La hija de Zeus y Hera [1.2]

Capítulo 1| Corona

A I L E E N⚡️⚡️⚡️

A I L E E N
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Saber que tenía no una, sino que dos primas nuevas me emociono muchísimo. Amo a mi primo, pero él es un chico y muchas veces no me entendía, pero ahora teniendo primas todo cambia. Mi papá no me deja interactuar mucho con familiares ajenos a sus hermanos mayores más cercanos, Hades y Poseidón, de este último desconocía que tuviera descendencia hasta ahora. La cual aún no conocía ni tampoco podría en un periodo corto porque mi padre no me deja ir a ver a Ylenia y Electra junto con Apolión, decía que era peligroso ir ahí por sus enemigos y que él estallaría en ira si algo malo me pasará. Obedecí a mi amado papi porque no creo que ustedes sepan lo que es tenerlo enojado, mamá es incluso peor que papá.

No teniendo nada para hacer decidí mirar por el estanque el mundo mortal y ver cómo interactúan los humanos entre sí me resulta entretenido. Verlos provocaba que mi aburrimiento se fuera, es gracioso verlos con esos aparatitos tan extraños que brillan y les hablan como si fuera a una persona. Creo que le llaman celular otros mortales los escuché llamando a esas cosas como sus preciosos. En el campamento media sangre vi un par de esas cosas, pero son pocos los supervisores que los tienen. La bola de cristal es más confiable, funciona en cualquier sitio.

—¡Aileen princesa ¿dónde estás?! —El grito de mamá me alarmó. Otra vez pelearon con papá y me usarán como mensajera.

—Estoy aquí mamá —me levanté de un salto para ir donde mi mamá. La encontré sonriendo con una bolsa de pedidos pequeña en sus manos. Traía puesta su corona y su vestido de ceremonias.

—Tendremos una cena muy importante esta noche, quería que fueras por tu tío Hades. Olvidé darle a Hermes la invitación de Hades por eso necesito que vayas —mi mamá me entregó un pergamino. Que tenía una cinta dorada formando un perfecto moño.

Con el pergamino en las manos me transporto al inframundo con un viaje de rayo, es la manera más rápida aunque Hermes sí que me pude ganar si hacemos una carrera. Abrí mis ojos viendo al gran perro Cerbero moviendo su cola al verme, es el can que cuida las puertas del inframundo no permitiendo la entrada a mortales vivos e impidiendo que las almas escapen de su castigo. A pesar de su mala fama, aspecto intimidante y ladridos que pueden hacer temblar todo el lugar es un perro muy lindo y cariñoso, se deja caer para que le rasquen la panza. Me acerqué al enorme perro acariciando una de sus cabezas mientras que otra me lamió la cara con alegría dejándome cubierta de baba perruna.

—¿Quién es lindo? Si tú lo eres —hablo de manera melosa rascando otra de sus cabezas, mientras el enorme animal se sentó moviendo su enorme cola de serpiente. Bese su cabeza dejándolo seguir con su trabajo de cuidar la entrada y él se movió dejándome entrar al inframundo por donde se escuchaban los gritos agónicos de las almas condenadas que querían irse.

Un escalofrío me recorrió la espina, el lugar es demasiado frío, poco iluminado por antorchas y los gritos de las almas te hacen tener la piel de gallina. El camino de la entrada es largo, prolongando la agonía de las almas que no pueden regresar al mundo, pero haciendo que su ansiedad a lo desconocido comience a consumirlas antes de ser juzgadas por los reyes del inframundo. Justo al final del camino vi la espalda de mi primo, comencé a correr hacia él, un acto imprudente estando en tacones con un suelo que no está muy bien nivelado para estar con este tipo de calzado. Gracias a los dioses llegue en una pieza a saltar sobre la espalda del descendiente del inframundo abrazándolo con fuerza para no caer y que él me sostenga por obligación.

—Apoli —susurro en su oído, un tierno apodo que le puso su mejor amiga humana y el cual utilizo porque siempre que lo escucha Apolión se pone de buen humor.

—Leen —sostiene mis piernas para que deje de ahorcarlo con mis brazos y comenzamos a caminar a la sala lejos de los tronos de los reyes que estaban vacíos, aún es temprano para que ellos vengan a recibir a las nuevas almas.

—Hace mucho que no te veía primo —comentó besando su mejilla con un sonoro beso. Ser la princesa del panteón olímpico no te deja mucho tiempo libre para socializar y cuando lo tienes la otra persona no puede. En el caso de Apolión siempre estaba ocupado con sus tareas del inframundo, siendo el mensajero de sus padres cuando tenían que estar separados o pasando tiempo con su amiga humana Diana. Por lo que nos veíamos muy poco, algo que me entristecía porque no suelo ver a muchas personas por las estrictas reglas de mi padre. Aunque cuando él no está en el olimpo es cuando aprovechó a hacer visitas al campamento media sangre, el único lugar más seguro después de las residencias de los dioses.

—Lo mismo iba a decir rubia, ¿qué te trae por aquí? —interroga el pelinegro dejándome caer en un sillón sin mucha elegancia, mi trasero chocó contra el suave cojín, pero mi espalda si se golpeó contra algo duro que había detrás. Cuando me senté mejor me di cuenta de que con lo que choque era el casco invisible de Apolión, el mismo que su padre le obsequió en su coronación cuando él decidió ser un dios.

—Le traigo esta invitación a tu papá, la envía la reina Hera —de un bolsillo oculto en mi vestido sacó el pergamino que mi progenitora me entregó, se lo extiendo a mi primo —Pero también tengo mucha curiosidad por saber ¿cómo son ellas? —curioseo abrazando uno de los almohadones del sillón, tenía tantas preguntas y quería saber como eran, por un hechizo de mi tío Poseidón no podía contactar con mis primas ni verlas en el estanque. Por su seguridad mi tío quería dejar en secreto como se veían aunque ya todos sabían que él tenía dos hijas ocultas.




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