D A M I Á N
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Una semana desde la repentina partida de Aileen.
No contesta mis llamadas, no responde mis pergaminos y ni hablar tampoco recibí ninguna respuesta de los mensajes que le doy a Ylenia porque sé que ella si habla con su prima. Sabía que había dicho algo que la asustó o que quizá la haya molestado y por esa razón ella no quería hablar conmigo. El deseo por ver de nuevo a la princesa me llevó a pensar en la primera regla que nos dan nuestros instructores cuando aprendemos a transportarnos; no podemos ir al olimpo. Viajar a este lugar es distinto que hacerlo a cualquier sitio del mundo, no nos enseñan esto a menos que sea estrictamente necesario, por la seguridad de los dioses. Algunos de sus hijos al ser abandonados por sus padres no tienen las mejores intenciones, por lo cual esto solo se le enseña a unos pocos. Era completamente consciente de que si se enteraban de lo que estaba planeando me desterrarían al tártaro, cosa que no me importaba con tal de ver a Aileen.
En la biblioteca del campamento busqué algo en los libros más viejos, tuve que distraer a la encargada de la biblioteca para poder robar el libro que me dio una respuesta a mi pregunta. Metiendo el libro en mi mochila me fui a mi cabaña, el libro contaba que había una poción que me dejara estar dos horas dentro del olimpo, no es mucho tiempo, pero será más que suficiente para ver a mi princesa. Es decir a la princesa.
Me pasé el día consiguiendo los ingredientes extraños del hechizo, al ser algo tan antiguo muchas de las cosas que antes se conseguían con facilidad hoy día son realmente escasas. Pero una vez reunió todos los materiales esperé a que se hiciera de noche y todos en el campamento estuvieran durmiendo. Fui al punto donde más se concentraba la magia y ese es el bosque encantado donde las parejas se pasean, esta noche no había ninguna lo que me dio carta libre a seguir con el plan. Siguiendo al pie de la letra el hechizo mezclé todos los ingredientes, una luz comenzó a brillar en la mezcla, cerré los ojos cuando aquello explotó y al abrirlos me quedé maravillado con lo que veía.
Un enorme pasillo con columnas de mármol, cuadros de pinturas con marcos de oro donde se veían a los dioses, mesillas con jarrones decorados de flores naturales. Estuve paseando por aquel pasillo hasta que me adentre en uno distinto, tenía muchas puertas donde aparecen símbolos dibujados en estas y crucé los dedos porque sean sus habitaciones y no sus talleres. Casi llegando al final del pasillo encontré una puerta que tenía como símbolos una corona, un rayo golpeando un par de anillos de bodas. Solo espero que sea la habitación de Aileen y no la de los reyes del olimpo.
Abro la puerta muy despacio, metiendo mi cabeza veo a pesar de la poca iluminación que da la luna a través de las cortinas blancas, que todo está muy ordenado. Un enorme tocador, una cama que el presidente de los estados unidos envidiaría, dos puertas que supongo serán el baño y su vestidor. Del techo colgaba una araña de cristal, y en ese mismo lugar un montón de nubes grises se movían como si fuera el mismo cielo.
Y en la enorme cama envuelta en sábanas blancas se hallaba una silueta femenina dándole la espalda a la puerta. Al entrar en la habitación el cielo encima del techo se tornó oscuro, comenzando a amenazar con querer lanzar un rayo. A pasos acelerados me acerco a la cama viendo que si se trataba de Aileen, quien se gira en la cama abriendo los ojos de manera perezosa, seguro se despertó por los ruidos que su techo estaba haciendo en cualquier momento me caería un rayo.
—Damián —exclama asustada la rubia. Se cubre con las sábanas hasta el cuello moviéndose hasta chocar con el cabecero de la cama, debe pensar que soy un acosador que intenta verla desnuda o peor aunque quiere secuestrarla. Soy un estúpido debí pensar esto mejor.
—Aileen yo eh... —tartamudeo girando para no incomodarla mucho más —Sé que soy un idiota por venir a verte sin tu permiso, quisa tú no querías verme y por eso me evitabas. Pero tenía miedo de haberte dicho algo que te haya incomodado y yo... ahora solo lo empeore todo viniendo como un acosador.
—No, no te evito a ti Damián. Es solo que mi vida es complicada y no quería involucrarte en ella, mis padres no me dejan salir mucho por mi seguridad. La mayor parte del tiempo estoy en el olimpo, aislada de todo lo que me pueda lastimar, encerrada en este hermoso palacio que llamo hogar —respondió con rastros de melancolía en su tono de voz. Quería decirle tantas cosas, pero no me animaba, ya quede como un acosador frente a ella, me niego a seguir haciendo el ridículo —Me asustaste al venir como un ladrón a escondidas, no quiero que vuelvas a hacerlo tengo un sistema de seguridad que podría matarte y no me gustaría que nada malo te ocurra. La próxima vez que desaparezca prometo hablar contigo por la bola de cristal y los espejos. Quisiera seguir hablando, pero ya es tarde. ¿Qué te parece si voy a verte mañana a escondidas?, o ¿te traigo al olimpo? Lo que tú prefieras —propone. Lo que ella planteó me puso una sonrisa de oreja a oreja. Pero debía mantener mi pose de duro, no podía decirle que si tan fácil.
—Me encantaría venir al olimpo contigo —bueno a veces sí puedo decir que sí con facilidad. Me pregunto quién le diría que no a Aileen.
—Ya puedes girarte Damián —hice lo que me dijo. La vi sentada en su cama con una blusa de mangas cortas y un short de corazoncitos. Ella tiene un mejor pijama que yo, el mío es una remera y unos pantalones que tienen unicornios y arcoíris. Era el único pijama que quedaba en la tienda de mi tamaño y por insistencia de Penny terminé llevándolo, tampoco es que tuviera mucho dinero en ese momento para otro pijama y ahora me da flojera comprar uno nuevo.