Demetrius
La noche era una tortura.
Demetrius no se movió de su despacho. Se quedó allí, en la oscuridad, con la única compañía del whisky y las luces de la ciudad que se burlaban de él desde abajo. Cada minuto se estiraba hasta convertirse en una hora. Cada sonido del edificio era un posible informe, una posible respuesta a la única pregunta que le importaba.
Su mente era un proyector averiado, repitiendo las mismas imágenes en un bucle sin fin. La sonrisa de Alessia en la cafetería, una sonrisa que no era para él. La lágrima. El toque tierno de la mano de ese hombre sobre su rostro. Y luego, superponiéndose, la memoria de su propio encuentro: el sabor de su beso, el calor de su piel, su cuerpo rindiéndose bajo el suyo.
La contradicción era una locura. ¿Era ella la víctima inocente de ese fantasma o su cómplice experimentada? ¿Era él su salvador o su siguiente juguete? La ignorancia era un ácido que le corroía las entrañas.
A las 3:17 de la madrugada, su teléfono seguro vibró sobre la mesa. Un mensaje de Mendoza. Sus manos, por primera vez en su vida adulta, temblaron al cogerlo.
INFORME DE VIGILANCIA: SUJETO "G"
20:43: Abandona la cafetería.
20:51: Se despide del OBJETIVO. Contacto físico: abrazo.
21:15: Entra en el Hotel Regente, distrito oeste. Modesto, pero seguro.
21:17 - PRESENTE: Sujeto no ha abandonado la habitación 402. Sin visitas. Sin contacto posterior con el OBJETIVO.
Demetrius leyó el mensaje una, dos, tres veces.
No había ido con ella. No estaba durmiendo en sus brazos.
Una oleada de alivio tan potente que lo dejó sin aliento lo recorrió, seguida inmediatamente por un sentimiento de triunfo posesivo. Esta noche, eres mía, pensó, como si su ausencia en la cama de otro hombre fuera una prueba de su propia victoria.
Pero el alivio fue fugaz. La rabia volvió, fría y calculadora. El fantasma seguía ahí fuera. La amenaza seguía latente. Esta pequeña victoria solo había servido para afilar su apetito. Mañana, la caza sobre ese hombre se intensificaría. Descubriría quién era, y luego, lo borraría de la existencia de ella.
Paloma
Paloma no podía dormir. Daba vueltas en las sábanas de seda de su habitación de invitada, el recuerdo de la tarde era una herida abierta. El encuentro con Gael la había desestabilizado de una forma que Demetrius, con toda su fuerza bruta, no había logrado.
Se levantó y fue al salón. Encontró a Luna sentada en la oscuridad, iluminada solo por el resplandor de la ciudad.
—Tampoco puedes dormir, ¿eh? —dijo Luna en voz baja.
Paloma negó con la cabeza y se sentó a su lado.
—Verlo fue... —empezó, su voz un susurro—. Fue como ver un fantasma. El fantasma de la vida que mi madre me robó. La chica que era lo suficientemente ingenua para creer en promesas como "para siempre".
—Esa chica era feliz —respondió Luna con suavidad. Le tocó la mano—. Y si pudieras tener esa vida de vuelta, Pali... ¿lo harías? ¿Dejarías todo esto?
La pregunta flotó en el aire, pesada y peligrosa. Paloma pensó en la sencillez, en el amor puro, en la casa junto al río. Por un instante, una parte de ella gritó SÍ. Pero entonces, recordó el rostro de su padre en la morgue. El rostro sonriente de su madre en la televisión. El sabor del beso de Demetrius.
—Esa chica murió el mismo día que mi padre —dijo finalmente, y el hielo había vuelto a su voz—. La mataron. No se puede volver de la muerte.
El sonido de un movimiento hizo que ambas se giraran. Leo salió de su estudio, con aspecto cansado pero con un brillo febril en los ojos.
—Perdonen que interrumpa el momento —dijo—. Pero tengo algo. Demetrius está moviendo hilos. Y está cometiendo errores.
Se reunieron frente a los monitores de Leo.
—Está obsesionado —explicó Leo, mostrando una serie de mapas y registros de comunicaciones—. Está tan centrado en seguir a tu amigo Gael que ha movilizado a su equipo principal. Es una locura. Se ha vuelto ruidoso, predecible. Y en su prisa, ha dejado una puerta abierta. Una pequeña puerta, pero suficiente para mí.
Los dedos de Leo volaron sobre el teclado.
—He estado rastreando la historia digital de "Sabina del Río". Como sabemos, es un fantasma. Pero me preguntaba si Demetrius alguna vez intentó verificar su historia. Y lo hizo.
En la pantalla apareció un contrato digital.
—Hace casi dos años, justo después de conocerla, Demetrius contrató a "Consultores Veritas". La mejor firma. El objetivo: una investigación completa de antecedentes de Sabina.
—Entonces, él sabe la verdad —susurró Paloma, sintiendo una oleada de furia.
—No —dijo Leo en voz baja, y abrió otro archivo—. Aquí está lo increíble. Un día después de firmar el contrato, lo canceló.
Mostró un segundo documento: una orden de cese con una cláusula de confidencialidad y la prueba de un pago masivo a la agencia, una "tarifa de cancelación" tan desorbitada que era claramente un soborno para comprar su silencio eterno.