D A M I Á N
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No pude seguir manteniéndome escondido, no cuando estaban dañando a mi princesa. Tampoco esperaba que Aileen se dejará dar semejante paliza, la vi pelear antes sola y es buena, no entiendo porque se dejó ganar por estas dos. Corrí al ver como Aileen no se levantaba del suelo, estaba inconsciente y quise ayudarla, pero me tuve que esconder de nuevo cuando vinieron sus primos a ayudarla. Entre las sombras fui testigo de cómo se llevaban a la enfermería a mi amada, la cabeza de Aileen colgando en los brazos de Apolión, los gritos de auxilio de Ylenia. Desde las sombras estuve al pendiente de todo lo que ocurría, esperando a que Aileen esté bien y en la oscuridad esperé a que esté sola. Al salir la última enfermera me acerqué a la camilla, Aileen se veía tan pacífica que daba la sensación de que en cualquier momento abriría los ojos. Acunando una de sus manos entre las mías me senté a su lado solo para hablarle.
—Aileen tienes que recupérate, todavía te quedan muchas cosas las cuales debes hacer —hablo con un nudo formándose en mi garganta, Aileen continuaba inerte en esa cama, más pálida de lo que ya es —Dime, ¿qué haríamos todos si la reina de las fiestas perfectas?, ¿qué se supone que haré sin ti cuando regrese? —la voz se me fue cortando las lágrimas estaban a punto de salir. –No sé cómo continuar con este plan si cuando regrese tú no estas, Aileen te necesito y lamento mucho todo lo que te hice sufrir. Merezco que me odies, pero dímelo a la cara, rayito. Necesito que despiertes.
»Quisiera ser lo primero que veas al despertar —susurré apretando un poco su mano —¿Recuerdas cuando estábamos escondidos en el pozo de los deseos? —sonreí, despejando un mechón de pelo de su frente —El deseo que pedimos fue siempre estar juntos, lo cumpliré rayito. Volveré por ti, amor mío —comentó. Me acerqué a ella para dejarle un beso en sus labios mientras acariciaba suavemente su frente, me hubiera gustado estar más tiempo con ella, pero los pasos en el pasillo me alertaron. Escondiéndome entre las sombras, me asegure de que nadie dañe a mi princesa.
Ylenia ingresó en la habitación explorando con la mirada, terminando en mi princesa que continuaba dormida, su estado tan pacífico era preocupante. La princesa de los mares infló sus mejillas antes de gritar.
—¡Apolión Black, ¿Dónde estás?! —negando con la cabeza se acercó a Aileen, acariciando su bello rostro antes de besar su frente con cariño. El príncipe del inframundo aparece cinco minutos después con dos vasos de espuma con cafés.
—Aquí estoy Ylenia, solo fui por un café, ¿quieres? —consulto Apolión ofreciéndole a su prima un vaso, esta lo aceptó tomando un sorbo corto.
—Gracias por el café y perdón por el grito, es que no quiero dejar sola a Aileen —agrega la menor dejando el café a un lado y comenzó a llorar, su primo que estaba igual de afligido que ella intentó ocultar esos sentimientos y la abrazo.
—No, llores por favor Ylenia. Aileen se pondrá bien —aseguró el mayor frotando la espalda de su prima en círculos, la princesa escondió el rostro en su pecho llorando con más fuerza.
—Aileen está aquí en la cama inconsciente, por una venganza que no le pertenece —solloza la descendiente de los mares, apretando sus manos en puños con su camisa negra. No pude seguir escuchando más, simplemente me fui antes de que se percataran de que no estaban solos.
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Los cristales crujen bajo mis pies, mi madre permanece parada en la puerta viendo lo que ella denomina “berrinche”, no puedo creer que ni aun estando la salud de Aileen en juego ella no me deja regresar. Ya estuve lo suficiente escondido como un topo, ahora necesito regresar, ver a mi novia y acompañarla en todo este proceso. Pero mi madre aún no me permite decir la verdad, ni siquiera me da la pócima que le dio Hades para mí cuando estuviera lo suficientemente fuerte para tolerarla. Es tiempo de que regrese, no puedo seguir engañando a todos.
—¿Terminaste? —expresa con tranquilidad mi progenitora, sus ojos de iris rosa me escudriñan, con su mano aparta su frondoso y ondulado cabello borgoña. —Aún no estás listo para regresar Damián, ¿piensas que no te vigilo? Sé que te fatigas con cada viaje que haces al olimpo y ni hablar de lo débil que te pones si usas tus poderes, ¿quieres que siga enumerando las razones por las cuales no puedes volver o me detengo? —interroga enumerando con sus largos y finos dedos, lo cierto es que si tiene razón, había tratado de ocultar todas esas cosas solo para poder regresar de una vez. Pero mi madre siempre estaba un paso adelante. Me conoce muy bien, algo curioso teniendo en cuenta que la mayor parte de mi vida me crió mi padre y no mi progenitora.
—Mamá, Aileen se dejó ganar, quiso que la dañaran y sé que en parte fue por mi culpa. Estoy vivo y no puedo decírselo a las personas que amo, todos sufren mi ausencia, es egoísta quedarme viendo como todos se desmoronan mientras que yo me recupero para seguir viviendo como si nada —espetó cansado. Caigo sentado en mi cama, escondiendo mi rostro en mis manos, derramó las lágrimas que había retenido desde que toda esta pesadilla comenzó. Intenté mantenerme a flote en toda esta mierda, pero ya mis fuerzas comenzaban a flaquear, siento que el peso de este secreto me consume y necesito gritarlo.
—Hijo, solo intento hacer lo mejor por tu bien cariño, sé que ahora no puedes verlo, pero cuando tengas hijos lo entenderás. Aileen lo comprenderá, será difícil, pero es tu vida y nada de lo que me digas me hará ponerte en riesgo. Ya te perdí una vez, no lo volveré a pasar, por eso de nuevo —afirmó con suavidad. Siendo cautelosa se acercó a mí y arrodillándose frente a mí me abrazó, escondiendo mi rostro en su cuello lloré, lamentando por primera vez mi muerte. Porque lo que llevaba no era vida y me sentía más como un alma en pena que como una persona.