A I L E E N
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Oscuridad me rodeaba, no podía ver más allá de mi nariz y caminando con miedo de caerme avance, no sabía donde me encontraba ni tampoco recordaba porque me encontraba allí. Las voces de mis primos y mis amigos se escuchaban como ecos lejanos, pero la voz que más me desconcertó escuchar fue la de Damián, sonaba triste, roto y melancólico. Hubiera creído que estaba muerta, pero es imposible, siendo una diosa no estaba muerta solo en estado de sueño profundo. ¿Me estaría volviendo loca? Una corriente eléctrica recorrió mi mano que estaba fría. Alguien me había tomado la mano. Esa voz otra vez rogando e implorando que regrese. El prometió aparecer si yo volvía a sus brazos.
Una luz comenzó a verse quebrantando el velo oscuro de aquel sitio y una gran puerta apareció a escasos metros delante de mí. Camine con cautela hasta aquella puerta enorme de madera, con dudas acerque mi mano apoyándola sobre la superficie oscura y esta se abrió. Una luz me cejo, tarde unos minutos en acostumbrarme al exceso de luz y contemple un enorme y hermoso jardín. Árboles gigantes, flores de muchos colores con aromas exquisitos estaban a mi paso, estaba maravillada por tanta belleza, pero al poner un paso dentro una voz en mi interior me dijeron que no lo hiciera. Gire para regresar a la oscuridad, pero una voz profunda y áspera me detuvo.
—¿Quién osa adentrarse a mis dominios? —aquella voz quebrantó el silencio mágico en aquel jardín, al girarme nuevamente vi a un enorme gigante, un titán con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano, el dios del tiempo estaba frente a mí.
—Aileen, Aileen Ray —pronunció con firmeza.
—Hija de Zeus, ¿entonces tú eres mi nieta? —preguntó con tranquilidad mi abuelo, había escuchado tantas historias malas de él por parte de mi padre que no sabía si escapar o quedarme a escucharlo.
—Sí, pero no soy tu única nieta, tienes más. Somos una enorme familia y algo confusa de analizar — comenté mirando al gigante delante de mí. Jamás había visto de tan cerca a uno de los titanes.
—Tienes los mismos ojos de tu padre —se echó a reír. Se agachó a mi altura para luego decir algo —Yo sé cómo sacarte de aquí, ¿si quieres pequeña? —su mano la puso enfrente de mí. Era enorme, me subí a su mano y él me comenzó a elevar hasta que me dejó enfrente a una puerta.
—¿Si abro esa puerta volveré a casa? —pregunte con algo de dudas, mire la puerta para saber si de verdad abriendo esa puerta regresaría al mudo real. ¿Y si era una trampa?
—Tranquila princesa no es una trampa si la abres y te vas volverás a despertar —respondió con calma mi abuelo, me gire a verlo por un segundo viendo en sus ojos azules tranquilidad.
—¿Por qué me ayudas si odias a mi papá? —interrogue con dudas, mi padre siempre me contó historias malas acerca de mi abuelo y mis tíos solo confirmaban sus palabras.
—No soy real pequeña, soy producto de tu mente —respondió dándome tranquilidad —Te trató como quisieras que lo haga tu abuelo de verdad —comentó haciéndome entender que en realidad esto es un deseo subconsciente que tengo desde que la niñez y ahora que estaba en este sueño profundo mi mente lo trajo a colación.
—Eso explica todo —respondo analizando sus palabras. Pero tenía mucho sentido, la última vez que mi papá decidió visitar a mis abuelos, volvió cerrando el portal del tártaro por unos trescientos años. Y si esto era producto de mi imaginación, quería aprovecharlo —¿Puedo darte un abrazo? —consulto en voz baja. Siempre quise poder abrazar a mis abuelos, pero jamás tuve la oportunidad, mi padre no permitía que mis hermanos o yo visitáramos el tártaro.
—Claro princesa —alegó mi abuelo. Con cuidado me apoyo sobre su hombro y lo abracé como pude, fue una sensación agradable, aunque ficticia. Separándome del titán, el me elevo hasta una puerta cerrada.
—Adiós abuelo —me despedí con la mano, girando a la puerta que se abrió despacio, respire hondo dando una última mirada hacia atrás y atravesé el marco.
Al abrir mis ojos lo primero que note fue el techo cubierto de nubes, estaban arremolinadas encima de mi cabeza esperando a que despierte. Apenas moví mi mano llamando la atención de mi acompañante, frente a mi rostro apareció Artemis que sonrió al verme despierta y pocos segundos después apareció mi prima Ylenia que nada más verme despierta corrió a abrazarme.
Hablamos de mi pelea con Demi y Alida, les conté todo lo que recordaba y que no quería lastimarlas, todos merecemos una segunda oportunidad y yo no quería repetir la misma historia que mi padre. Somos diferentes y yo no seguiré sus pasos, ni los de mi madre, la venganza no me parece la mejor solución para nada. Ellos aceptaron mi pedido y siguieron escuchando, pero si me guardo la parte donde creí que Damián me hablaba.
Lo que pasó con Demi y Alida me hizo entender que las consecuencias de mi padre estaban siendo pagadas conmigo y aunque no es mi deber enmendar sus errores lo haré por el bien de mi familia. Es momento de que los secretos comiencen a salir a la luz y en cuanto pude salir de la cama le pedí ayuda a las ninfas para alistarme, tenía que ir a buscar a Diomenes, el hermano menor de Demi. El pequeño niño se encontraba recluido en un campamento especial para niños, mi padre lo tenía recluido en ese lugar como un castigo hacia la gorgona por intentar dañarme a mí. Fue muy cruel por parte de mi progenitor el arrebatar a su hijo a una madre que ya había perdido a su marido por la mano de mi tío Poseidón, quien fue el culpable de que castigaran a la gorgona. Viaje con mucho dolor todavía al campamento de niños, encontrando a mi pequeño amigo almorzando y una espina se me enterró en el corazón. Jamás debí permitir que lo alejaran de su familia.