La hija de Zeus y Hera [1.2]

Capítulo 32| Pay de limón

A I L E E N⚡️⚡️⚡️

A I L E E N
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Emma nos dejó un trozo de pay de limón y un batido gigante de chocolate. La dueña del establecimiento —su abuela Emma, si se llaman igual— implementó esto dentro del menú con el título de corazones rotos. Porque a su hija, la mamá de Emma, era propensa a que le rompieran el corazón y siempre le hacía lo mismo para animarla. Pay de limón su tarta favorita y un batido de chocolate, porque según decía su propia madre, las penas con chocolate se pasan mejor. Pero no me abrió el apetito ver esa deliciosa comida con una presentación divertida de una cara sonriente, aún tenía un nudo en el estómago y muchas ganas de llorar. Damián acaba de dejarme como si lo nuestro no significara nada para él, tan fácil le resultó decir, se acabó y no pensar en lo que me podía pasar a mí. Se rindió tan fácil a lo nuestro, ¿no valía la pena luchar por un futuro juntos?

—Si no es muy raro esto, ¿por qué te dejaron a ti? —pregunto el chico, el chico a mi lado, lo mire viendo su pálida piel, ojos negros, algunas pecas sobre su nariz y mejillas. Cabello castaño medio largo y dos aros en el cartílago de su oreja derecha. A él también lo habían dejado como a mí, solo que su ruptura llamó mucho la atención de todos y me sentí mal por él también.

—Estuvimos un tiempo separados donde hubo mentiras que me hicieron pasar por mucho dolor y ahora que sé la verdad, no se molestó en querer intentar recuperar mi confianza. En este punto no sé si realmente valga la pena ya, ¿a ti porque te dejaron? —interrogó pinchando con el tenedor el pay de limón, no tenía muchas ganas de comer, pero era preferible hacer esto antes que ponerme a llorar delante de un montón de mortales desconocidos. Ya me humillé lo suficiente estos meses en donde me sentí como la mierda delante de los semidioses que a mis espaldas no dudaron en señalar lo mal que me encontraba y en que no podía ocuparme de mí como para estar a cargo de tanto poder en ese momento.

—No sé en qué momento las cosas cambiaron tanto para ella, trate de ser un novio comprensivo y en ningún momento la forcé a nada. Le presenté a mi familia, conocí a la suya e iba todo bien y hoy vino a decirme que quería volver con su ex. Que me estuvo engañando desde hace dos semanas y que todo esto fue mi culpa por no darle lo que ella merecía, sigo sin entender qué es lo que no pude darle —respondió Adam bebiendo un sorbo de su batido, trago con dificultad y prosiguió con otra pregunta —Perdón que pregunté recién ahora esto, pero ¿cómo te llamas?

—Mi nombre es Aileen, ¿y tú?

—Bonito nombre, soy Adam — apenas hizo una mueca de una sonrisa. Lo entiendo yo tampoco quiero sonreír.

—Es tiempo de que vuelva a mi casa —alegó mirando la hora en mi celular, es tarde, pero debo irme a hacer mis tareas y que mis demás compañeros hagan bien su trabajo en lugar de estar hablando de mi vida privada. —Un gusto conocerte Adam —me despido del chico dejando sobre la barra un par de billetes justos para la cuenta y algo más para la propina de Emma.

—El gusto fue mío Aileen espero verte pronto —contestó metiéndose a la boca un trozo de pay.

Me fui de la cafetería corriendo al mismo callejón por el cual llegué, viendo que nadie me estaba siguiendo o prestando atención, me adentro y me escondí detrás de unos botes de basura para transportarme al olimpo en un rayo. Apareciendo en mi habitación, asustando a mi prima que se le cayó el celular de las manos al verme aparecer de la nada.

—¡Qué susto Aileen! —gritó la chica de cabello azul casi blanco, puso una mano en su pecho intentando calmar su acelerado corazón, en verdad le había dado un susto de muerte. —Te estaba buscando, ¿dónde estabas? —indago Ylenia levantando su celular para luego acercarse a mí, con una sonrisa que eclipsaba todas las emociones que en estos momentos tenía dentro del pecho. Gritando, llorando y suplicando por querer salir, querer mostrar cuánto me dolía toda la situación que estaba viviendo.

Quise mentirle, le mostré mi mejor sonrisa y cuando quise decir algo mi garganta se cerró. Un nudo se instaló en ella, las lágrimas empañaron mi visión y mi rostro se desfiguró a una mueca de lamento porque no pude frenar que ese dolor saliera. En ese punto exterioricé cuan rota me sentía por dentro, cuanto las palabras de Damián me lastimaron y mi prima me abrazó diciéndome que sacara todo hacia afuera. Ella me entiende, pasó esto de tener un corazón roto. No quería sentirme así, ser dependiente de Damián para ser feliz. Yo era feliz antes de que él llegara a mi vida, el solo complemento, mi felicidad enseñándome el mundo exterior. Saber quién soy en verdad y no la princesa perfecta que mi mamá me había enseñado a ser. Una chica con sentimientos que a veces puede estar triste, feliz u otras veces no sentir nada. A pesar de saber todo esto, no podía evitar sentirme triste porque aún tenía sentimientos por Damián.

—Bienvenida al club de corazones rotos —murmuró Ylenia en un tono suave cuando mi llanto era apenas espasmos de mi cuerpo. Mi prima se sentó en mi cama y yo me acosté a su lado apoyando mi cabeza en su regazo. Me reí ante el comentario de mi prima. El club de corazones rotos ya tenía dos nuevos integrantes: Adam y yo.

—No sé si sentirme alagada o sentirme mal por pertenecer al club —respondí con una risa ronca, apretando el colgante de mi collar en mis manos. Mi mente mostraba recuerdos vividos con Damián. El corazón masoquista quería seguir lastimándome o mi mente no quería aceptar que todo había acabado, ya nada volverá a ser igual.




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