla—. Es una puerta de entrada. Y ya sé exactamente cómo voy a llamar.




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